Cultura

En el más profundo rincón del espíritu crítico y analítico del hecho fílmico yace un desmedido por el glamour, los finales felices o esas acciones que aparentemente son eso, acciones físicas que no comportan ningún trasfondo que problematice el idílico contenido que nos ofrecen.

La complejidad de un arte como el cine hace que se auxilie de recursos técnicos para plasmar las historias y los discursos de los cineastas, transmutando en luces o sombras la palabra escrita. Los usos de tales artilugios han llevado a muchos analistas a creer que la técnica es el mensaje, desgajando lo social de las películas como si estas se crearan en el vacío o en el paraíso de Dante.

Siendo como son el mercadeo y la publicidad, instrumentos tan útiles en el negocio, se da por entendido que harán todo lo posible por convencernos de las bondades de casos como el de Bohemian Rhapsody, a pesar de haberla despojado de su contenido socialmente más polémico para hacerla potable a las audiencias, o de lo contrario Blackkklansman, en donde el exceso militante de Spike Lee agrega unas innecesarias imágenes documentales para estar seguros de que la pudiésemos entender.

Una obra de arte es un vehículo que elige el artista para comunicarse con el mundo y exponer sus puntos. El cineasta, en tanto que artista, se expresa por medio de imágenes y sonidos que a su vez están conectados al medio social de donde el hacedor se nutre de contenidos ya elaborados para expresarse. Busca una comunicación con el espectador. Estas verdades de Perogrullo son entendidas o deberían serlo para el crítico o analista.

El contenido social es una pieza fundamental para los practicantes del análisis fílmico, y aquellos que lo ignoren o conscientemente elijan segregarlo de su discurso, cometen un crimen de lesa cinematografía, pues despojan a la obra de su conexión a la vida, al oxigeno que la nutre. Sin apreciar este contexto es imposible ejecutar un análisis cabal de ninguna obra artística.

Deslumbrados por la técnica

La simplificación de pasar por alto el asunto social convierte a Las Herederas de Marcelo Martinessi en la historia de dos señoronas que pasan apuros económicos y no el drama de un país como Paraguay que viene de una dictadura de 35 años. Si no se tiene claro estructura, discurso e historia, no podemos darnos cuenta de que Chela, Chiquita o su casa, representan el país y a sus habitantes.

Aparentemente Pájaros de Verano describe el surgimiento de los carteles de la droga y el paramilitarismo en Colombia, y Nelyubov (Loveless) se centra en la desaparición de un niño cuyos padres pasan por un conflicto, pero la película de Cristina Gallego y Ciro Guerra es más sobre el derrumbamiento de un colectivo por el abandono de sus prácticas ancestrales, o la del Zvyagintzev se convierte en una mirada escrutadora de las dificultades de la sociedad rusa de hoy.

La paradoja de Cocote es no tanto que no se entiendan sus presupuestos discursivos y culturales, más bien es la resistencia de ciertos sectores a asumir la dominicanidad profunda que Nelson Carlo de los Santos retrataba de manera clara. La obra elude los tópicos facilistas para darle una lectura incisiva al ser y las prácticas sociales criollas.

En el caso de una aproximación con una narrativa lejos de los cauces habituales, como es Zama de Lucrecia Martel, el recurso de muchos críticos ha sido el silencio atronador, pues al parecer adentrarse en los usos y costumbres de la sociedad colonial, desmontando los mecanismos de explotación que afectaban a los primeros pobladores, quizás no interesa o no entra dentro de sus áreas de interés para una cantidad apreciable de analistas.

La abundancia en los ejemplos de este dar de lado al contexto social en el análisis fílmico tiene su punto más alto en los casos de Shoplifters y de Roma, a la primera le escamotean su inteligente aproximación al tema de la familia como construcción social, y en lo relativo a Roma, el deslumbramiento con la técnica o su factura narrativa han evitado que se profundice en abordar la desigualdad en las jerarquías económicas y sociales.

Análisis en una burbuja

No apropiarse de estos mecanismos analíticos le evita al sujeto que ejerce esta profesión desencuentros o disgustos con ciertos sectores, pero despoja a esos textos o intervenciones audiovisuales de la riqueza en los detalles que redondean un buen análisis de la obra artística.

El contexto social es la raíz desde donde nace y se reproduce la visión del cineasta creador de universos. En ausencia de él, todo acercamiento crítico a una película carece de rigor y profundidad. Los analistas tienen un compromiso para quienes los leen y escuchan. Sin esa base contextual, su voz es inaudible y su discurso no trasciende.

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