Opinión

Por: Roberto Rodriguez Marchena | Convertirse en partido de gobierno y ejercer como tal durante 20 años, permitió al PLD realizar una profunda transformación del Estado, pilotar y estimular un formidable crecimiento económico, social, tecnológico, educativo, sanitario y cultural de la República Dominicana.

La preparación, cultura y conciencia política partidaria, la seriedad, el patriotismo, la honestidad y la disciplina de los cuadros políticos del PLD que asumieron funciones en el Estado, convirtieron a los peledeístas en los mejores servidores públicos, tal como se lo propuso Juan Bosch cuando renunció del PRD para fundar y construir un partido diferente al PRSC y PRD.

Al dedicarse por entero a gobernar, en un contexto mundial de privatización de la política, de marketinización de la vida cotidiana y al permitir la masificación de su membresía sin ofrecerle formación política, el PLD empezó a operar casa vez menos como partido y cada vez más como maquinaria electoral. Muy exitosa, por cierto.

Operar como maquinaria electoral tiene beneficios, pero también grandes riesgos. Entre ellos, la deificación del votante emotivo y desechable y la inutilidad del militante pensante y duradero, y que convierte el tiempo entre procesos electorales en tiempo muerto y la campaña electoral en zafra.

Esos riesgos no advertidos o quizás inevitables, con las prisas de ganar, importantizaron a los candidatos, al punto de fragmentar la dirección partidaria, a pasarse por encima los Estatutos y la Declaración de Principios y a inobservar normas, procedimientos y la disciplina partidaria.

El resultado fue la ingobernabilidad del PLD, la insolencia estatutaria indisciplinada, la babelización de la conversación y un caótico arroz con mango ideológico que provoca confusión y baja productividad al dificultarle funcionar adecuadamente.

Restablecer la autoridad de los Estatutos y de la Declaración de Principios, disponer de planes de trabajo medibles como motor y cohesionador partidario, reconstruir la convivencia partidaria con un régimen de consecuencias, devolverá la gobernabilidad y la funcionalidad al PLD.

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