Opinión

Lajas de Yaroa es un remoto paraje perteneciente a la sección Gurabito de Yaroa, del distrito municipal Yásica Arriba, de la provincia Puerto Plata. Está ubicado en el kilómetro 25 de la carretera turística Ruta Panorámica Santiago-Puerto Plata, en la frontera con Santiago, en medio de la Cordillera Septentrional y uno de sus mejores atractivos era la gran abundancia de ríos, arroyos y charcos, siempre colmados de agua conservada bajo un verde manto forestal compuesto fundamentalmente de plantaciones de café y cacao.

De ese paraíso de jaibas, frutas y víveres me trajeron a vivir a un barrio de Santo Domingo cuando aún el ruido de metralletas y aviones nos espantaban a finales de la guerra del año 1965. Pero crecimos con la costumbre de portarnos bien en la casa y en la escuela para que nos dejaran volver al campo en las vacaciones a disfrutar de aquella abundante tierra donde en diciembre la gente sacaba sus abrigos para protegerse del frío que también se ha ido.

De las fincas cafetaleras de mi abuelo Pedro Gómez sólo quedan los recuerdos y poca cosa de la alfombra vegetal que nos daba el agua. “Aquí ya no hay café y la gente a tumbao los palos pa meter vacas en la montaña”, me dijo mi primo Rigo la última vez que fuí a Lajas, mientras subíamos por un estrecho sendero a la piscina familiar recién pintada pero tan seca como el polvo de la carretera que reconstruyen desde hace más de 10 años. Hace 6 meses que se secó el arroyo que la alimentaba; se extinguen las jaibas y no se escuchan por las noches los cortejos de las ranas. “Estas son las finales del mundo, eso nunca se había visto”, me comentó el primo con rostro de tristeza.

¿Será tarde para recuperar este paraíso de vida? Dicen los lajeros que hace meses que se nubla y a veces caen algunas gotas pero no llueve. Deben administrar el acueducto racionando el suministro de agua por zonas y horas, por lo que los pobladores han tenido que instalar tinacos y hacer cisternas en un panorama de sequía jamás imaginado.

Desde hace mucho tiempo hemos escuchado a los técnicos en medio ambiente hablar del desastre ecológico que está causando en la República Dominicana el desmonte de las plantaciones de café y cacao para dedicar las tierras de montañas a la ganadería, pero no concebiamos que a estas alturas tantas comunidades padezcan tan rápidamente el deterioro de su ecosistema, la pérdida de sus recursos hídricos y de la extinción de parte importante de su flora y de su fauna. Y esto empeora porque muchas de estas tierras, que eran cultivadas por familias de agricultores, están siendo compradas por inversionistas que explotan su madera y las siembran de pasto para ganado, incentivados por empresas que cada día recorren estos campos comprandoles la leche en las propias fincas.

Es un tema complejo y muy delicado porque en esta sección –como en otras zonas rurales que pudimos ver– una gran parte de los adultos y jóvenes, que antes eran los guardianes naturales de su foresta, se van a la ciudad o fuera del país, a pesar de los esfuerzos que hace el presidente de la república, Danilo Medina, con las visitas sorpresas y los incentivos en la agricultura.

Esta realidad que tenemos en la cara debemos enfrentarla con especial atención porque por ese camino estaríamos haciendo un gran aporte al cambio climático negativo y a la destrucción de nuestro más preciado recurso natural: el agua.

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