El anuncio de la Policía Nacional sobre el desmantelamiento de la denominada banda de “moto-asaltantes”, que operaba en grupos en zonas comerciales y residenciales de la capital, no ha alejado el temor de la población.
Las imágenes puestas a circular de atracos, robos y agresiones a transeúntes y automovilistas son espeluznantes, como la descripción del equipo de la televisora Telesistema, atracado mientras recogía imágenes para una historia periodística, escenas que no se ven ni siquiera en ambiente de guerra.
La indignación de la población ha llegado al púlpito en la persona del sacerdote Félix Encarnación, quien, con el jefe de Estado presente entre sus feligreses, se quejó de la delincuencia que afecta el país.
“No importando la condición social o rango, desde que una persona ve un motor, el temor se apodera (de ella). Aspiramos a vivir como antes, con las puertas abiertas”, dijo el sacerdote, quien cerró sus palabras lamentando que no existe un espacio del territorio nacional, ni siquiera a un metro del Palacio Nacional, en donde el ciudadano se sienta seguro.
Esperamos que la sinceridad y valentía del sacerdote no le acarren contratiempos de parte de autoridades intolerantes y poco receptivas. El padre habló por el país.
Los actos delincuenciales se le han ido de la mano a un gobierno en el que lo cosmético es fundamental y que de cualquier situación que se le insinúa culpan de inmediato al pasado gobierno.
En esa tesitura se produjo la reacción de la senadora por el Distrito Nacional que, cual disco rayado y a más de un año del gobierno, atribuye las infracciones, atracos y asaltos al pasado gobierno.
La semana anterior la indignación y desesperación de la población motivaron pronunciamientos del liderazgo político y empresarial que demandaron del gobierno solución a ese problema social.
Los reclamos fueron respondidos con expresiones pintorescas, risibles y frustrantes para un pueblo que tiene entre sus mayores anhelos el vivir en paz y superar sin contratiempos sociales las limitaciones de la actual crisis sanitaria y económica.
La señora gobernadora de Santiago explicó que la delincuencia que se ha desbordado en los municipios santiagueros tenía su explicación en que los vehículos de la Policía Nacional estaban siendo reparados, por lo que no se contaba con ellos para los habituales patrullajes.
El flamante Ministro de Interior y Policía reveló que no han puesto en ejecución el programa “Mi País Seguro” debido a la falta de la asignación presupuestaria por parte del gobierno.
Su franca respuesta vino posterior a la insistencia de los periodistas en el acto en el que se anunció un “Monumento a la Paz” con las armas recolectadas en un “exitoso” programa de desarme voluntario.
Quien puso la tapa al pomo fue el Presidente de la República, quien dijo que está al tanto de la ola de atracos encabezada por bandas motorizadas y que día a día atiende el problema de la delincuencia para lograr su disminución. Sin embargo, recordó que la estrategia de su gobierno para mejorar la seguridad ciudadana es un proceso que va a durar por lo menos dos años, y que es posible que empeore antes de que mejore.
«Estamos saliendo de una crisis económica que genera situaciones como esta». Agregó que esos casos son consecuencia de muchos años de descuido, pero advirtió que no lo permitirá.
Son solo ejemplos de declaraciones desatinadas, propias de quienes mucho hablan cuando de lo que se trata es de hacer. Lo cierto es que la angustia, la desesperación y el miedo prevalecen ante la imparable ola de asaltos y robos en todo el país.
En la campaña electoral pasada se sazonó una llamada “Estrategia Integral de Seguridad Ciudadana”, que hasta ahora no ha tenido ningún resultado. Y para rematar, el propio jefe de Estado nos dice que es posible que la situación podría empeorar antes que mejorar. Y entonces, la pregunta que se hace el país es ¿quién podrá defendernos?