La línea ascendente de la productividad en la cinematografía dominicana se estabilizó en 23 estrenos en el 2018, una disminución respecto al 2017, que produjo 26. Estas cantidades no pueden ser tomadas como variables negativas porque los altibajos en la producción no son parámetros absolutos para medir la calidad de lo que vemos en nuestras pantallas.
Los intentos de abrir nuevas sendas temáticas pueden verse por doquier, y obras como El Closet, Lo que Siento por ti, 1/4 de Josué o Amigo D, al margen de sus resultados taquilleros o estéticos, apuntan a la exploración de vías no usuales para acceder a la construcción de una forma de hacer cine, pudiendo ser útiles si sus realizadores aprovechan las enseñanzas que se desprenden de la hechura de ellas.
A estas alturas, ya no somos los ilustres desconocidos de los festivales en el exterior. Hasta podemos presumir de que algún que otro estudioso se interese en lo que hacemos aquí, como ha pasado con el libro “La Sonrisa del Caribe” acerca de la trilogía Lotoman que dirigió Archie López y que fue presentado en el Festival de Málaga, España, por su autor Fermín Cabanillas. Este año, ese festival estuvo dedicado a nuestro país.
Se mantiene el reclamo de elevar los niveles de factura en los diferentes géneros, especialmente en la comedia, y si bien sus altas recaudaciones pueden ser un argumento de peso, no estaría demás afinar los contenidos para elevar la calidad. Un ejemplo de buena comedia es el corto Aguajero de la joven directora Mariel Aponte.
Las más altas cumbres en largometrajes de ficción del año pasado fueron alcanzadas por Cocote, con su inmersión profunda y su narratividad etnográfica, y por Veneno, primera caída: El relámpago de Jack, una revisión de un mito de la cultura popular dominicana como lo es Jack Veneno. Aun no estrenadas en el país se encuentran recorriendo festivales, explorando mercados y recibiendo galardones en el exterior, Miriam Miente, La Rasante y La Isla Rota.
Los puntos pendientes
Los cortos siguen evolucionando y su nivel es en muchas superior al de los largometrajes, guardando las distancias, asomándose toda una generación de cineastas a los cuales no se les puede quitar el ojo. Es necesario aumentar el apoyo a realizadores, instituciones académicas, festivales especializados en la parte monetaria y en la difusión, tanto de los organismos estatales como del sector privado.
Si ya hablábamos de cumbres en la ficción, los documentales no se quedan atrás. Noelí en los Países del tándem compuesto por Laura Amelia Guzmán e Israel Cárdenas, que es toda una reflexión de largo alcance sobre una joven mujer caribeña y sus circunstancias vitales. Open Doors (Puertas Abiertas) de Pavel Marcano o Tierra, Arroz y Sudor, corto de Mariel Aponte, son parte de un género que también necesita ver aumentada su visibilidad y reforzar los soportes financieros para que la producción se vea estimulada.
Está demostrado que contamos con actrices y actores capaces de dar la talla en las producciones locales, y que se van incorporando nuevos talentos, pero es patente que van con cierta desventaja delante de figuras provenientes de la televisión o los llamados influencers. Son atendibles los valores mercadológicos de estos personajes mediáticos, aunque es deseable que eleven sus habilidades interpretativas.
Los ritmos acelerados de rodaje son la norma en la mayoría de los casos y sería deseable una cierta desaceleración, tal y como lo planteaba el director y productor español Gerardo Herrero, que filmó aquí su obra 7 Muertes. Sin volver a la época en donde se imponía una lentitud desesperante, se necesita darle el espacio de maduración que requiere este producto artístico-industrial para que el realizador pueda construir sus imágenes con la solidez requerida.
El guion es uno de los puntos más delicados porque su elaboración requiere darle tiempo a la reflexión, a la revisión y al pulimiento de lo ya hecho. Al observar películas de este 2018, a varias les faltaba trabajar a fondo este apartado, tal era la crudeza que se notaba en la pantalla. Como afirmaba el maestro japonés Akira Kurosawa: “Con un mal guion, incluso un buen director es incapaz de realizar una buena película”.
¡It´s a wrap!
Se avanza en la distribución, aunque el esfuerzo debe ser mayor para elevar las cuotas de películas dominicanas en los mercados internacionales y así replicar el éxito de “Qué León”, cuya distribución en los países de la región del Caribe y o en Bolivia ha tenido como resultado 500,000 espectadores y todavía no se estrena en Estados Unidos.
Mercadear y publicitar son acápites donde se aprecia un crecimiento, dando muestras de fortaleza en un área en la que anteriormente no sobresalíamos. A la par de inyectar más recursos, las estrategias están mejor pensadas y se ejecutan acudiendo al rigor metodológico. De ahí los resultados exitosos obtenidos por varias películas y se le envía un mensaje a quienes no toman en cuenta esta herramienta.
2018 fue un año de cierta estabilidad en la cinematografía dominicana, y si se analiza globalmente, se puede tener un cierto grado de optimismo a pesar de los señalamientos de debilidad en algunos renglones. Se notan cambios sutiles pero importantes en lo estético y lo financiero, que de continuar, influirán en el futuro de esta cinematósfera nuestra, esperamos que para bien.