Muchas son las expectativas e hipótesis que comienzan a confrontarse de cara a este 2019, un año lleno de retos que promete establecer precedentes y marcar el rumbo de cara a la década que ha de iniciar a partir del 2020. En este trayecto, como es de esperarse, las grandes potencias tendrán un rol protagónico, pues de su desempeño y capacidad de concertación dependerá el futuro de muchos.
Dentro de los posibles escenarios, no cabe dudas de que lo económico y comercial terminará por condicionar todo lo demás, a sabiendas de los efectos que pueda tener una posible escalada en las tensiones entre los dos peso pesados del liderazgo mundial, Estados Unidos y China. Ambas naciones se encuentran atrapadas en una especie de “Trampa de Tucídides”, consistente en las fricciones que se generan cuando una potencia decadente ve amenazada su supremacía por un poder emergente.
En el caso de China, ha sido evidente el proceso de desaceleración de su economía tras tres décadas de crecimiento exponencial, a pesar de lo cual sigue expandiéndose por encima de la media global, lo que le permite mostrar un dinamismo y capacidad de inversión envidiables. Aun así, el año que recién inicia plantea un escenario de incertidumbre para el Gigante asiático, que paralelamente a la suerte que corra la momentáneamente pausada guerra comercial con Estados Unidos, estará condicionado por la capacidad del gobierno chino de impulsar las reformas prometidas por el presidente Xi Jinping, incluyendo la estrategia: “Hecho en China 2025”.
De hecho, son sus avances un eslabón importante de estas reformas (el sector tecnológico) los que han puesto a China directamente en la línea de confrontación con Washington, quien acusa a las empresas y al gobierno chino de robar tecnología para su beneficio. La puja por el liderazgo mundial en términos de tecnología, ha sido el detonante para las retaliaciones del gobierno estadounidense contra la empresa Huawei, una de las más grandes empresas de equipos de telecomunicaciones del mundo y líder en redes 5G, cuyos ingresos se proyectan en más de US$100,000 millones de dólares.
Acusaciones como la piratería y la venta de tecnología a Irán, son parte de las presiones que Washington ha ejercido sobre la empresa china, que sin embargo no han hecho más que envalentonar al país asiático, que en los últimos meses ha mostrado determinación para aplicar la reciprocidad, a lo que no escaparían empresas estadounidenses como APPLE. En efecto, fue justamente el pasado diciembre cuando de manera sorpresiva el fabricante de los famosos iPhone´s señaló que la empresa había tenido una importante caída en sus beneficios, a raíz del descenso de ventas en el mercado chino en el cual se ubican un 20% de sus ingresos.
Algo a destacar, es que desde la óptica de algunos analistas asiáticos, China ha sido vilmente atacada y acosada por mostrar capacidad de superar a Estados Unidos en su propio terreno y con sus propias reglas de juego dentro de la globalización.
Esto nos lleva a finales de la década de los 70´s, donde el mundo fue testigo de notables acontecimiento que moldearan el futuro tal y como hoy conocemos, como fue el caso de la Revolución iraní, La Guerra de Afganistán y surgió el primer atisbo de neoliberalismo. Estos acontecimientos, sumados a otros que se siguieron sucediendo a lo largo de la década que le siguió, condicionarían la vida de más de 7,500 millones de personas, incluyendo a cerca de 1,340 millones de chinos.
Sucede que, en paralelo a los citados acontecimientos, China también fue testigo de un paso trascendental en su historia cuando dejó atrás el legado de Mao Zedong, caracterizado por las consecuencias de “El gran salto adelante” que produjo la muerte de aproximadamente más de 10 millones de personas y la “Revolución cultural”, para dar paso a un proceso de transformación dirigida. Conocida como “Reforma y apertura”, la solución planteada por el entonces presidente Deng Xioping, buscaba acabar con la situación de aislamiento, pobreza y hambre características en la china de entonces.
Conocido como el “socialismo con peculiaridades chinas”, la visión de Estado que surgió a partir de aquella reforma permitió sacar en las siguientes décadas a unos 740 millones de personas de la pobreza, enfocando los esfuerzos nacionales en sectores como la industria, agricultura, comercio exterior y economía. Todo esto implicó llevar el PIB del país de unos US $150,000 millones a US$12.2 billones, crecimiento económico que se percibe en todos los ámbitos, desde el parque vehicular que pasó de 77,000 a casi 9 millones, el alto nivel de consumo de los ciudadanos, el número de estudiantes con educación superior, hasta el establecimiento de grandes ciudades modernas y turísticas como Shenzhen.
Ciertamente, las circunstancias internas y externas incidieron determinantemente en este apogeo, por lo que acontecimientos como la inclusión de China en el 2001 en la Organización Mundial del Comercio (OMC) o la crisis financiera global del 2008, terminaron por abrir un abanico de oportunidades que el gobierno y empresas chinas supieron aprovechar. Desde entonces el Gigante asiático pasó a ser una suerte de “fabrica del mundo”, que le catapultó internacionalmente.
Sin embargo, tras su establecimiento como nueva superpotencia global, que dio al traste con el liderazgo hegemónico estadounidense, China procura transformar su imagen de nación manufacturera a una basada en la innovación, medio ambiente y reunificación nacional, todo lo cual resume la visión del presidente Xi Jinping. Lo anterior, estará a su vez sostenido en ejes fundamentales como son la defensa, el libre mercado y la centralización política.
En definitiva, hay quienes dan como un hecho que los tiempos de artículos domésticos, juguetes y repuestos baratos serán dentro de poco cosa del pasado, toda vez que China logre implementar su visión al 2025. El tren bala, la Nueva Ruta de la Seda, el primer avión de pasajeros de fabricación china, carreteras inteligentes, robots y satélites así lo demuestran. Basta ver la hazaña de llegar primeros al lado oscuro de la luna en la sonda Chang´e 4, cuyo nombre fue propuesto en honor a la diosa que habita en la luna.
Aunque reacciones como la del secretario del Tesoro de Estados Unidos, que tildó de “aterradora” la proyección a futuro que lleva China, suelen ser frecuentes entre quienes ven mermar su influencia internacional; lo cierto es que el éxito de Beijing dependerá de su capacidad de entendimiento con Washington.
La forma en que China logre hacer concesiones sin perder su horizonte, determinará cuán determinante será su liderazgo ante las futuras circunstancias que le habrán de esperar.