Opinión

En el clásico de Samuel Huntington El Orden Político en las Sociedades en Cambio, cuya 2da edición fue publicada en 1996 cuando el PLD accede por 1ra vez al Poder, el prologuista, Oscar Oslak infiere que el autor plantea un dilema de hierro: “o bien las elites establecidas compiten entre sí para organizar a las masas por medio del sistema político existente, o las elites disidentes las organizan para derribar ese sistema. De aquí concluye que, en el mundo modernizador, el que organiza su política es el que controla el futuro”.

En la visión del sociólogo polaco Zygmunt Bauman que vivió sus últimos años en Reino Unido, en la sociedad actual se ha producido una ruptura con las estructuras tradicionales del Estado moderno caracterizadas por su estabilidad, solidez, rigidez y extensa temporalidad; las sociedades y sus Estados Nacionales se han diluido o disuelto en el espacio global, la inconsistencia de las relaciones humanas, el cambio constante, la transitoriedad de fenómenos sociales vinculados a factores educativos, culturales y económicos han devenido en lo que denomina modernidad líquida.

La sociedad que eufemísticamente llama líquida, porque se acomoda al recipiente que la contiene y difícil de atrapar con las manos, emerge en contextos cambiantes y multiformes y arrastra consigo la relativización de valores tradicionales, la incertidumbre en la pertinencia de los oficios e inestabilidad de los puestos de trabajo, así como la consiguiente angustia existencial, escenario en el cual sólo el 1% que monopoliza el poder se encuentra material y socialmente seguro.

La obra fue publicada en 1999, justamente durante la primera experiencia en la gestión de gobierno del PLD y parecería que 20 años después el partido mejor estructurado del país, único en América, como lo describió su fundador, ha derivado, quizás sin proponérselo, por decisión propia, en un prototipo de esa sociedad licuada que brillantemente describe Bauman y las manifestaciones nocivas que se asocian a tal condición cuando no se reacciona oportuna y creativamente son más que evidentes.

Todo cambio, adecuación o modificación a las normas de organización, funcionamiento o conducta del PLD y los peledeístas debe, no sólo tomar en cuenta los nuevos encuadramientos normativos del Estado Social y Democrático de Derecho adoptado a partir del 2010, como las nuevas instituciones y leyes que le complementan, sino además una correcta caracterización de la realidad política actual y su entorno; conviene entonces un intento de recrearla pues como sostenía Bosch en los métodos de trabajo del PLD:

“En el caso de un partido político había que hallar una teoría que fuera el resumen de todas las prácticas que se siguen en los trabajos destinados a mantener funcionando una organización humana, pero al concretarlos al PLD esa teoría tenía que responder a los conceptos organizativos que pueden aplicarse en un país como el nuestro, y a su vez esos conceptos organizativos tenían que responder a los fines políticos que debía cumplir el PLD”.

“Observen que hemos hablado de ‘un país como el nuestro’. Esas palabras, sostiene Bosch significan al mismo tiempo que los conceptos organizativos que debíamos aplicar tenían que estar al alcance de la comprensión del pueblo dominicano y específicamente al alcance de los miembros del PLD que iban a aplicarlo. (…)”

“(…) Sin métodos de trabajo (conocidos y aplicados de manera concienzuda y detallada por cada uno de sus miembros) no podría haber PLD porque el PLD es un Partido de organismos, no de individuos y un organismo existe y funciona sólo si aquellos que lo componen se mantienen unidos en todas las circunstancias…”

El PLD surge en medio de las tensiones que en los órdenes local e internacional caracterizaba la época de la guerra fría, obviando y superando el entorno que polarizaba las fuerzas partidarias de los modelos del capitalismo y socialismo, la brillantez de su líder fundador, junto a un pequeño grupo de intelectuales y profesionales, le permitió construir una sólida organización que pudo evadir esa dicotomía abrazándose a un programa de liberación nacional centrado en la soberanía de las naciones y de la autodeterminación de los pueblos!

Con la caída del muro de Berlín, el advenimiento del nuevo siglo y la irrupción de nuevas tecnologías que han revolucionado la forma de comunicación, relacionamiento de las personas y su cotidianidad, estábamos obligados a cambiar, sin embargo la orientación del cambio debía preservar nuestras esencias; con las nuevas oleadas de globalización la participación y la transparencia han devenido en un valores universales y tales circunstancias nos convocan a revisar y reajustar las formas del ejercicio político.

En la actualidad “las bases del PLD” se mantienen postradas en su laberinto, a la espera de que se baje línea como reducto de “una sola vía” del clásico principio del centralismo democrático del “partido de nuevo tipo” que se tornó en anacrónico, beneficiando exclusivamente a la cúpula partidaria que se prevalece de la sumisión del centralísimo y niega la discusión democrática.

En la presente etapa está en marcha la estocada final, enajenar al PLD de su esencial identidad de partido doctrinario, como se preserva en términos formales en su Declaración de Principios y algunos de los artículos de unos estatutos que requieren de urgente y sustantiva modificación

La imposibilidad de celebrar sus congresos ordinarios, que es una obligación estatutaria, al cual sus autoridades deben rendir cuentas, someterse a evaluación y exponerse a la revocación de los mandatos otorgados, ha dado paso a la negación de derechos y la rutinización del partido morado, como la extensión de mandatos por disposiciones administrativas, de dudosa legitimidad y validada por los mismos beneficiarios del privilegio, en una suerte de reparto del poder partidario y estatal, dada su dilatada condición de partido oficial.

¿Qué hacer entonces ante la terquedad de los hechos? ¿Anclarse en las añoranzas de un pasado irrepetible o rendirse ante la levedad del pragmatismo y el individualismo desenfrenado?

Ni lo uno ni lo otro, los actores llamados a preservar al PLD como legado del pueblo dominicano tienen que encontrar respuestas creativas e inteligentes que permitan la simbiosis de todo lo que permanece como valores inmanentes y la indispensable renovación ante el cambio permanente, con sentido de justicia y progreso social. Ese es el desafío presente.

Qué permanece:

Valores inmanentes a preservar:

1) Servicio (como vocación)

2) Ética (como práctica de vida)

3) Justicia Social (como predominio del bien común sobre el individuo)

4) Identidad: reconocernos localmente como ciudadanos dominicanos (en lo nacional)

5) Solidaridad: reconocernos globalmente como especie humana (en lo internacional).

Qué cambia:

Como adaptabilidad al cambio de entorno y tiempo.

Dimensiones cambiantes que emprender:

a) Del Partido de Organismos

Al partido de redes orgánicas

b) Del Partido de Estructuras Rígidas

Al partido de organización flexible

c) Del Centralismo Democrático

A la consulta y el consenso

d) Del Verticalismo/Jerarquización

A la horizontalidad y la meritocracia

e) Del Liderazgo Individual y Centralizado

Al liderazgo colectivo y compartido

¡¡Quien no es capaz de innovar está compelido a desaparecer!!

Santo Domingo, D. N.,

02 de abril de 2019

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