Hablan los hechos

En la actualidad el mundo está guiado por los avances y desarrollo de la tecnología, la cual se ha constituido en una fuerza transformadora y un motor para el cambio social, situación se ha venido registrando desde la Revolución Industrial. Sin embargo, aunque se reconoce que la revolución digital ha generado beneficios a corto plazo, estos en su gran mayoría se han concentrado en la esfera privada y en pocas manos.

La concentración segmentada de los beneficios derivada de la revolución tecnológica ha tenido un impacto directo sobre la desigualdad social entre los países, fruto de que las ganancias están fortaleciendo el bienestar de una élite de empresas, pero no el de la sociedad en su conjunto. Tal realidad generada por la relación entre tecnología y desigualdad es derivada de que en el mundo está la persistencia de la brecha digital, cuya máxima expresión se puede verificar en que más de un 60% de la población mundial sigue sin conexión a Internet, es decir, excluida de la economía digital.

La desigualdad entre países es muy notoria ya que muchos de estos que eran pobres, aprovecharon tal situación como una oportunidad para adoptar, y mejorar, el conocimiento y las tecnologías, lo que se ha convertido en el motor que ha impulsado una mejora sustancial en su crecimiento económico.

La desigualdad entre países es muy notoria ya que muchos de estos que eran pobres, aprovecharon tal situación como una oportunidad para adoptar, y mejorar, el conocimiento y las tecnologías, lo que se ha convertido en el motor que ha impulsado una mejora sustancial en su crecimiento económico. Los países más beneficiados de ese cambio de actitud han sido China, en particular Hong Kong, Singapur, Corea del Sur, Taiwán y la India, los cuales exhiben impresionantes tasas de crecimiento del PIB impulsadas por el sector de la tecnología.

A escala global, el crecimiento económico resulta siendo distribuido inequitativamente, lo cual se observa en que la mayoría de los países que eran pobres hace 50 años, continúan sometido a ese flagelo social. La explicación más objetiva de la persistencia del fenómeno de la inequidad se encuentra en que la gran mayoría de los países no han realizado la innovación tecnológica a la velocidad requerida para alcanzar niveles de crecimiento del PIB más incluyente, capaz de entrar a la ruta del progreso y la equidad social.

La explicación más objetiva de la persistencia del fenómeno de la inequidad se encuentra en que la gran mayoría de los países no han realizado la innovación tecnológica a la velocidad requerida para alcanzar niveles de crecimiento del PIB más incluyente, capaz de entrar a la ruta del progreso y la equidad social.

Muchos países sustentan su crecimiento económico en los mismos sectores de hace 50 años, por tanto, este no se está correspondiendo con los estándares internacionales que favorecen los cambios estructurales que reducen la desigualdad económica y social que afecta al mundo de hoy. El crecimiento económico que experimentan los países que no asumen los cambios tecnológicos no se puede comparar con los demás países de la región a la que corresponden ya que este crecimiento no se produce en los mismos sectores ni mucho menos se mide con un valor monetario común.

A pesar de que muchos países han tenido logros de un crecimiento de alta velocidad, pero este no se ha traducido en una reducción sustanciosa en la brecha de desigualdad de ingreso entre países. La dispersión de ingresos promedio entre países pobres y países ricos sigue siendo tan grande como siempre se ha registrado a través de la historia, situación que explica en una alta proporción la presencia continúa del círculo vicioso del fenómeno de la pobreza y la inequidad.

El crecimiento económico que experimentan los países que no asumen los cambios tecnológicos no se puede comparar con los demás países de la región a la que corresponden ya que este crecimiento no se produce en los mismos sectores ni mucho menos se mide con un valor monetario común.

