Cultura

La viralidad se ha extendido al ámbito cinematográfico, y como no podía ser de otra forma, los generadores de contenidos han dado con una mina de oro a la hora de aprovecharse de este fenómeno. Una generación de espectadores se atraganta de películas con una voracidad nunca vista antes.

En tiempos anteriores a la conjunción de multicines y las plataformas como Netflix o Disney, el consumo desmesurado de imágenes era limitado por cuestiones físicas o de acceso. Aquellos a los que se podía señalar como omnívoros, a estas alturas se les recuerda con un candor casi angelical.

Si sacamos cuenta de las pequeñas cantidades de filmes ofertados en el pasado, tendremos una idea aproximada de lo sobrecogedor que es la oferta del mercado hoy, la cual el público goloso deglute sin hacerle ascos a productos escandalosamente carentes de sustancia que debido a su empaque mercadológico se transforman en fenómenos de masas .

A menudo sonábamos con ese « Mundo Feliz » al que aludía Aldous Huxley en su novela, en el que los amantes del séptimo arte íbamos a escoger a la carta, dentro de una oferta variada, lo mejor del cine mundial. Pero como diría alguien: «Sí pero no». La verdad es que la avalancha ha venido, pero en lo que se refiere la calidad, nos quedan a deber.

Uno de esos sujetos que se ofenden por lo más mínimo o que le buscan cinco patas al gato, podría acusarnos de no captar el espíritu de la época y negarnos a desfilar de buen grado en «la caravana de lentejuelas y lucecitas brillantes», en virtud de una cinefilia trasnochada, pudiendo tener razón en algunos casos. Pero la verdad es que, sin negar las innegables bondades de la amplísima oferta, lo que nos desagrada es esa glotonería fílmica que no filtra nada.

TRAGAR Y MASTICAR CINE

La lógica debería indicarnos que no podemos verlo todo y que es imposible ser un experto en todos los géneros, amén de la necesaria reflexión entre película y película para procesar la información que nos provee cada una, para producir un análisis con la serenidad y profundidad suficientes.

Después de ver una cantidad apreciable de filmes, nuestro cerebro pasa por una sobrecarga y entra en un automatismo que excluye lo analítico. Y es un índice de que nos está pid

iendo una pausa o una disminución en la ingestión de imágenes so pena de provocar una caída estrepitosa del sistema. Quien no comprenda esta parte, terminará perdiendo la sensibilidad, componente esencial del proceso.

Un buen filme es similar a esos licores de gran calidad, pero para los cinefagos da lo mismo Transformers de Michael Bay que Pacific Rim de Guillermo del Toro, lo importante para ellos es la cantidad, y que se le reconozca por eso, por su capacidad de tragar films. Cualquier intento de razonar con estos seres se estrellará contra su perenne gula.

La selectividad en el visionado es todo lo contrario al elitismo, lo que se persigue es maximizar el aprovechamiento del contenido de esta o aquella película, dedicándole la atención temporal suficiente que nos permita un dialogo interactivo con ella. Elegir una obra sobre otra es una tarea que no siempre es agradable o exenta de equivocaciones, pero es un deber ineludible para los analistas.

El consumo sin un criterio definido, o la acumulación de contenidos al estilo Rico McPato, es navegar sin brújula en el océano de las imágenes. Pero cada quien elige o puede elegir sus formas de consumir cine. De lo que estamos seguros es que por ninguna de esas vías signadas por el facilismo se puede llegar nadie a convertir en un analista riguroso de este arte.

CONSUMO SELECTIVO O GULA DESMEDIDA ?

Al hacer estos apuntes sobre el consumo de obras cinematográficas, la idea no es estigmatizar o crucificar la alta ingesta de una cierta cantidad de espectadores o analistas, pues en todo caso tienen derecho a ello ya que existe el libre albedrio. Lo que se busca es crear consumidores más conscientes e informados. Se puede estar actualizado sin necesidad de atragantarse de películas.

La cinefagia no es un fenómeno nuevo, pero dados los volúmenes producidos en el mercado del cine, así mismo crece la ansiedad por no dejar de ver nada de lo que se exhiba. La apuesta debe ser por un analista o cinéfilo más selectivo, sin caer en las sobredosis que solo producen zombis.

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