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La embajadora de buena voluntad de la Unesco, Rigoberta Menchú, destacó en un foro de alto nivel de la Asamblea General de ONU los obstáculos que impiden el desarrollo de una cultura de paz.

Han transcurrido 19 años desde que fue creado el concepto de cultura de paz, propuesto en un evento de la Unesco, y el 6 de octubre del próximo año se cumplirán dos décadas de adoptada la Declaración y el Programa de Acción para una Cultura de Paz, rememoró la líder indígena, Premio Nobel de la Paz.

Actualmente, la legitimidad y justeza de esa declaración y del programa de acción -como normas e instrumentos jurídicos internacionales- son decisiones incuestionables que tienen una vigencia irrefutable, indicó.

Pero los buenos deseos para convertirse en derecho positivo se enfrentan a las tendencias históricas de una cultura de violencia y guerra, agregó, y ello coloca a la cultura de paz como una utopía con grandes obstáculos y enemigos.

En lugar de disminuir, las amenazas se incrementan y multiplican, advirtió.

Cerca de un centenar de magnates concentran la riqueza mundial, mientras la desnutrición y la pobreza extrema afecta directamente al 60 por ciento de la poblacion mundial, lamentó la embajadora de buena voluntad de la Unesco.

De acuerdo a este cálculo, cuatro mil 408 millones de personas son víctimas directas de las desigualdades y de las exclusiones mundiales, detalló.

“La carrera armamentista como manifestación de la industria de guerra nuclear, química y bacteriológica y quien sabe que otros métodos letales se ensayan para aniquilar la vida humana en forma masiva y rápida”.

Menchú también alertó sobre el calentamiento global, sus daños irreversibles al planeta y lo poco que se ha logrado en este tema, a pesar de los acuerdos internacionales adoptados al respecto.

Del mismo modo, habló sobre la tragedia que representa la corrupción y la impunidad en el mundo, lo cual vulnera la democracia, impide el desarrollo integral sustentable, y pone en riesgo la paz total de los pueblos.

“Nuevamente las más horrendas prácticas de racismo y discriminación, las xenofobias y homofobias ofenden la conciencia y aniquilan la dignidad humana”.

Asimismo, llamó a poner un alto a las actitudes y discursos cargados de odio, que aumentan en los distintos rincones del planeta y puso como ejemplo las recientes acciones contra los migrantes en las fronteras de Estados Unidos.

Confinar a niños migrantes en campos de concentración nos hace recordar los horrores del holocausto de la Segunda Guerra Mundial, dijo y criticó las deshumanización detrás de prácticas que se van asumiendo como un hecho normal.

Menchú lamentó que la Declaración y el Programa de Acción para una cultura de paz sufra la misma suerte que otros instrumentos e iniciativas internacionales, debido a la falta de voluntad política, sobre todo de los Estados, sectores económicos y políticos.

También resaltó la cosmovisión pacífica de los pueblos indígenas del mundo y cómo la cultura de paz debe entenderse de nuevo como un eje transversal.

Esto no es posible cuando la maquinaria económica, política y social va en sentido contrario y sus efectos trastornan todo mecanismo institucional, toda voluntad individual y colectiva por convivir en paz, concluyó.

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