Lo acontecido entre los años 1821 y 1839, es lo que construyó el mapa político que existe actualmente en América Latina. Las ideas federalistas de Francisco de Miranda, apoyadas por Simón Bolivar, fueron desmontadas por los mas conservadores que planteaban el centralismo y la coexistencia de gobiernos nacionales y fronteras definidas en las nuevas naciones desprendidas de la colonia española.
Bolivar pensaba que una nación federal, que uniera los territorios de lo que hoy es Venezuela, Colombia, Panamá, Perú, Bolivia y parte de Guyana, seria lo suficientemente fuerte para soportar una reacción de España para la reconquista de los territorios perdidos.
Durante toda la década, al mismo tiempo que combatía los remanentes de los ejércitos españoles, el Libertador dedicó todo su esfuerzo para la construcción de la unidad política de las nuevas naciones. Sin embargo, antes de su muerte, acaecida en 1830, tuvo que ver como se separaban en gobiernos centrales y se perdía con su vida la idea del federalismo hispanoamericano.
A medida que se construían los gobiernos centrales, se iniciaba la lucha interna entre dos grupos claramente diferenciados, liberales y conservadores, que comenzaron a disputarse los espacios de poder nacional con ideas similares a las que se enfrentaban en Europa.
El grupo político liberal, planteaba la construcción de estados laicos, con separación de la iglesia católica y el estado, disminución de los privilegios del clero, libertad de expresión, libertad de cultos, libertad de comercio, voto universal, educación laica y otras medidas inspiradas en el iluminismo, en boga en el viejo continente.
Mientras los conservadores querían un estado unido a los intereses de la iglesia, educación impartida y regulada por la iglesia católica, respeto y continuidad de las tradiciones, mantener todos los privilegios del clero y defender la fe y las creencias.
La fisonomía política de America Latina y las discusiones para la construcción de los gobiernos, giraban alrededor de las ideas que se discutían en Europa, los temas de absolutismo contra liberalismo: gobiernos bendecidos y asignados por Dios, en contra de gobiernos bendecidos y asignados por los habitantes de nuevas repúblicas.
Es así como las naciones americanas desde 1830 en adelante pasan de la lucha por la ruptura con España, a un proceso intenso de construcción política que definiera sus relaciones internas.
El punto de partida tenía diferencias notables de desarrollo institucional y social con relación a las incipientes democracias europeas.
El siglo XIX se caracterizó en occidente por el desarrollo del capitalismo, el fortalecimiento de las burguesías nacionales, una fuerte expansión de las manufacturas producto de la creación de maquinarias para la industria, el surgimiento de la conciencia de clase de los obreros y el inicio de tensiones sociales diferentes a las que produjo la sociedad agraria, que fue la norma en las relaciones de producción durante siglos.
Mientras en América Latina, las nuevas naciones con diferentes niveles de desarrollo, construidas sobre bases institucionales débiles o inexistentes, relaciones de producción agraria del tipo de un feudalismo tardío y con gran diversidad en la composición étnica de su población (blancos, indígenas, mestizos); se planteaban construir un sistema político presidencialista similar al de los Estados Unidos de Norteamérica.
En este escenario, fruto del atraso en el desarrollo del capitalismo y escaso desarrollo institucional, las clases gobernantes de nuestras naciones adoptaron, con muy pocas excepciones, gobiernos de corte conservador donde se garantizaban los privilegios a la Iglesia y se mantenían los privilegios de las castas gobernantes.
Si necesitásemos describir la situación política de las nacientes repúblicas después de los diferentes procesos independentistas, podríamos definirlos como de una gran confusión.
Lo ocurrido en Mexico desde su independencia, es un excelente ejemplo de lo que ocurría en toda la América Hispana en esos años; con la declaración de independencia los mexicanos decidieron convertirse en una monarquía y que ocupara el trono un miembro de la Casa de los Borbones descendiente de Fernando VII, una solución absolutista y ultra conservadora.
Esta situación se mantuvo por un corto periodo de tiempo, ya que se destituyó al monarca declarando entonces una república federal con capital en Ciudad de Mexico, esta fue una salida ultra liberal.
Posterior a esto durante gran parte del siglo XIX la lucha se centró en las disputas entre liberales y conservadores, siendo Antonio López de Santa Anna, once veces presidente de Mexico, cinco veces como liberal y seis veces como conservador; esto nos da una idea de la confusión que existía en esos años.
La situación en la parte Este de la isla Hispaniola
Esta primera mitad del siglo XIX también es el escenario donde se produce la independencia de la parte española de la isla de Santo Domingo, una rebelión organizada por los hispanohablantes contra el poder haitiano, que había ahogado el intento independentista de José Núñez de Cáceres en 1821.
Solo nueve meses se mantuvo la primera independencia, y el Estado Independiente del Haití Español, que fue la propuesta de Núñez de Cáceres, ante los intentos de unificación de la isla, consumados en febrero de 1822, por los ejércitos de Jean Pierre Boyer.
Los ideales independentistas tuvieron marcada influencia de las ideas liberales que dieron origen a la llamada Revolución de Julio en Francia, de la que fue testigo Juan Pablo Duarte en su viaje de estudios a Europa entre los años 1828-1831.
Esta revolución burguesa se produjo durante tres días en París para destronar el gobierno absolutista de Carlos X, quien fue reemplazado, por la rebelión de las clases medias francesas, por Luis Felipe I, apodado el rey ciudadano; con la consecuente promulgación de una constitución de ideas liberales, en que se reconocía la monarquía como un derecho otorgado por el pueblo de Francia, y no se admitía el derecho divino.
Al regresar al pais, Duarte organiza un grupo de ideas liberales llamado La Trinitaria, que plantea la independencia total de la parte este de la isla de Santo Domingo, no solo de los haitianos sino también de cualquier intento de anexión a una potencia colonial extranjera.
El derrocamiento de Boyer en Haiti de parte de un grupo de liberales encabezado por Charles Herard, motorizó a los nacionalistas que fundaron la República Dominicana, aún cuando los que componían el sector conservador de la nueva nación, participaron y tuvieron una gran influencia en los albores de la creación de la nación.
Dos tendencias conservadoras existían al momento de la independencia dominicana, un grupo, encabezado por Tomás Bobadilla y José Joaquín Puello, que eran parte del Partido Conservador, colaboracionistas de Boyer, quienes habían perdido gran parte de su influencia al ser depuesto en Haití.
Y los anexionistas, que planteaban la ruptura con los haitianos pero anexar la nación a una de las potencias coloniales que se disputaban los territorios en ese momento del siglo XIX.
Estos a su vez se dividían en tres grupos: los que querían volver a la corona española, encabezados por Gaspar Hernández; los que procuraban la anexión a Inglaterra con su base en las Matas de Farfán y los afrancesados, que como su nombre lo indica deseaban un acercamiento con Francia cuya figura principal era Buenaventura Báez.
Como en otras partes de América Latina el fenómeno de conservadores contra liberales se producía en el mismo nacimiento de la República, con gran influencia de la Iglesia Católica y el tradicionalismo por una parte, y la prevalencia de las ideas de cambio y transformaciones que se propagaban en nuestro continente.
A partir del 27 de febrero de 1844, las diferencias entre los dos grupos se ahondaron de tal modo, que los propiciadores liberales de la gesta independentista, terminaron exiliados, fusilados o encarcelados.
El triunfo de los conservadores sobre los liberales y las consecuencias derivadas de ese hecho sobre nuestro país, será el tema de la próxima semana.