Opinión

Un componente esencial para impulsar todo proceso de avance económico viene dado por el uso y aplicación de la tecnología, la cual se proyecta sobre el conjunto del proceso productivo y el desarrollo social.

Pero, ¿en qué consiste la tecnología? Digamos que es un método “que se utiliza para transformar los insumos en productos, abarcando mucho más que la maquinaria, pues incluye el conocimiento, herramientas, técnicas y acciones que se aplican para transformar las materias primas en bienes y servicios”, al decir de investigador D. Jackson Helidiegel.

No todas las economías del mundo registran los mismos niveles de innovaciones y aplicaciones tecnológicas en el desempeño de sus actividades productivas, comerciales y financieras. Lo cierto es que el rezago tecnológico constituye una realidad material presente ya a nivel global ya dentro de un contexto regional e incluso al interior de un país determinado.

Las diferencias de avances tecnológicos entre países se traducen en atrasos o desbalances durante el proceso de producción de bienes y servicios.

Así, en este 2019 la región latinoamericana y caribeña (caracterizada como una de las que acusan alto nivel de retraso tecnológico) se encuentra muy atomizada, dividida, fragmentada en sus iniciativas integracionistas debido a la incidencia de factores políticos adversos estimulados por fuerzas externas ajenas a los reales interés regionales, pues en ellos predominan la visión geopolítica.

Es en las pequeñas y medianas empresas donde se registran altos niveles de retrasos tecnológicos lo que se expresa en una competitividad ante similares de otros países que les restan acceso a mercados externos.

María Laura Chacón, investigadora de la Universidad Tecnológica de El Salvador sostiene lo siguiente: “La economía mundial además de que se caracteriza por los avances tecnológicos también lo hace por la globalización e integración empresarial, que se incrementan en los comienzos del nuevo siglo con la entrada de nuevos competidores al mercado mundial”.

Ya el presente siglo XXI agota su segunda década y en la actualidad se acentúa la creación de cadenas de valor entre empresas no sólo en la esfera de la producción, sino en los canales de comercialización. El componente tecnológico ocupa un sitial determinante en los índices de competitividad.

Y pensar que el mundo desarrollado está impactando por la denominada Cuarta Revolución Industrial de la que nos habla el pensador alemán Klaus Schwab en su prédica dentro del Foro Económico Mundial donde los componentes robóticos y la propagación del uso de tecnología de la información “con los componentes digitales, físicos y biológicos” anuncian el advenimiento de una nueva era productiva y laboral.

En países como Estados Unidos, Alemania, Japón y Francia, para sólo citar algunos ejemplos, la revolución tecnológica está sembrando preocupación en círculos laborales llegándose a pensar que los robots y las máquinas desplazarán a muchos trabajadores de sus tradicionales puestos de trabajo.

No sería desfasado profundizar en el uso de los avances tecnológicos para impulsar un mejor desempeño de las economías latinoamericanas y caribeñas, como parte integral de la economía mundial.

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