Hablan los hechos

Por Stella Calloni*

Ha triunfado la fórmula del Pacto Histórico de Gustavo Petro y Francia Márquez en la primera vuelta de las elecciones del pasado 29 de mayo en Colombia, donde por primera vez ganó un movimiento de izquierda o alternativo al poder en un escenario complejo y amenazante.

También se enfrenta a una oligarquía proestadounidense, que ejerce el poder desde principios del siglo XX bajo un sistema presuntamente democrático que encubre el terrorismo de Estado y la soberanía limitada por la ocupación militar extranjera, de lo cual nadie habla. Los analistas en general dejaron fuera en este contexto la respuesta a una pregunta clave: ¿puede hablarse elecciones democráticas en un país de América Latina como es Colombia, ocupado militarmente por una potencia extranjera, con nueve bases militares y otra cantidad de establecimientos, y que a la vez impone sus medidas económicas, políticas, educativas y culturales a pesar de la resistencia cada vez más activa del pueblo?

La injerencia estadounidense en Colombia está enraizada en toda su historia. En este siglo XXI es un país donde existe el mayor ejército de la “Doctrina de Seguridad Nacional” de Estados Unidos como durante la “guerra fría”.

A su vez utiliza otro ejército de las sombras, integrado por paramilitares, es decir, mercenarios y asesinos que convirtieron el territorio colombiano en un extenso cementerio de tumbas colectivas bajo la experta dirección de Estados Unidos e Israel, entre otros.

Encabeza Colombia la lista de asesinados y desaparecidos en América Latina desde principios del siglo XX hasta ahora. Este es sólo la punta del iceberg de lo sucedido en ese país y en toda la región, que aún sigue en estado de dependencia. El colonialismo o el neocolonialismo son parte de nuestra vida hoy.

En Colombia los políticos opositores, los dirigentes de los pueblos originarios, sociales, sindicales, campesinos, obreros, estudiantes, intelectuales y periodistas que desafíen al “establecimiento”, son automáticamente condenados a muerte.

Sólo basta con leer los periódicos recientes donde dan cuenta de las permanentes masacres en todo el país, a pesar de los reclamos de un pueblo agobiado por la violencia y la pobreza.

PODER HEGEMÓNICO Y SUS CÓMPLICES

Los Acuerdos de Paz firmados entre las guerrillas de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia-Ejército del Pueblo (FARC-EP), que surgió en los años 50-60, y el gobierno bajo la presidencia de Juan Manuel Santos, el 26 de septiembre de 2016 en La Habana, Cuba, fueron obstaculizados por el poder hegemónico y sus cómplices locales.

El asesinato en forma atroz de unos 300 exguerrilleros que se integraron a cooperativas o a trabajar en zonas campesinas, son una amenaza para toda la población.

Entre los puntos aprobados en los Acuerdos de Paz figuraban muchas de las posibles soluciones reclamadas por la población colombiana en su conjunto para acabar con la tragedia de la violencia, los asesinatos, las desapariciones forzadas, la pobreza, la indigencia, la injusticia y lograr su soberanía efectiva.

Asimismo para que vuelvan a sus tierras ocho millones de refugiados internos y los miles y miles de refugiados en el exterior.

Es necesario recordar que desde el 9 de abril de 1948 cuando fue asesinado por la CIA el candidato presidencial liberal Jorge Eliécer Gaitán, el más popular de los líderes de ese país, comenzó lo que se llamó el período de “la violencia”.

Surgieron los llamados “pájaros” (paramilitares), de cuya extrema ferocidad da cuenta la dramática historia colombiana, cuya capital Bogotá era considerada hasta principios del siglo XX como la “Atenas” de América Latina. “El derecho a vivir” es una de las consignas expresadas durante las últimas movilizaciones.

Las elecciones se produjeron después de las mayores y más largas movilizaciones populares, a lo que gobierno de Iván Duque, digitado por el expresidente Álvaro Uribe Vélez, acusado por crímenes de lesa humanidad cometidos durante por su gobierno (2002- 2010) y su papel clave en los vínculos estatales con los paramilitares, ordenó reprimir con extrema violencia dejando muertos, heridos, secuestrados y desaparecidos en todo el país.

Es la respuesta típica del terrorismo de Estado sobre una población que se movilizó y continuó en su rebelión desde el 28 de abril de 2021, después de una serie de marchas en protesta por una reforma que derivó en un paro nacional convocado por la Central Unitaria de Trabajadores (CUT), hasta los primeros meses de este año. Era la chispa que faltaba para incendiar la pradera.

Las imágenes de la brutal represión de policía, ejército y paramilitares, repetidas contra los manifestantes en ciudades y poblaciones, impactaron a nivel nacional y mundial, lo que indudablemente se reflejó en las últimas elecciones.

RELACIÓN CON LA OTAN

Mientras tanto Estados Unidos avanza en ganar terreno y de eso trata el anuncio del presidente Joe Biden, quien después de reunirse con su par colombiano Iván Duque el pasado 10 de marzo, dijo que Colombia ocupará un nuevo status como “aliado importante de la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN).

De hecho hay algunos países latinoamericanos extra OTAN, lo que no implica la membresía en este organismo que sólo existe para naciones europeas, Estados Unidos y Canadá.

Sin embargo no es coincidencia que ante la llamada guerra de Rusia y Ucrania (en realidad Estados Unidos y la OTAN), el único país latinoamericano convertido en el “mayor aliado” de este organismo es Colombia, con una posición “estratégica” en la región.

Es un país bioceánico -Pacífico/Atlántico (mar caribe). Tiene tanto territorio continental fronterizo como en la zona marina. Limita con Panamá, Brasil, y Venezuela Perú y Ecuador (región andina).

Fijó sus fronteras marítimas con países vecinos mediante acuerdos en el mar Caribe (Nicaragua, Costa Rica, Haití, Honduras, Jamaica, República Dominicana y Panamá) y en el océano Pacífico (Costa Rica, Ecuador y Panamá).

¿Puede creer alguien que Estados Unidos, que volvió a imponer en ese siglo la Doctrina Monroe de 1823 -la cual indicaba que Nuestra América era para los “americanos del norte”- estaría dispuesto a abandonar Colombia tan estratégicamente colocada en el mapa de la recolonización y dentro de los “conflictos de Baja Intensidad” previstos?

La Doctrina Monroe es el más ambicioso plan de expansión colonial desde el sur del Río Bravo (México) hasta Tierra de Fuego (Argentina).

COMPARACIÓN DE UCRANIA CON COLOMBIA

La comparación de Ucrania con Colombia es que ambos países figuran en los mapas siniestros de la OTAN, marcados como “imprescindibles” y “estratégicos” para sus planes guerreros en este siglo.

Sólo basta con mirar adonde apuntan las armas de la OTAN en los países integrados a ese organismo. Por ejemplo, ¿hacia dónde apuntan las armas acumuladas en las zonas fronterizas de Colombia con Venezuela?

¿Hacia qué otros países fronterizos apunta el ejército colombiano bajo el mando de los expertos del Plan Colombia, que con el ALCA (Área de Libre Comercio para las Américas) derrotada en 2005, en Mar del Plata, Argentina, formaban la dupla ideal para apropiarse y recolonizar América Latina y el Caribe?:

¿Para qué guerra se prepara Estados Unidos en nuestro continente con nuevas bases militares, además de las que mantiene en Colombia y especialmente en Panamá y Perú? (citamos a los que más tienen).

* Escritora, periodista y analista internacional argentina

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