Opinión

El realizador busca lo necesario para completar un filme, y se auxilia de la estructura productiva, trabajando hombro a hombro con ésta. Así conecta dos hemisferios, el artístico y el financiero, vitales ambos para alumbrar un producto que complazca a los sectores involucrados en la difícil cuestión de entretener y a la vez dejar dividendos.

Los engranajes se mantienen activos, pues los cines, al igual que New York, no duermen ni descansan para poder satisfacer el apetito de esas pupilas insomnes de los espectadores, cuya ausencia de paciencia para disfrutar de las novedades es legendaria. Nada sacia la sed de nuevas películas. Buenas o malas, todas alcanzan una cuota, pero algunas no llegan ni a la mínima.

La industria hollywoodense se inventó los preestrenos en pueblos remotos y también los pases cerrados. Con este sistema obtienen datos del desenvolvimiento de los filmes en las carteleras, toman nota de las diferentes reacciones del público y realizan encuestas a la salida de las exhibiciones. Todo esto se analiza, se observa el comportamiento en las escenas y se vuelve a la sala de montaje para afinar diversos elementos.

En otras industrias se auxilian de las sesiones destinadas a expertos, conocedores, gente de la industria, público de estratos escogidos que por sus reacciones y comentarios pueden dar pistas sobre cómo podría funcionar la película de cara a las audiencias generales. Aunque no siempre con la precisión exacta. Cosa muy difícil de hacer.

Nuestro público quisqueyano, educado en un cine comercial de origen mayoritariamente norteamericano, se compagina en los tiempos actuales con una producción criolla que compite con esos productos foráneos. Y mire usted, a veces los sobrepasa. Porque calidad o discurso aparte, la empatía es conseguida por los temas o por las figuras que interactúan en estos filmes.

¿EL PUBLICO ES NUESTRO?

¿Es cierto que la gente prefiere las comedias y no quiere drama? Depende…, diría la documentalista y estudiosa del cine dominicano Martha Checo. Depende de sus figuras, de la publicidad, y de si le toca alguna fibra a ese espectador que lo haga identificarse, divertirse o subirse en la ola de los sucesos de moda, o todo. Porque todo vale.

Lo que no es aconsejable es burlar a estos públicos con ofertas engañosas, como pasó con Suicide Squad donde se nos vendió en los tráileres que la participación del personaje del Joker era de una extensión mayor que la presentada en el filme. Demás está decir que mucha gente se sintió burlada, pues es una estafa prometer o sugerir cosas de este tipo y no cumplirlas.

Los tráileres pueden ayudar a vender la película, esa es su función primordial. Fallar en la elaboracion de este medio es un error fatal que se paga con creces, impactando de manera negativa en la taquilla. De manera que si se sigue descuidando este apartado, los productores fracasarán en atraer más gente y ganar más dinero.

La diversidad temática es algo a lo que no se le ha puesto la atención debida. No hablo necesariamente de bajar la producción de comedias, ni de aumentar la de dramas, o de destinar mayores espacios al documental o a los cortos. Esta multiplicidad debe ir de manos del aumento de la calidad narrativa y actoral.

Es posible que uno de nuestros talones de Aquiles esté en la definición de los roles en el guion. ¿Por qué en los roles? He visto películas en las que muchos de los personajes principales deambulan de acá para allá, sin una motivación clara, ejecutando tareas con poca lógica. De este modo es imposible una identificación de quienes pagan las taquillas, con dichos personajes.

Aquellos que asumen la falta de inteligencia de esos públicos, ofreciéndoles el mismo menú en repetidas ocasiones, puede que estén poniendo en juego su continuidad en una industria que ya acusa cansancio de ver a los mismos actores haciendo de sí mismos, película tras película.

CORREGIR LO QUE ESTÁ MAL

Aquellos tiempos en que la gente no apoyaba a las películas locales puede ser que no vuelvan, pero más de un productor podría sentir en carne propia la falta de público en su película, y por ende, verse en dificultades a la hora de convencer a los inversionistas para que lo apoyen en nuevos proyectos. Si los números no cuadran al final del día, se pierde la fe de invertir en este negocio.

El espectador, como sujeto final y consumidor de ese bien artístico llamado cine, y como sostenedor de la industria que es, tiene derecho a ser tratado como un interlocutor que debe ser oído y sus opiniones tomadas en cuenta, pues sin él no hay negocio.

¿Se han detenido estos directores y guionistas a investigar que quieren, sueñan y piensan sus audiencias? ¿Se han tomado la molestia en escarbar en los problemas de la población? Si no es así, ya es hora de que salgan a conocer de primera mano cuales son los temas que llaman la atención de esa gente.

El público sale de sus casas para que los trovadores audiovisuales les narren historias que los hagan llorar, reír y hasta soñar en una sala tan oscura como la Caverna de Platón. Pero a la salida de muchos cines, he visto bastantes caras perplejas o de desagrado en esos espectadores que han pagado para ser entretenidos e ilusionados y no lo han conseguido. También he notado las caras de felicidad cuando esos mismos espectadores se han topado con una obra que los ha tratado con respeto y comprensión. Porque de todo tenemos en estas pantallas…

En manos de los realizadores dominicanos está la continuidad de un arte y una industria que depende de su sensibilidad y buen juicio.

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