Cultura

Martha Sánchez *

La Habana (Prensa Latina) El séptimo arte a nivel mundial vive una época de incertidumbres generadas por una pandemia de efectos aún incalculables; pero el nuevo cine latinoamericano está adaptado a luchar y sobrevivir y a mostrar, precisamente, esas historias.

Durante la segunda mitad del siglo XX, un grupo de realizadores audiovisuales eligieron hacer arte a partir de los relatos e identidades de sus propios países; muchas veces obviados o tergiversados por las grandes industrias.

El nuevo cine latinoamericano devino original plataforma de creación artística y de exposición de las realidades del continente, sus verdades íntimas, que incluyen añoranzas, silencios, dolores, deudas, alegrías y la diversidad, fuente de grandes riquezas culturales.

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Mientras la Covid-19 obligó a suspender varios de los grandes certámenes del mundo, el Festival Internacional del Nuevo Cine Latinoamericano decidió mantenerse fiel a su historia en Cuba, donde ni siquiera los ciclones han doblegado la voluntad de exponer esa producción fílmica marcada por las alegorías de múltiples pueblos.

Lejos de contraerse, el evento se expandió; los 10 días habituales de proyecciones se convirtieron en 20, en función de brindar un panorama más abarcador y trasladar las sesiones competitivas, conferencias y debates para dentro de unos meses, cuando se espera un mayor control de la situación epidemiológica y mejores posibilidades de viaje.

Giroud piensa que el nuevo cine latinoamericano incita a la reflexión

A criterio del presidente del Festival Internacional del Nuevo Cine Latinoamericano, Iván Giroud, la 42 edición ofrece una oportunidad de apreciar esta forma de arte de una manera más pausada, pero igual de interesante.

Por primera vez se proyectarán obras en dos momentos: 98 títulos, del 3 al 13 de diciembre; y más de 100, del 11 al 21 de marzo, ocasión en la cual se entregarán los Corales -premios distintivos del evento- y se dialogará en torno al tema propuesto desde la clausura del festival anterior: el cine joven en América Latina.

Un cineasta primero debería formarse intelectualmente, tener una preparación no solo cinematográfica, sino como un intelectual, acopiar conocimientos y estar muy pendiente de todo lo que está sucediendo en su entorno, su realidad; pero creo que todas las figuras sobresalientes en el cine latinoamericano son así, comentó Giroud a Prensa Latina.

A juicio del directivo, la formación no solo se logra en las escuelas de cine, estas constituyen un paso para adquirir herramientas, ir entendiendo un lenguaje y cómo llegar a dominarlo; pero…

¿Qué vas a decir con ese lenguaje y con esa técnica? ¿Dónde están tus preocupaciones, tus angustias, tus temas? ¿Dónde los vas a buscar? ¿Qué referentes usarás: los personales, los sociales? Esto forma parte de una formación también humanística que es fundamental, explica Giroud.

El experto sabe que se puede hacer un cine con buenos resultados técnicos y que aporte solo al entretenimiento, pero el nuevo cine latinoamericano va más allá: incita a la reflexión, al cuestionamiento, revela, propone, impacta, tributa a la sensibilidad y la comprensión.

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En los últimos años, mujeres de este continente han ido ganando espacios dentro de los equipos de realización audiovisual como directoras, productoras, sonidistas, editoras y otros roles tradicionalmente asociados a los hombres.

No basta con que estudien y se gradúen cineastas mujeres en todas las especialidades, es un tema de voluntad política, debería estar en las agendas de los gobiernos ese reconcomiendo, esa importancia, esa necesidad, porque las diferencias son milenarias, un cambio no se logra de un día para otro, advierte.

Sin embargo, resulta importante la visibilidad conquistada por el tema en los últimos años, quiere decir que esa necesidad se ha hecho cada vez más presente, se está marcando más, y yo creo falta hacer mucho, prácticamente hay que hacerlo todo, porque este tema va en la conciencia de las personas, subrayó.

Medidas de aislamiento social en múltiples países obligaron en 2020 a cerrar los cines y las plataformas digitales, entre ellas, las redes sociales, emergieron como grandes difusoras de la producción audiovisual.

Giroud califica de insustituible la experiencia en la sala de cine; pero valora la posibilidad brindada por los escenarios virtuales de superar el aislamiento y de aprovechar el natural proceso de desarrollo tecnológico, el mismo que un día dio origen al séptimo arte y lo ha ido enriqueciendo como manifestación durante décadas.

Hay que hacer mucho trabajo de formación de público, para devolverle a los cines el espacio que ha ido perdiendo con el tiempo, se trata de una tendencia mundial y nos preocupa a quienes nos dedicamos a promover el cine, reconoció.

En el fondo, creo que todo va a ir encajando en un mundo nuevo que hay que empezar a vivir, contaminado, alega este defensor de la convivencia y la complementariedad entre los espacios físicos y los virtuales.

