Opinión

Finalmente, fue destituido el ministro de Educación, pero ya el daño está hecho. El que se vio venir desde el primer momento, cuando centenares de técnicos en quienes el Estado había invertido ingentes recursos en capacitación fueron echados de la institución.

El daño que se vio venir cuando empezaron a ser violados todos los procesos, todas las normas para selección de personal docente y administrativo.

El daño que se advirtió cuando empezaron a brotar por doquier los escándalos de corrupción en las dependencias del ministerio denunciados por cientos de participantes engañados en licitaciones pecaminosas.

El daño que ahora requerirá de más años y mucho más recursos para reparar.

El daño que ha dejado a centenares de miles de estudiantes pobres fuera de las aulas. El propio ministro habla de 200 mil, pero todo el mundo sabe de la gravedad del tema.

Todo lo que se podía fue pervertido por una gestión ominosa que deja un muy triste recuerdo de lo que ha traído el “cambio” funesto.

Paralizada la construcción y entrega de las nuevas escuelas recibidas muchas de ellas en punto de entrega.

Olvidado el Plan Nacional de Alfabetización de Adultos.

Suspendida la jornada escolar de ocho horas, uno de los logros más sobresalientes de la educación dominicana.

Abandonado el Plan de Alimentación Escolar y devenido el INABIE en teatro del escándalo.

Ninguneado el Pacto Nacional por la Educación.

Convertido en botín el 4% del PIB que se invierte en educación.

No hay espacio para abarcar los desmanes del huracán Furcal contra la educación dominicana.

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