Dotado de un carácter pragmático y la energía de 30 calendarios, como certifica casi siempre, el ex gobernante Luiz Inácio Lula da Silva, de 76 años de edad, presentó el último 7 de mayo en Sao Paulo su candidatura a la presidencia de Brasil en los comicios del próximo 2 de octubre.
Aunque faltan tres meses para el disparo de arrancada oficial de la campaña electoral -16 de agosto-, Lula y el mandatario Jair Bolsonaro actúan ya, cual impetuosos pretendientes, en busca del principal cargo de dirección del país en las elecciones de octubre.
El fundador del Partido de los Trabajadores (PT) afirmó que deseaba retornar al poder para que nadie se atreva a desafiar a la democracia de nuevo. Y así, remarcó, el fascismo regresa a la cloaca de la historia, de donde nunca debió salir, en alusión a la administración de Bolsonaro.
“No hay mayor fuerza que la esperanza de un pueblo que sabe que puede volver a ser feliz”, aseguró el exdirigente obrero en la sala Expo Center Norte, donde además presentó el movimiento Vamos Juntos por Brasil, que reúne a siete partidos políticos y grupos sindicales y sociales con la causa común de derrotar en las urnas al jefe de Estado.
Lula reiteró una vez más su aspiración de “reconducir a Brasil hacia el futuro por los caminos de la soberanía, el desarrollo, la justicia e inclusión social, la democracia y el respeto al medioambiente”.
También, en modo campaña, Bolsonaro, quien ambiciona un segundo mandato, trató de lanzar recientemente su candidatura en Brasilia, pero su nueva organización política, el Partido Liberal, reculó y coordinó un acto moderado, teniendo en cuenta posibles violaciones de la ley electoral.
Como era de esperar, el excapitán del Ejército pregonó lo que se pronostica como su lema de contienda: “Nos jugamos una lucha del bien contra el mal”. Entre sus armas, además de responsabilizar a la pandemia de la Covid-19 de la catástrofe económica, acude a programas de beneficios sociales para procurar ensanchar las posibilidades de triunfo, pero enfrenta cifras negativas y falta de credibilidad.
A las claras, según analistas, se prevé una campaña polarizada en extremo, como fiel retrato de la lucha de clases en el gigante sudamericano.
Comentaristas políticos consideran que la pugna entre Lula y Bolsonaro podría ser la batalla inconclusa de las justas comiciales de 2018, tras la condena sin pruebas emitida por el exjuez Sérgio Moro contra el líder del PT para apartarlo de la carrera por el Palacio del Planalto (sede del Poder Ejecutivo).
En aquel entonces, un tribunal derogó la candidatura del exmandatario al estar sancionado por supuestos actos de corrupción; sin embargo, en marzo de 2021 la Corte Suprema anuló todas sus penas y recuperó los derechos políticos y la posibilidad de presentarse en las votaciones.
Lula, con 40,6 por ciento de los votos válidos, aparece con una visible ventaja hacia la próxima consulta presidencial, según una nueva encuesta.
El estudio de la Confederación Nacional de Transporte y el Instituto MDA muestra a Bolsonaro como segundo clasificado, con un 32 por ciento.
De acuerdo con esa pesquisa, el expresidente ganaría en una segunda vuelta (30 de octubre) contra el exparacaidista por 14 puntos (50,8 por ciento frente a 36,8).
Brasil, el país más rico de América Latina, tendrá un pétreo combate electoral, cuyo resultado posiblemente dejará secuelas mucho más allá de sus fronteras, opinan diversas voces.