Euclides Gutiérrez

“Diciembre en mi Memoria” fue el título de nuestra columna anterior, publicada el 17 de diciembre; en esa columna señalábamos tres fechas, y habíamos tomado la decisión que la cuarta fecha de extraordinaria importancia en el registro de nuestra memoria es la del 19 de diciembre de 1965, fecha en que se libró en Santiago la llamada “Batalla del Matúm”, episodio extraordinario de la emboscada y asalto infame, cobarde y atrevido que llevaron a cabo fuerzas militares dominicanas trasladadas a esa ciudad para la ejecución de un plan autorizado por el general estadounidense Bruce Palmer, comandante en jefe de la mal llamada Fuerza Interamericana de Paz (FIP), organizada por el gobierno de Lyndon Johnson, aborrecible y troglodita presidente de Estados Unidos de América, que había intervenido en nuestro país a partir del 28 de abril de 1965. De esa fecha volveremos a hablar luego.
Hoy en el registro de nuestra memoria, como hemos decidido calificar nuestros recuerdos, vamos a pasar revista desde su inicio, de lo que ha sido hasta hace algunos años el recibimiento y el proceso de las fiestas navideñas, llamadas también las fiestas de fin de año.
El autor de esta columna nació en mayo de 1936 en la ciudad de Santo Domingo, en la calle Doctor Báez, entre la César Nicolás Penson y la Moisés García, y podríamos decir que en las puertas de la Mansión Presidencial y del Centro de Enseñanza del Ejército Nacional. En esa hermosa colina ubicada en el corazón de Gazcue, que se conocía con el nombre de “La Generala”, porque en ella vivió hasta su muerte la viuda de Juan Sánchez Ramírez, el héroe de Palo Hincado, que derrotó las tropas francesas al mando del general Ferrand, en esa batalla imborrable en el recuerdo de la historia militar de nuestro pueblo, fue donde se ejecutó la primera “Carga al Machete” en la historia, no solamente de América, sino del mundo.
Nuestro padre, cuando nuestro nacimiento, ostentaba el rango de primer teniente del Ejército y fue destinado como oficial comandante al municipio de La Romana que era parte de la provincia de El Seibo, porque el Central Romana había adquirido una importancia económica extraordinaria, en la región Este y la mayoría, por no decir la totalidad, de los funcionarios más importantes de esa empresa, no hablaban español y era necesario que el oficial comandante entendiera y hablara inglés.
De La Romana, nuestro padre fue trasladado como oficial comandante a Sánchez, municipio de la provincia de Samaná, que era en aquel entonces el puerto más importante en esa región del país, por el cual a través de la vía férrea que llegaba hasta el muelle se embarcaban los productos como cacao y café de toda la región del Cibao y del noreste de la República.
En Sánchez comienza el registro de nuestra memoria, porque vivíamos en la calle principal de esa comunidad frente a la ermita tradicional y hermosa que engalana esa población. Nuestro vecino inmediato era el teniente de la Policía Nacional, Ulises Heureaux Ogando, alias Bimbo, hijo de Ulises Heureaux, quien era vecino a su vez de don Diego de Moya, parte y tronco de una distinguida familia oriunda del Cibao.
Para esta época se celebran las festividades propias de la religión Católica, durante el proceso del mes de diciembre que todavía se recuerdan como las fiestas de Nochebuena. Continuaremos.