Desde el inicio, el cine se pensó para viajar, moverse, trasladarse; tiene esa vocación, esa naturaleza internacional, hoy en día ya no tiene que viajar la película en físico, lo hace de otra manera, como un archivo de un servidor a otro y se proyecta en un cine. Estos cambios tecnológicos posibilitan también otros movimientos, observó Giroud.

Con la intención de resaltar la importancia espiritual del séptimo arte, la campaña promocional del 42 Festival Internacional del Nuevo Cine Latinoamericano se apoya en el eslogan: “Lo que recetó el doctor”, como una reafirmación del valor del arte y la cultura en una época de crisis.

En tiempos de inevitables referencias a la medicina y al personal de la salud, no solo es importante curar el cuerpo, sino mantener el alma. El cine es un arte y medio para mantener la mente sana, sostienen los organizadores de la cita de La Habana.

Los relatos de la pandemia, particulares en cada país, llegarán en forma de audiovisuales a los próximos eventos; pues este período influirá en la historia inmediata del mundo.

Sin embargo, ninguna calamidad alterará la esencia del Festival Internacional del Nuevo Cine Latinoamericano que se confirma como un espacio de inclusión, de múltiples voces, de resistencia y solidaridad, de disfrute del séptimo arte con los colores propios de este continente.

PRENSA LATINA Y EL FESTIVAL
La Agencia Informativa Latinoamericana Prensa Latina auspicia desde 1985 un Premio Colateral con el objetivo de estimular el movimiento del nuevo cine latinoamericano, que irrumpió con singular fuerza en los años 60, del siglo XX, para proponer la búsqueda de una imagen visual descolonizada.

La llorona, coproducción de Guatemala-Francia, mereció en 2019 el premio Glauber Rocha que otorga Prensa Latina

A partir de tales presupuestos, al lauro se le dio el nombre del cineasta brasileño Glauber Rocha, uno de los pioneros de ese movimiento y creador de una filmografía de alrededor de 15 documentales y películas de ficción, entre ellas clásicos como Dios y el diablo en la tierra del sol y Antonio das Mortes.

Esta última ha quedado como uno de los exponentes más altos de la cinematografía de América Latina, a la que contribuyó decisivamente con una obra recorrida por la poesía y el testimonio social.

Representantes de distintos medios periodísticos internacionales acreditados en Cuba integran el jurado cada año y a continuación presentamos la lista completa de títulos premiados:
1985: Se le otorgó al realizador argentino Fernando Birri, de manera excepcional, por el conjunto de su filmografía.
1986: La hora de la estrella, de Suzana Amaral (Brasil)
1987: Vivir en Los ángeles, del cineasta chicano Cheek Marin
1988: La boca del lobo, de Francisco Lombardi (Perú)
1989: La nación clandestina, de Jorge Sanjines (Bolivia)
1990: Rodrigo D-No Futuro, de Víctor Gaviria (Colombia)
1991: La mujer de Benjamín, de Luis Carlos Carrera (México)
1992: El viaje, de Fernando Solanas (Argentina)
1993: Un muro de silencio, de Lita Stantic (Argentina)
1994: El jardín del Edén, de María Novaro (México)
1995: El callejón de los milagros, de Jorge Fons (México)
1996: Arturo Ripstein por el conjunto de su filmografía (México)
1997: Martin (Hache), de Adolfo Aristarain (Argentina)
1998: La vendedora de rosas, de Víctor Gaviria (Colombia)
1999: Garaje Olimpo, de Marcos Bechis (Argentina)
2000: Amores perros, de Alejandro González Iñárritu (México)
2001: Una casa con vista al mar, de Alberto Arvelo (Venezuela)
2002: Ciudad de dios, de Fernando Meirelles (Brasil)
2003: Carandirú, de Héctor Babenco (Brasil)
2004: Machuca, de Andrés Wood (Chile)
2005: El caracazo, de Román Chalbaud (Venezuela)
2006: La edad de la peseta, de Pavel Giroud (Cuba)
2007: El baño del Papa, de Enrique Fernández y Cesar Charlone (Uruguay)
2011: Habanastation, de Ian Padrón (Cuba)
2012: Violeta se fue a los cielos, de Andrés Wood (Chile)
2013: La jaula de Oro, de Diego Quemada-Diez (México-España)
2014: Relatos Salvajes, de Damián Szifrón (Argentina)
2017: Matar a Jesús, de Laura Mora (Colombia-Argentina)
2018: La noche de 12 años, de Álvaro Brechner (Uruguay-España-Argentina-Francia)
2019: La llorona, de Jayro Bustamante (Guatemala-Francia)

RETOS DE UNA PANDEMIA
El Festival de La Habana -evento más importante de la cinematografía de la región- nunca se ha suspendido y sus realizadores intentan defender la continuidad, aunque conscientes de que los efectos de la Covid-19 se sentirán en todos los países durante años.

En un contexto marcado por una pandemia, los organizadores de la cita anual en Cuba recuerdan que no solo es importante curar el cuerpo, sino mantener el alma y, en ese sentido, el cine es un arte y medio para conservar la mente sana.
arb/msm

*Jefa de la Redacción de Cultura de Prensa Latina

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