Opinión

El título de este artículo es sugerente como para filosofar o teorizar sobre las esencias del ser humano y su libertad en el marco de la historia, más concretamente, en el marco de la expresión universal de ésta.

Mucho se ha discutido, en el curso de la historia universal, sobre si el ser humano nace libre o nace esclavo. Lo cierto es que nacer libre o esclavo va a depender del tipo de sociedad en que se esté.

En la comunidad primitiva los hombres y las mujeres nacían nominalmente libres; sin embargo eran esclavos de la naturaleza al tener que depender de ella para satisfacer sus necesidades diarias, sobre todo las existenciales. Esta claro que en este tipo de sociedad que conoció primariamente la humanidad la esclavitud no la imponía la sociedad, porque se trataba de una sociedad sin clases, sino que la imponía con toda su fuerza la naturaleza.

Donde sí la esclavitud de una parte de la sociedad fue impuesta por la sociedad misma fue en el esclavismo o sociedad esclavista. Digo una parte de la sociedad porque la sociedad misma legitimaba que los amos y sus hijos nacieran libres.

En el feudalismo no dejó de existir la esclavitud, sino que cambió de forma: los campesinos y los siervos de la gleba estaban atados de por vida a los señores que eran los propietarios de los medios de producción. Aquéllos tenían que trabajar para los señores feudales en sus tierras, y éstos les reservaban una pequeña porción de tierra donde podían reproducirse económica y socialmente.

En el capitalismo apareció una nueva modalidad de esclavitud que Marx llamó “esclavitud asalariada”. En la sociedad capitalista el obrero es formalmente libre para venderle su fuerza de trabajo al capitalista que quiera, pero inmediatamente es contratado y se integra a la producción pasa a ser un esclavo asalariado: produce plusvalor o plusvalía pero no puede hacer uso de ella por no ser dueño de los medios de producción. El obrero sólo es dueño del salario que recibe como contraprestación de toda la riqueza que crea, es decir, recibe una ínfima parte del producto que crea a cada instante.

La revolución francesa, que fue un verdadero terremoto social con efectos ecuménicos sobre toda la humanidad, conquistó y consagró constitucionalmente los derechos y las libertades del hombre. Se trató de la primera generación de derechos que se logró en el marco del predominio de la era de la razón y de la hegemonía del liberalismo político en Europa.

Estos derechos y libertades, los cuales fueron calcados posteriormente en las constituciones de todos los países del mundo, fueron y son derechos y libertades formales. Claro, han jugado un papel trascendental en el desarrollo democrático, constitucional, institucional y social de la humanidad en la era moderna.

La larga, cruenta y eterna lucha por la libertad no sólo se limita al ser humano como expresión individual y particular de la humanidad, sino que ha prendido como una antorcha inapagable que les ha permitido a pueblos y naciones construir Estados independientes, libres y soberanos.

Es indudable que la independencia de Estados Unidos, lograda en 1776, influyó en la construcción del Estado de derecho; sin embargo fue al término de la guerra de secesión en 1865 que se abolió la esclavitud formal de los negros en Estados Unidos. A partir de la eliminación de la esclavitud formal en Estados Unidos se abrió un largo, odioso y degradante período de discriminación racial en dicha nación que se extendió hasta la década del 60 del siglo XX.

En sentido general se puede decir que Estados Unidos ha superado el espinoso problema de la discriminación racial, pero los negros de Estados Unidos han pasado de la esclavitud material, formal o física a otro tipo de esclavitud: la esclavitud mental.

Ahora, ellos –los negros o afroamericanos como eufísticamente se les llama en Estados Unidos- son víctimas o están penosamente encadenados a sus prejuicios a sus estereotipos mentales, que son reminiscencias del muy largo y muy agigantado proceso de esclavitud y discriminación racial que vivieron, lo que no les ha permitido crecer y desarrollarse en todos los campos de la actividad humana, sobre todo en el campo de la política y de la ciencia. Donde más ellos se han desarrollado ha sido en el arte, especialmente en la música, y los deportes.

Pero aparte de la esclavitud material y de la esclavitud mental hay en el mundo otro tipo de esclavitud, la esclavitud social, que va más allá de la esclavitud asalariada de que hablaba Carlos Marx.

Esa esclavitud social real está representada por los flagelos de la pobreza, de la exclusión y de la desigualdad social. El analfabetismo es otra forma de esclavitud. La religión le impone al hombre otra forma de esclavitud.

¿Cómo pueden ser libres realmente los hombres y mujeres envueltos en el torbellino de la pobreza, de la exclusión y de la desigualdad social? Estos agudos y henchidos problemas sociales no le permiten a la mayoría ni siquiera satisfacer adecuadamente sus necesidades más elementales, por lo que son verdaderos esclavos sociales de la sociedad capitalista.

