A escala planetaria existe el consenso de que la globalización se ha convertido en el canal por el que se han abierto todas las puertas a la discusión y el debate contemporáneo sobre la reestructuración económica, la reforma del Estado, la recomposición de las equidades, la transformación de los valores, los referentes culturales y simbólicos y la reconstrucción de las ideologías. Esto tiene su explicación en que el concepto globalización tiene relación directa con la transformación de los procesos económicos y las relaciones sociales.
La dinámica del fenómeno de la globalización ha conducido a la utilización de una gran cantidad de metáforas espaciales para intentar describirlo, razón por la que hoy en día es muy común identificarlo con términos como desterritorialización, flujos espaciales, compresión espacio-temporal, diáspora, redes territoriales, tiempos reales y calentamiento global. A partir de estas terminologías es que se ha logrado entender mejor que la lógica de globalización no sólo era desde lo global hacia lo local, la existencia de unas tendencias, fuerzas, procesos, proyectos o actores globales que se imponían sobre otros ubicados localizadamente.
Se trata de que las profundas transformaciones en las relaciones sociales que se han venido presentando en las últimas décadas y que vienen redefiniendo todas las dimensiones de la materialidad socio histórico y que las escalas geográficas de reescalamiento que se presenta de las relaciones sociales es múltiple. Esto implica que el actual proceso de globalización, no conlleva a una absoluta territorialización de las sociedades a escala global, tampoco a una completa desterritorialización en el flujo de un espacio supraterritorial, sin distancias ni fronteras, sino más bien conduce a una reestructuración multi-escalar de la organización territorial de la financiación y el poder político y económico proveniente de las grandes economías del mundo.
Desde una visión geopolítica, que incide sobre los espacios económicos regionales, o geoeconomía, es mucho más claro interpretar que la inversión internacional domina la internacionalización más de lo que lo hacen los intercambios, y por tanto da forma a las estructuras que predominan en la producción y el intercambio de bienes y de servicios en sus diferentes vertientes. Pero resulta que los flujos de intercambios entre las empresas globales han adquirido cada vez más importancia, razón por la cual la inversión internacional está respaldada evidentemente por la globalización de las instituciones bancarias y financieras cuyo efecto consiste en facilitar las fusiones y las adquisiciones transnacionales, en el contexto geopolítico en que se han venido produciendo.
Es en ese contexto que desde el punto de vista geopolítico se puede interpretar la globalización como una tendencia profunda del desarrollo económico, tecnológico y cultural en la sociedad contemporánea que opera en la forma de redes de intercambios y flujos materiales y no-materiales sobre determinados espacios geo-económicos. En tal virtud, desde esta perspectiva, la globalización se inserta en el sistema económico mundial a través de redes que operan a escala de ciertos espacios geo-económicos, es decir, territorios jerarquizados y estructurados en función de los recursos económicos y tecnológicos de que disponen.
A la luz de la verdad, las relaciones económicas globalizadas operan sobre una configuración territorializada de recursos tecnológicos, informáticos, financieros, humanos, sobre una compleja red de redes y líneas comunicacionales, de transporte, informacionales, de navegación, etc. Pero resulta que este fenómeno tiene como función principal operar los intercambios y materializar las relaciones de poder, configurándose así una compleja armadura a escala de ciertos intercambios económico e instalado en territorios que están definiendo los esquemas geopolíticos inducidos por los intereses económicos, corporativos y Estatales, para facilitar los intercambios.
Bajo ese enfoque se entiende mejor que el regreso de la importancia de la geopolítica en las relaciones internacionales en el mundo globalizado. Las grandes transformaciones registradas en las últimas tres décadas han puesto en evidencia que América Latina sigue como el continente de la esperanza, habitado por más de 600 millones de personas, donde la superación de la desigualdad social y económica se ha convertido en una deuda acumulada que no ha logrado saldarse.
Una reflexión pausada permite observar que América Latina en la geopolítica mundial fue desde finales del siglo XV hasta el primer tercio del siglo XIX, víctima del euro-colonialismo; y después de sus luchas de liberación, lo fue del neo-colonialismo económico y en algunos casos político de los EE.UU. Si se asume que la geopolítica del siglo XXI hace referencia a la geografía pero también a la historia, a la sociología, al derecho, a la economía, entonces se puede llegar a la conclusión de que la región de Latinoamérica ha sido víctima de los intereses de las grandes potencias económicas, lo que ha definido su participación en la dinámica económica y política global, con el agravante de que ningún país de la región ha podido considerarse como desarrollado.
Como se sabe, entre los grandes desafíos geopolíticos del siglo XXI pueden mencionarse el terrorismo, las nuevas expresiones de la guerra, el calentamiento global, los Estados fallidos, el control del espacio ultraterrestre, las ciberguerras, el retorno de la piratería, el islamismo político, el tema del hambre y la pobreza, la ecología. En el marco de la geopolítica del siglo XXI, América Latina se ha convertido en las últimas décadas en un escenario cada vez más estratégico para las grandes potencias del mundo, lo que obliga a ver este fenómeno con fría cautela en el contexto de su nivel de relación global para las alianzas comerciales y geopolítica a escala planearía, observándose la construcción de una frontera imperial fruto de las promisorias expectativas con relaciones estructuralmente consolidadas a mediano y largo plazo, donde cada cual reclama mayor incidencia en las decisiones del poder político y económico.