Por: Sergio Sarita Valdez | El diccionario de la lengua española es para el idioma castellano lo que sería la Biblia para el judeocristianismo. A cada palabra se le asigna uno o varios significados según lo acuerda la Real Academia Española. El texto asigna dos interpretaciones al término mentalidad. Para este artículo utilizaré la segunda acepción que lo define de la siguiente manera: “Cultura y modo de pensar que caracteriza a una persona, a un pueblo, a una generación, etc.”. En 1637 el filósofo francés René Descartes publicó su clásico libro “Discurso del método” en el cual estampó la famosa frase “Pienso, luego existo”, la cual ha sido interpretada de maneras distintas por idealistas y materialistas. La Neurobiología médica moderna identifica las bases moleculares y los lugares en nuestro cerebro donde se sintetizan y guardan en memoria todos los pensamientos. La inteligencia artificial en su variante de redes neuronales pretende imitar al sistema nervioso central, llegando a postularse que, en un futuro cercano, esta última estará dotada de conciencia.
En la vida coloquial del campesino dominicano era común escuchar con frecuencia el vocablo: “Una cosa piensa el burro y otra el que lo apareja”
Psiquiatras criollos de la talla de Antonio Zaglul y Fernando Sánchez Martínez, por solo mencionar dos, han escrito textos acerca de la Psicología dominicana. Políticos y sociólogos tales como Juan Bosch y Franklyn Franco nos legaron varias obras en las que tratan de dar una explicación a la forma en que se comportan los dominicanos y las dominicanas en el quehacer cotidiano. Los humoristas populares Freddy Beras Goico y Radhamés Sepúlveda, alias Pildorín interpretaban de forma jocosa nuestras distintas maneras de razonar.
El análisis serio y sosegado del modo como se conduce cada ciudadano nacido y criado en el territorio nacional, en distintas épocas y niveles socioeconómicos arroja resultados distintos a lo que mucha gente cree. Cierto que compartimos una que otra opinión, pero en sentido general sigue siendo una verdad de Perogrullo aquello de que “Cada cabeza es un mundo”. En una sociedad infinitamente fragmentada en la que unos pocos nadan en la abundancia de recursos financieros y que previamente fueron dotados de conocimientos y entrenamiento técnico-científico, en tanto que una gran mayoría de la población lucha por subsistir en medio de crónicas deficiencias en la alimentación, techo, transporte, salud y educación.
Aunque se llamen dominicanos, ¿Pueden pensar y comportarse de igual modo dos personas una de las cuales fue educada en un colegio con los mejores profesores y luego asistió y se graduó en una universidad élite mundial, en tanto que la otra, hija de dos desheredados de la fortuna, apenas completó los estudios primarios, o quizás logró educación secundaria, accediendo después a la universidad del Estado para graduarse de lo que pudo y no de lo que quiso o tenía vocación?
Más que hablar de la mente del dominicano es mejor referirse a las mentalidades dominicanas puesto que son tan variadas como el arcoíris, las notas musicales, los microbios, insectos, animales, mares y continentes. Paradójicamente, el cambio climático, la guerra y las pandemias nos igualan y matan a todos, mansos y cimarrones.