La esclavitud representada por el analfabetismo se puede vencer universalizando y generalizando el fenómeno de la educación.

Esto quiere decir que los derechos y libertades conquistados por la revolución francesa y la guerra de independencia de Estados Unidos permitieron abolir la esclavitud material, física o formal, pero no la esclavitud social real que genera la sociedad capitalista. Hay otros tipos de esclavitud que no se eliminan con la sola vigencia de los derechos y las libertades formales.

Entonces la mayoría de la población en las sociedades capitalistas, avanzadas y no, la libertad alcanzada es una libertad formal, no una libertad real.

El gran reto del hombre moderno y posmoderno es conquistar su libertad real. La libertad, pero más la libertad real, es esencial para el desarrollo del ser humano y de las sociedades humanas. A partir de la conciencia, y no del instinto, el ser humano se empodera de su lucha por la libertad.

Y esa libertad real no se puede conquistar al margen de la educación y del conocimiento y de la transformación de los sistemas económicos y sociales para ponerlos al servicio del ser humano y de su desarrollo.

Pero la libertad total el hombre no la conquistará nunca, porque aparte de los condicionamientos sociales, está el hecho cierto de que la mente humana es muy compleja. Y ahí está el caso de las adicciones, las hay positivas y también negativas, las cuales crean tipos de esclavitud diferentes.

Entre las adicciones positivas están la de la lectura, la de la música, la de internet, etc. Entre las adicciones negativas están la de las drogas, la del alcoholismo, la de los juegos de azar, etc. Toda adicción crea situaciones de dependencia de diferentes tipos.

Las consecuencias sociales de las adicciones negativas, sobre todo la adicción de las drogas, son totalmente fatales para la sociedad.

Otra esclavitud está representada por la prostitución. En el caso de la prostitución como modalidad de esclavitud pesan mucho más los condicionamientos sociales o factores colectivos –pobreza, exclusión, desigualdad social y analfabetismo-, que los factores individuales que tienen que ver con la voluntad. En el caso de la vertiente de la prostitución que se expresa en las prepago, prostitución de élite, pesan más los factores individuales que tienen que ver con la ambición de fortuna o de riqueza.

La unión entre un hombre y una mujer, ya sea legal o libre, plantea otro tipo de esclavitud de la mujer respecto del hombre dadas las coordenadas culturales que potencian, maximizan y eternizan la vigencia del machismo en la sociedad, lo que no permite que se desarrolle una relación de iguales en el matrimonio o una relación donde el liderazgo debe ser compartido en base al principio de equidad. A propósito, los feminicidios no deben verse al margen de la cultura del machismo y de la crisis que han hecho la educación pública y la educación en la familia.

La censura y la autocensura, tan frecuentes en los medios de comunicación y que se dan generalmente en los gobiernos autoritarios y represivos, no son formas de esclavitud; sin embargo, son formas de limitar el ejercicio de la libertad formal y de la libertad real porque tienen que ver con restringir la libre expresión y difusión del pensamiento, de las ideas. Pero la censura y la autocensura pueden ser el resultado de decisiones y acciones de los privados por conveniencia personal, particular, sectorial o grupal.

En las dictaduras y tiranías el pensamiento tiene que refugiarse en la clandestinidad, porque hasta la actividad de pensar está prohibida y desterrada. Hay democracias, con muchas imperfecciones y debilidades, que no distan mucho de las dictaduras en su forma de proceder.

Del Estado moderno lo que se espera es que cree condiciones para profundizar la democracia y ampliar en el marco de ésta los derechos y las libertades formales, estando presente siempre el debate sobre si los ciudadanos de un Estado deben tener más seguridad y menos libertad, o más libertad y menos seguridad. Creo que el Estado debe garantizar, en condiciones adecuadas, la vigencia de la libertad formal y de la seguridad, porque con ello contribuye a ampliar y fortalecer el bienestar de la gente.

Se ve que el ser humano en su diario vivir, y no sólo la sociedad, crea condicionamientos que limitan el ejercicio real de su libertad.

De todas maneras somos abanderados de la idea y de la convicción de que el individuo, debe ampliar, mejorar y construir nuevos espacios en la línea de profundizar el ejercicio real de la libertad.

Finalmente, tenemos que plantear que debe haber siempre un ejercicio positivo de la libertad, lo que significa que en el ejercicio de la libertad el individuo no debe producir daños ni a los demás ni a la sociedad, siempre guiado por la convicción de que “el derecho de uno termina donde comienza el derecho del otro”.

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