Para que se tenga una idea de la grave situación predominante en el mundo, solo hay que señalar que aunque la tasa de pobreza mundial se ha reducido a la mitad desde el año 2000, en las economías regiones en desarrollo aún una de cada diez personas, y sus familias, sigue subsistiendo con 1,90 dólares diarios y hay millones más que ganan poco más que esta cantidad diaria. El malestar de la pobreza va más allá de la falta de ingresos y recursos para garantizar unos medios de vida sostenibles, es un problema de derechos humanos, expresada a través del hambre, la malnutrición, falta de una vivienda digna, limitación al acceso de la salud y la educación, entre otros.

Los organismos internacionales que tratan el tema de la pobreza, han admitido que más de 783 millones de personas vive por debajo del umbral de pobreza internacional, con 1,90 dólares diarios. En efectos, para el 2017, menos del 10% de los trabajadores de todo el mundo vivían con sus familias con menos de 1,90 dólares diarios por persona y que las altas tasas de pobreza se encuentran a menudo en los países pequeños, frágiles y afectados por conflictos, donde solo el 45% de la población mundial estaba amparada por un sistema de protección social con al menos una prestación en efectivo.

El malestar de la pobreza va más allá de la falta de ingresos y recursos para garantizar unos medios de vida sostenibles, es un problema de derechos humanos, expresada a través del hambre, la malnutrición, falta de una vivienda digna, limitación al acceso de la salud y la educación, entre otros.

Al destacar el hambre como flagelo social, hay que resaltar que el sector alimentario y el sector agrícola ofrecen soluciones claves para el desarrollo, los cuales son vitales para la eliminación del hambre y la pobreza. En el mundo una de cada nueve personas está subalimentada en la actualidad; esto es, alrededor de 815 millones de personas en el mundo y en el que la mayoría de las personas que sufren de hambre viven en los países en desarrollo, donde el 12.9 % de la población se encuentra subalimentada.

La desigualdad prevaleciente a escala global tiende a profundizarse si no se hace énfasis en la educación, ya que esta se convierte en la base para mejorar la vida y el desarrollo sostenible. En adición, mejora la calidad de vida de las personas, el acceso a la educación inclusiva y equitativa puede ayudar abastecer a la población local con las herramientas necesarias para desarrollar soluciones innovadoras en cada país.

En la actualidad, en pleno siglo XXI, más de 265 millones de niños y niñas no están escolarizados y el 22% de estos están en edad de asistir a la escuela primaria y la mayoría de los que asisten a la escuela carecen de los conocimientos básicos de lectura y aritmética. Esta situación empeora mucho más al identificarse que 57 millones de niños en edad de escolarización primaria siguen sin asistir a la escuela y que 617 millones de jóvenes en el mundo carecen de los conocimientos básicos en aritmética y de un nivel mínimo de alfabetización.

La evidencia empírica demuestra que aunque la economía global ha crecido y existe un consenso, cada vez mayor, de que el crecimiento económico no está resultando suficiente para reducir la pobreza y que no es inclusivo para desactivar la expansión de la desigualdad económica, social y ambiental.

El mundo transita por un dualismo impresionante e inverosímil entre la globalización y la inequidad tal como se refleja en el hecho de que la escasez de agua afecta a más del 40% de la población mundial y se prevé que este porcentaje aumente. Peor aún cuando se sabe que más del 80% de las aguas residuales resultantes de actividades humanas se vierten en los ríos o el mar sin ningún tratamiento, lo que provoca su contaminación y que cada día, alrededor de 1000 niños mueren debido a enfermedades diarreicas asociadas a la falta de higiene.

La desigualdad global parece no tener solución ni limites, si se considera que el 13% de la población mundial aún no tiene acceso a servicios modernos de electricidad y que 3000 millones de personas dependen de la madera, el carbón, el carbón vegetal o los desechos de origen animal para cocinar y calentar la comida. La evidencia empírica demuestra que aunque la economía global ha crecido y existe un consenso, cada vez mayor, de que el crecimiento económico no está resultando suficiente para reducir la pobreza y que no es inclusivo para desactivar la expansión de la desigualdad económica, social y ambiental.

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