Opinión

El 6 de diciembre del 2017 el presidente de los Estados Unidos de Norteamérica, Donald Trump, reconoció a Jerusalén como capital de Israel y anunció el cambio de la sede de la embajada de EE. UU, desde la ciudad de Tel Aviv hacia la ciudad de Jerusalén. Esta decisión del presidente Donald Trump ha llenado de consternación y preocupación a los países que abogan por una paz sostenible y duradera en todo el mundo y en especial en Medio Oriente.

Después de la salida del imperio ingles en el 1947 de la zona que hoy ocupan Israel y Palestina, luego de 37 años de ocupación, las Naciones Unidas (ONU) emiten la resolución No. 181, por medio de la cual declaraba la división del territorio de palestina ocupado por Inglaterra en dos Estados independientes, uno árabe con el 45% del territorio y otro judío con el restante, incluyendo el desierto del Néguev; en esta misma resolución la ONU declaró la ciudad de Jerusalén como “Ciudad Internacional”, colocándola bajo su administración y prohibiendo en la misma el establecimiento de embajada de ningún gobierno.

Consumada la retirada forzosa de los ingleses de la zona en cuestión, los países árabes (Líbano, Siria, Irak, Egipto y Transjordania) que se oponían a la creación del Estado israelí, les declararon la guerra al nuevo Estado judíos el 15 de mayo del 1948, iniciándose así la guerra árabe-israelí, también denominada por los israelíes como guerra de independencia. De esta contienda resultó, que los judíos con la ayuda camuflada de países amigos, lograron ocupar más terreno del que se le había otorgado en principio mediante la resolución No. 181 de la Naciones Unidas, incluyendo la ocupación de Jerusalén.

La guerra árabe-israelí o guerra de independencia de Israel llega su fin en el 1949 con la intervención de la ONU luego de firmar un acuerdo de cese del fuego, que dejo como resultado la ratificación de los dos Estados, israelí y palestino, así como también la división de la ciudad de Jerusalén en dos mitades: 1) Jerusalén oriental habitada por palestinos, musulmanes y cristianos, bajo control de Jordania y 2) Jerusalén occidental bajo hegemonía de Israel. Esta división se mantuvo hasta el año 1967, cuando Israel les declara la guerra a los árabes de palestina conocida como la Guerra de los Seis Días, ocasión que es aprovechada por Israel para anexarse la parte oriental de la ciudad de Jerusalén que se hallaba bajo el control de los palestinos y Jordania, incluyendo la ciudad vieja de Jerusalén. Esta anexión de la parte oriental de la ciudad de Jerusalén por Israel no había sido reconocida por ningún país del mundo, hasta que el 6 diciembre del año 2017 el presidente de Estados Unidos de Norteamérica, el señor Donald Trump, decide reconocerle el estatus de capital de Israel.

Al declarar de manera unilateral a Jerusalén como capital de Israel, el presidente Donal Trump desconoce dos resoluciones del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas (ONU): 1) la Resolución No. 478 de fecha 20 de agosto de 1980, que declara la anexión de Jerusalén Oriental por parte de Israel “una violación del derecho internacional”, en respuesta a una ley emitida por Israel en 1980, que declara a Jerusalén capital «eterna e indivisible» del Estado israelí, en franco desafío a la ONU que en el año 1949 había declarado dicha zona parte de los territorios palestinos. Dentro de los territorios ocupados por Israel en esa ocasión se incluye “las Ciudad Vieja”, en donde se encuentran lugares emblemáticos como como el Muro de las Lamentaciones, el Santo Sepulcro, y el Monte del Templo o Explanada de las Mezquitas; y 2) la Resolución 2334 del 23 de diciembre de 2016, que considera Jerusalén del Este como «territorio ocupado», en referencia a la situación de los asentamientos israelíes en los territorios palestinos, incluyendo Jerusalén del Este, anexados por Israel durante la Guerra de los Seis Días de 1967, anexión esta que hasta entonces no había sido reconocida por ningún Estado en el mundo. Esta resolución declara su cumplimiento obligado para todos los Estados miembros de las Naciones Unidas (ONU).

Parece sintomático que, a escasos meses de la declaración de Donald Trump, en abril del 2017, el presidente ruso Vladimir Putin fijara la posición del Estado ruso respecto a la ocupación de la ciudad de Jerusalén por los israelíes, al declarar, que Rusia sólo reconocería a Jerusalén occidental como la capital de Israel, cuando Jerusalén oriental se convierta en la capital de un futuro Estado palestino. Esto pudiera significar que las contradicciones entre Rusia y Estados Unidos respecto al Medio Oriente pudieran agudizarse más a partir de la decisión de Donald Trump de declarar a Jerusalén capital de Israel.

Ante el desafío del gobierno de los Estados Unidos a la autoridad de la ONU, al declarar a Jerusalén capital de Israel, violando las resoluciones de la ONU antes indicadas, y desconociendo en cierta forma el Estado palestino, resulta imperioso que el Consejo de Seguridad de la Organización de las Naciones Unidas (ONU), convenza al gobierno de los EE. UU., para que se someta a su propia legalidad como miembro de pleno derecho de dicho consejo y, así contribuir con la anhelada paz y la armonía entre los países del medio oriente, especialmente entre Israel y Palestina.

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