Por: María Hernández | Es lamentable que tantas personas tengan que perder la vida en las vías de la República Dominicana por la oscuridad que afecta a más de un noventa por ciento de calles, avenidas, autopistas y carreteras de nuestro país.
Solo en algunas ciudades como Santiago la mayoría de las calles céntricas están iluminadas por el trabajo que hizo, en ese sentido, la gestión pasada.
Esta semana otro joven falleció debido a que antisociales les arrebataron la vida para robarle su motocicleta, en una zona de la autopista Seis de Noviembre cuya característica principal es la penumbra.
Las autoridades que tienen que ver con el tránsito como el Gabinete del Transporte, el Instituto Nacional de Tránsito y Transporte Terrestre (Intrant), la Dirección General de Seguridad de Tránsito y Transporte Terrestre (Digesett) y el Sistema de Asistencia Vial, del Ministerio de Obras Públicas deben sentarse a trazar estrategias para devolver la seguridad a las calles de nuestro país.
Si tienen que integrar a los guardias, a través del Ministerio de Defensa deben hacerlo ante la amenaza que representan estos actos delictivos frecuentes que llevan dolor y luto a las familias.
Falta iluminación en infraestructuras viales tan importantes como los puentes, túneles y elevados que hacen que los conductores tengan que subir las luces al máximo para evitar colisiones lamentables.
Los cruces de los puentes del río Haina, tanto por el puente Troncoso como por la Seis de Noviembre permanecen a oscuras a pesar de la peligrosidad que representan.
Vías tan transitadas como la autopista Las Américas y la Charles de Gaulle, así como la Ecológica, avenida San Vicente de Paul, carretera Mella, Jacobo Majluta y otras mantienen muchos tramos con las bombillas a oscuras.
Hasta la reconstruida autopista Duarte mantienen sin iluminación la mayoría de sus tramos, en especial por el municipio de Villa Altagracia que es donde más accidentes se producen.
No es posible que las personas salgan de su trabajo en sus motores y dejen de respirar en las vías para siempre.
Con lamentar los hechos, después que suceden, no se evitan las tragedias que ya tienen cansada a la población.