Hablan los hechos

En América Latina, la economía de México es la segunda más importante detrás de la de Brasil, ya que genera un PIB de US$1.26 billones de dólares, lo que a su vez la convierte en la 15ª más grande del mundo. Esta es una razón poderosa que hace a la economía de México de ingreso medio, la cual forma parte del G20, por tanto, es una economía que hay que tener en cuenta al evaluar el crecimiento económico de la región.

La economía mexicana se ha caracterizado, en las últimas dos décadas, por arrojar un bajo crecimiento del PIB, incesante incidencia de pobreza en la población y baja productividad en todos los factores de producción.

Pero es que con sus más de 122 millones de habitantes, esta nación logra promediar un PIB per cápita de 10 mil dólares, lo que coloca a la economía de México entre las de países de ingreso medio alto. En adición, las cifras más creíbles demuestran que si se ajusta al poder adquisitivo, su PIB per cápita es aproximadamente 60% más alto, alrededor de $16,000, por lo que se ubica en la misma posición de países como Turquía, Rumania y Brasil, aunque muy por debajo de EE.UU o Suiza.

También hay que poner de relieve que la economía de México habitualmente se le reconoce como de grande producción de materias primas y de manufactura, al tiempo que ese país posee las reservas de plata más grandes del mundo, y las décimas en reservas de petróleo, lo cual le reporta ingresos por el orden de aproximadamente US$130 mil millones de dólares. Pero parece inverosímil el hecho de que México tiene un problema grave con la pobreza, en virtud de que durante muchos años se registran elevados porcentajes de la población envueltos en el flagelo de la pobreza ya que resulta inentendible que un 45% sea afectado por este malestar, pese a tener programas sociales para combatirla.

La economía mexicana se ha caracterizado, en las últimas dos décadas, por arrojar un bajo crecimiento del PIB, incesante incidencia de pobreza en la población y baja productividad en todos los factores de producción. Sin embargo, el mayor problema que genera desesperanza e incertidumbre, y quizás el problema más importante, que impacta de forma transversal a todos los demás, es la progresiva desigualdad económica que prevalece en esa economía.

Parece inconcebible que en una economía con tanta riqueza, fruto de la abundancia de recursos naturales, la brecha de la desigualdad sea tan amplia como resultados de que el 1% más rico del país se apropia del 17% de todo el ingreso nacional, en tanto, el 10% más rico acapara un 50.2% del ingreso nacional.

Parece inconcebible que en una economía con tanta riqueza, fruto de la abundancia de recursos naturales, la brecha de la desigualdad sea tan amplia como resultados de que el 1% más rico del país se apropia del 17% de todo el ingreso nacional, en tanto, el 10% más rico acapara un 50.2% del ingreso nacional. Mientras que la suma de los que pertenecen a los de ingresos bajos, el 50%, apenas reciben un anémico 11.8% del ingreso y el 1% de las personas de más alto ingreso del país capturan una proporción mayor al 50% de menor ingreso en la población, medición esta que establece un coeficiente de desigualdad de un 63% aproximándose a la desigualdad absoluta más elevada.

Pero resulta que estos niveles tan elevados de concentración del ingreso impactan de forma negativa en el crecimiento económico, afectan la vida pública y, por ende, la vida democrática del país, formando un círculo vicioso de desigualdad económica y política, lo que representa un grave problema e incertidumbre. Sin lugar a dudas, tal realidad impacta de forma contundente en la igualdad de oportunidades en la sociedad y, por lo tanto, en la movilidad social dentro de la misma, situación que está afectando a la economía mexicana.

La literatura económica es abundante y de argumentos sustantivos al establecer que un país de baja movilidad social, es un país que no puede alcanzar altos niveles de desarrollo ya que condena a un elevado porcentaje de la población a vivir en las mismas condiciones en las que nacieron. Pues en tal virtud, termina limitando las capacidades productivas del país, en particular en lo referente a la formación de capital humano, lo que convierta a la economía y a la sociedad a convivir bajo la sombra de la incertidumbre y el caos sistémico.

A la luz de la verdad, en la vida democrática de una nación, la desigualdad representa un profundo obstáculo, fruto de que una elevada concentración del ingreso y la riqueza son indeseados en la medida que profundizan la igualdad entre ciudadanos y permiten incidir de forma extraordinaria en la toma de decisiones colectivas. Si se aplica este razonamiento a la prevaleciente desigualdad económica en México, entonces, se puede encontrar una explicación objetiva de que este fenómeno ha facilitado la debilidad institucional, y en la medida que esto ha sucedido se ha transitado por gobiernos que actúan de espalda la realidad del interés colectivo.

Otro elemento demoledor es la situación de la deuda pública mexicana la cual destruye las esperanzas de la población y genera incertidumbre en los mercados financieros internacionales, el cual se derivada de que para el 2016 y 2017, el coeficiente de deuda/PIB superaba el 47.8% y 50 % del PIB, respectivamente, lo que se despega de manera firme del 46.9% del 2015.

Otro elemento demoledor es la situación de la deuda pública mexicana la cual destruye las esperanzas de la población y genera incertidumbre en los mercados financieros internacionales, el cual se derivada de que para el 2016 y 2017, el coeficiente de deuda/PIB superaba el 47.8% y 50 % del PIB, respectivamente, lo que se despega de manera firme del 46.9% del 2015. A este ritmo de aceleración del endeudamiento público de México, se tienen las proyecciones de que esa tendencia llegaría a un preocupante 90% del PIB en 2030.

Vista la realidad descrita y de cara al devenir inmediato, la economía mexicana ha caído en la trampa de la incertidumbre como resultado de la aproximación de las elecciones presidenciales, la revisión del Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN), del cual depende el 85% de sus exportaciones, la normalización de la tasa de referencia en EE.UU y su reforma fiscal, lo que definirán gran parte del camino de la economía en México en este 2018. Sin embargo, lo que más apresura la incertidumbre es que su economía apenas creció un 2% en el 2017 y las proyecciones optimistas de los organismos internacionales establecen que su previsión de crecimiento será de un 2,3%, en el 2018 y de 3% para 2019.

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