Opinión

El pasado 21 de diciembre se conmemoró el 508 aniversario de aquel histórico, memorable, impactante, estremecedor y conmovedor sermón pronunciado por fray Antonio de Montesinos en 1511, de la Orden Sacerdotal “Los Dominicos”, frente a las principales autoridades coloniales establecidas en la isla “La Española”, conocido como “El Sermón de Adviento”.
Se le conoce así porque coincidió con la celebración del cuarto domingo de adviento o tiempo de preparación de la venida del Mesías, que conmemora la Iglesia Católica.
Fue la primera manifestación de protesta, defensa, reclamación, denuncia y recriminación en América contra los colonizadores españoles, ya que en él se sintetiza la opresión, injusticias, crueldades, explotación, el castigo inmisericorde, los atropellos y abusos a que estos, en su afán desmedidos de extraer el oro , sin ningún derecho ni justicia, sometieron a nuestros aborígenes a arduas e inhumanas labores, sin que se les suministraran alimentos ni curados cuando enfermaban, tratándolos peor que a los animales.
Para ese día fueron convocadas las principales autoridades coloniales a la Iglesia Catedral, entre ellas el almirante Diego Colón, hijo de Cristóbal Colón y el Gobernador fray Nicolás de Ovando. También estaba presente Bartolomé de Las Casas, en su calidad de encomendero (personas que se distribuían los indígenas con la supuesta finalidad de protegerlos y educarlos).
Dicho sermón fue redactado por el superior de la primera comunidad de la Orden de los Dominicos en “La Española”, fray Pedro de Córdoba y firmado por todos los miembros de dicha orden. Se instruyó a fray Antón de Montesinos para su predicación, dadas sus condiciones de gran orador y de poseer una potente voz, capaz de estremecer los sentimientos de todos los presentes en el templo religioso.

Ese Sermón causó tanta preocupación, indignación y enfado entre las autoridades y encomenderos presentes que Diego Colón, con fuertes amenazas, le exigió al superior de dicha orden sacerdotal que debía retractarse el próximo domingo, de todo lo expresado el domingo de adviento. Éste le manifestó que lo expresado por Montesinos no era un asunto individual, sino, el consenso de toda la orden religiosa, basado en los testimonios y observaciones de los atropellos y maltratos a los indígenas por los colonizadores españoles.

Si el Sermón de Adviento causó un gran revuelo entre las autoridades españolas, el pronunciado el domingo 28 de diciembre, “Día de los Santos Inocentes”, le puso “la tapa al pomo”, pues en presencia de todas las autoridades, fray Antón de Montesinos volvió a tronar con un tono de voz mucho más fuerte, valiente, decidido y desafiante, pues amplió las denuncias de los maltratos y abusos contra los indígenas.

“Las Casas”, convencido de que las encomiendas eran un abuso y un acto de explotación, renunció a su condición de encomendero, convirtiéndose en defensor de los derechos de los indios.

Los ecos de aquellos sermones resonaron muy pronto por toda España, pues Diego Colón y los encomenderos se quejaron ante el Rey Fernando el Católico de la conducta asumida por los dominicos, quien de inmediato se vio en la necesidad de estudiar con profundidad sus denuncias, las cuales habían conmovido a toda América y a Europa.

El Rey Fernando estableció en Burgos una Junta de Juristas y Teólogos, para que examinara las quejas originadas en “La Española” y tratara de elaborar leyes, que contribuyeran con la convivencia, la paz, el respeto y la solución de dichas violaciones. Se aprobó un conjunto de normas que constituyen el primer cuerpo legislativo sobre la colonización de los países americanos. Fueron promulgadas el 27 de diciembre de 1512.
Estos sermones no cayeron en sacos rotos, pues marcaron el inicio del reconocimiento de la dignidad de los indios, del respeto a la diversidad cultural y religiosa en América, lo que dio origen a la “Teología de la Liberación”, que fueron los primeros aportes para la Declaración Universal de Derechos Humanos en la Asamblea General de las Naciones Unidas, celebrada en Francia en 1948
La República Dominicana debe promover y enseñar en nuestras escuelas estas primicias religiosas, históricas y culturales, sobre todo ahora que ha sido remozado el monumento a fray Antón de Montesinos.

El autor es Contador Público Autorizado
Máster en Relaciones Internacionales
Ex diputado al Congreso Nacional

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