Cuando el francés Jean-Paul Garnier construyó y envió a Montecristi un reloj montado en una estructura de hierro en forma de botella de champaña, nunca imaginó que su obra formaría parte de la historia dominicana.
Ubicado en el Parque Duarte, fue llevado a esa ciudad del noroeste del país el 11 de marzo de 1895 en el vapor Lavonia e inaugurado el 29 de junio de ese mismo año.
Según historiadores, el Generalísimo Máximo Gómez y el apóstol cubano José Martí estuvieron presentes cuando la pieza llegó al lugar, y se le atribuye a este último la expresión: “Este reloj marcará muy pronto la hora de redención de Cuba”.
Frase muy a tono para la fecha, pues se estaba a pocos días de firmar el histórico Manifiesto de Montecristi, documento donde ambos patriotas anunciaron al mundo las razones del reinicio de la guerra del pueblo cubano por su independencia.
Con una altura de 96 pies y tras acumular hasta el momento tres restauraciones, es uno de los símbolos más impresionantes de la ciudad y el lugar es frecuentado por turistas interesados en la historia.
Se dice que la iniciativa de instalarlo allí fue del venezolano Benigno Daniel Conde, quien trabajó por varios años en casas comerciales de esa urbe
.El 12 de septiembre de 1893, Conde solicitó a la comunidad la autorización para montar la estructura y se llevó a cabo gracias a una recolección de dinero efectuada por el Ayuntamiento para su compra.
Hoy por hoy, el Reloj de Montecristi marca el tiempo para sus habitantes, gracias al cuidado y la dedicación de Rafael Peña, quien heredó de su padre la tarea de proteger esta joya de la orfebrería.