El Domingo de Ramos es una celebración religiosa con las que se conmemora la entrada de Jesucristo a Jerusalén, dando inicio a la Semana Santa.
Jesús de Nazaret entró triunfal a Jerusalén en medio de una multitud que lo aclamaba. Antes de entrar, Jesús se detuvo en Betania y Betfagé, y allí cenó con Lázaro y sus hermanas María y Marta.
De esa estadía se narra que Jesús envió a dos discípulos a la aldea cercana, con órdenes de recuperar un burrito que había sido atado, pero nunca montado y dijo «Si os preguntan, decid que el Señor necesita el burrito, y que les será devuelto luego.
Jesús entró a Jerusalén montado en ese burro y fue aclamado como rey por sus seguidores, quienes extendieron mantos, ramas de olivo y de palma a su paso. Gritaban: “¡Bendito el que viene en el nombre del Señor!”; “¡Hosanna en las alturas!”.
En honor a ese episodio la eucaristía del Domingo de Ramos tiene dos momentos importantes. El primero es la procesión de las palmas y la bendición de las mismas por parte del sacerdote. El segundo es la lectura de la palabra que evoca la Pasión del Señor.
La Misa se inicia con la procesión de las palmas. Nosotros recibimos las palmas y decimos o cantamos “Bendito el que viene en el nombre del Señor”. El sacerdote bendice las palmas y dirige la procesión. Luego se comienza la Misa. Se lee el Evangelio de la Pasión de Cristo.
Se da a este día el nombre de Domingo de Ramos precisamente porque Jesús fue obsequiado con innúmeros ramos por sus seguidores, gentes sobre todo humildes.
Al final de la misa se entregan los ramos a los feligreses, quienes lo portan en forma de collar y se colocan formando cruz en las puertas de los hogares, como señal de bienvenida a los visitantes.