Opinión

La humanidad ha demostrado que no puede permanecer todo el tiempo bajo terror, es posible soportarlo por un período determinado, y aún así, siempre bajo la existencia de grupos rebeldes que luchen en contra.

Quizás no toda la militancia del Partido Revolucionario Moderno (PRM) está consciente de cómo la actitud persecutora y de retaliación les hace daño en su calidad de personas políticas que necesitan vivir en un país donde cada vez más la democracia y los procedimientos legales sean más fuertes y respetados, porque de lo contrario, su destino será serle útil a un grupo empresarial indiferente al crecimiento de un estado de bienestar colectivo, favoreciendo sus intereses particulares que fomenten el verdadero RETROCESO del desarrollo social basado en los principios de equidad.

Si los perremeístas políticos, no los típicos oportunistas que surgen cómo sanguijuelas de las clases gobernantes, siguen sirviéndole de vía útil, por un lado a grupos minoritarios extremistas que devoran a quienes no le sirven en su eterna inconformidad, y por otro, a una clase de blanquitos que lo único que buscaron fue el poder para ayudar a sus amistades, sin aportarle nada más a este país que gevitos asalariados que se entienden superiores a quienes trabajaron para llevarlos al poder, terminarán con el cuchillo cada vez más cerca de su yugular.

Yo siempre he creído que la impunidad no le hace bien a la sociedad. La ciudadanía necesita, hasta por un asunto de dignidad y de salud mental, vivir en sistemas donde se respeten las reglas y se cumplan las leyes. La impotencia que nos deja la injusticia, es lacerante y duele en el alma.

Lo que no está correcto es canalizar esa impotencia en base a entender que los procedimientos judiciales no son la consecuencia de un sistema garantista de derechos que ha costado mucho desarrollar a lo largo de los años y las experiencias vividas en guerras, miserias, hambrunas, dictaduras y todo tipo de calamidades. Es preciso evitar volver al equivalente de los tiempos de hogueras, lapidaciones y repudio público, gracias a manipulaciones, filtraciones de documentos confidenciales por parte de quienes los crean, más, la comunicación en base a intrigas y siembra de veneno.

Las consecuencias de permitir que nuestro país se convierta en un estado judicializador de la política, estará asociada a que la verdad será siempre aquella que manejen quienes tienen poder económico y mediático, sin cuestionamiento alguno.

Por otro lado, todo esto que está pasando en nuestra sociedad, debe de servir de aprendizaje a líderes que han hecho de la política un espacio donde muchas veces más ha importado mantenerse cómodo en círculos de poder, que realmente ocuparse por ser justos dentro de su partido, con quienes han dedicado su vida a crear una carrera política que les permita tomar las riendas de forma consciente, con pensamiento y compromiso profundo y bien formado.

No hay otra manera legal de ocupar una plaza electiva que no sea mediante un partido o agrupación o movimiento político, siendo el primero el único en capacidad legal de llevar a alguien a ser presidente, senador o diputado. Es decir, que destruir los partidos no le conviene a nadie.

Tampoco se podrá pretender mantener a la clase política opositora en un estado de terror eterno, porque eso no pasará, como tampoco, ese intento de meter a todo el mundo en un mismo saco

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