Cultura

La ruta crítica que nos trazamos para acceder a la producción cinematográfica dominicana nos lleva a los eventos que privilegian al cortometraje como su opción. Creemos que Mahoma debe ir hacia la montaña en vez de esperar que esta se desplace hacia Mahoma. Valorar estos cortos es una decisión clara para quien los coloca al mismo nivel de los largometrajes.

Un prejuicio que aún subsiste en amplios sectores es creer que estos trabajos de breve duración no pasan de ser prácticas de estudiantes. Los más benevolentes asumen que son peldaños para subir al Olimpo del largo metraje, una equivocación en toda regla que cree que un cuadro es menos artístico por su tamaño, por lo cual “El Perro Andaluz” de Luis Buñuel o “El Salero de Francisco I” de Benvenuto Cellini, no serían consideradas obras de arte.

En las peripecias de la ceremonia del Oscar 2019 se pretendió dejar fuera a los cortos en la transmisión de la entrega de premios, haciéndolo durante los comerciales, pero la reacción furibunda de los cineastas hizo que tal medida fuese desestimada. El comunicado, que fue encabezado por figuras como el director Martin Scorsese o la directora de fotografía Rachel Morrison, para solo citar dos, dieron una razón inobjetable: “El cine comenzó en corto”.

La travesía de ver cortos en espacios tan dispares como El Festival de Cortos Libélula Dorada, La Semana Más Corta – PUCMM-, el Concurso de Cortos del Festival Fine Arts, El Minuto del Agua o El Minuto y Medio Contra la Violencia Machista, el Concurso de Cortos con Celulares de la Vicepresidencia de la República, el Concurso de Cortos Mujeres de la Resistencia del Museo Memorial de la Resistencia Dominicana, las exhibiciones de los cortos de la Escuela de Altos de Chavón o los ciclos organizados por Cinema Boreal, entre otros, nos dejan ver claramente cuáles son los patrones estéticos de estos trabajos y de sus creadores.

Frente a todo esto, la posición de la crítica tiene que involucrar una necesaria conciencia y dotarse de amplias visiones para abarcar con sus herramientas analíticas al sector cortometraje, asumiendo el reto de lograr una mayor visibilidad de cara a los espectadores de este género. Opinar sobre esto no debe ser un ejercicio ligero y de pasada, pues de ser así, seguiremos en un estado de neblinoso conocimiento de esta parte de nuestro cine.

Miopías, daltonismos y astigmatismos

Siendo redundantes, se puede observar en la fotografía de una cierta cantidad de cortos, un descuido, no ya solo en la composición de la imagen, el uso de los movimientos o los ángulos, que por suerte los mejores trabajos evitan, pero en el fondo, lo más grave es la carencia conceptual de las imágenes que remite a una vaciedad de significado.

Un patrón que se sigue en la fotografía es hacer que todo se vea, que absolutamente todo se vea con una claridad deslumbrante. Todo esto se traduce en una iluminación plana que conspira en contra de la atmosfera de la obra, algo vital para la conexión con el espectador. Los realizadores deben entender que no están en un set de tv para iluminar de manera tan plana.

La actuación no es de los elementos más favorecidos, pues podemos notar el caso de cortometrajes que estando bien realizados técnicamente, con buen guion y buena temática, son echados a perder por actuaciones descuidadas, lasas y en el peor de los casos, con una interpretación demasiado cercana al teatro, un error que es responsabilidad del director en su labor del ojo que todo lo ve, o debe verlo.

En sus apuntes sobre el arte del cuento, el profesor Juan Bosch opinaba que en este género el escritor no podía desviarse ni entretenerse, siguiendo derecho hasta la conclusión, so pena de perder la atención del lector. Se pueden aplicar estas máximas al corto y la verdad sea dicha, la difusa narrativa de muchos cortometrajes dominicanos atenta contra la atención de sus espectadores.

De todos los males que afectan a las breves piezas fílmicas dominicanas, uno de los más peligrosos es el abuso de la voz en off, un recurso que se usa hasta el cansancio, insistiendo en utilizarlo como cubrefaltas o solucionador de todas las inconstancias narrativas o las pocas habilidades del guionista con los diálogos.

La brevedad de las imágenes

Enumerar algunos de los vicios en la construcción de estas piezas cortas no es incongruente con la realidad de un sector que produce verdaderas obras de arte con vocación de comunicarse, de decir cosas sobre la vida, la sociedad y la existencia. Cortos de tan buena factura como lo son “Santo Cerro” de Rodney Llaverias, “Chanel” de Humberto Vallejo, “Papá Liborio” de Óscar Pérez, “Elena” de Ayerim Villanueva, “Cállate Niña” de Victoria Linares Villegas, etc, son las muestras de que tenemos una calidad que se incrementa.

La gran producción de cortometrajes dominicanos se enfrenta al desafío de seguir elevando sus niveles estéticos dejando atrás conceptos y prácticas que impiden una mejor factura en la producción de obras del género. La realización de los cortos exige una larga serie de condiciones en las que sus autores no pueden quedarse cortos.

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