Históricamente América Latina se ha desenvuelto en un círculo vicioso de inequidad social, volatilidad en el crecimiento económico, crisis de deuda pública, déficit presupuestario y de balanza de pagos. Ha sido una constante de que la región de América Latina esté a la cabeza del molestar económico y social que frenan el salto el desarrollo y competencia aceptable en el marco de una economía globalizada.
Muchos han sido los esfuerzos y orientación de recursos financieros que se han destinado para contrarrestar los gérmenes que estimulan el deterioro de los indicadores económicos y sociales que han predominado por décadas en la región. Sin embargo, cuando se han alcanzado superar los flagelos de la deuda, la desigualdad y el exceso de endeudamiento público, estos suelen esfumarse con facilidad, lo que permite interpretar que la misma se debe a situaciones estructurales y que las políticas que se han implementado son cortoplacistas.
Al pasar la factura económica del cierre del 2018 en América Latina se ha comprobado que la situación de la región es muy compleja y que enfrentarla requiere unos cambios radicales en el modelo de desarrollo que por décadas ha predominado. Solo hay que observar que el crecimiento económico de la región continúa siendo desequilibrado y que no supera el 2,2% tal como ha ocurrido al concluir el 2018 y que está subordinado al péndulo de la economía mundial.
América Latina ha seguido creciendo en 2018, pero a un ritmo notablemente más bajo de lo previsto y con desequilibrio, lo que significa que las esperanzas de cerrar las brechas de la desigualdad y el exceso de endeudamiento público es una asignatura reprobada de manera sistemática. Por igual, se prevee que el crecimiento del PIB gire alrededor de un 1,9% para 2019, lo que significa que la situación general seguirá siendo preocupante, explicado básicamente por la incerteza política en Brasil y un posible empeoramiento de la actual recesión en Argentina y el efecto de las posibles guerras comerciales que están latentes.
Los estudios realizados por el Banco Mundial permiten arribar a la conclusión de que la región es propensa a fenómenos meteorológicos, como terremotos huracanes e inundaciones, y una de las más vulnerables en relación con fallecimientos y daños económicos, debido a la alta densidad de población en esas zonas y la necesidad de mejorar la aplicación de la gestión de riesgos. Este organismo multilateral resalta que si se considera la incertidumbre existente en el panorama económico, es más importante que nunca construir resiliencia para afrontar el futuro con mayores garantías.
También el Banco Mundial resalta que ante la posibilidad de riesgos imprevistos y que no pueden frenarse, entonces, el fortalecimiento de las instituciones y los mercados puede ayudar a los países a una rápida recuperación. Existe una alta preocupación en los organismos internacionales por el deterioro institucional, el cual se encuentra en estado muy avanzado en América latina, básicamente por las violaciones brutales a la constitución política de cada país.
En la comunidad internacional se ha interpretado que si en América latina continúan las extensiones forzosas de los periodos gubernamentales, el combate a la pobreza, el exceso de deuda pública, los déficits presupuestario y el deterioro de la moneda no serán frenados. La experiencia empica demuestra que en los países donde se violan la constitución y las leyes, se generan desconfianza en los inversionistas e incertidumbre en la población lo que se expresa en una crisis en las instituciones y un desplome en la economía.
Como prueba irrefutable de la situación de deterioro en América latina está la crisis social y política que se ha vivido en Nicaragua y que ha generado más de 300 muertos y cerca de 2.000 heridos. En adición, es que en medio de esa crisis, se observa una brusca caída del crecimiento económico, pasando de 4,9% en 2017 a 0,5% al cierre del 2018 y si persiste el bajo crecimiento en el tiempo y las tensiones sociales no se resuelven, cabría esperar que los indicadores sociales se empiecen a deteriorar.
El caso preocupante es el de Argentina, la cual ha vivido días oscuros cuya máxima expresión se observa cuando el presidente Mauricio Macri declaró que el país está sumido en una «situación de emergencia» y anunció un plan de ajuste que incluye una reducción de los ministerios a menos de la mitad y el regreso de las retenciones al campo. También el peso argentino ha perdido el 60% de su valor contra el dólar al cierre del año 2018 y se espera que esa depreciación acelere aún más la inflación, que ya ha superado el 35%, en tanto, la tasa de interés llegó a 60%.
En el Ecuador el crecimiento económico se ha desacelerado desde el 2017 y se ha alcanzado una tasa inferior al 2,5 % al cierre del 2018. Eso, sumado a otras incertidumbres, como el ajuste del gasto público que el gobierno ha llevado a cabo, influyó en la baja de las proyecciones del PIB y la inversión extranjera directa, la cual cayó en 0,5%, mientras que el alto nivel de endeudamiento es una de las presiones económicas que inquieta a los observadores internacionales.
El panorama económico de América latina en el 2018 no fue un año de grandes logros y en muchos aspectos resalta el estancamiento y deterioro institucionales, los indicadores económicos y sociales. La factura de la deuda pública, la desigualdad, el deterioro de la moneda y la pobreza han conducido en la región en la denominada trampa de la desigualdad.