A pesar de que los filósofos y economistas habían planteado soluciones a los problemas derivados a partir de la sustitución del ¨antiguo regimen¨, desde el último tercio del siglo XIX los conflictos que se planteaban en la Europa colonialista y expansionista estaban mas allá de la discusión teórica de teorías políticas.
Aunque la racionalidad y estudio lineal de la historia nos podría llevar a la conclusión de que el comunismo y el socialismo fueron la alternativa creada a la expansión del liberalismo, cuando profundizamos en el estudio del siglo XIX, lo que notamos son movimientos de afirmación nacional, de unión étnica y lingüística, de identificación de valores culturales comunes que transformaron todo el mapa Europeo, se extenderían por todo el mundo y producirían posteriormente la base de las confrontaciones bélicas que se denominaron guerras mundiales.
Para entender lo que ocurrió con esta doctrina de uniones nacionales en función de elementos comunes de unión de estos conglomerados humanos, hay que referirse necesariamente al concepto de estado nación y la unidad de la dispersión que existía en lo que serian posteriormente Alemania e Italia, cuya unificación produjo las naciones que hoy en día conocemos.
La teoría del dominó aplicada a Napoleón
La llamada teoria de efecto dominó, que no es más que la descripción de como una acción desencadena una serie de hechos consecuentes, es lo que podría aplicarse a la caída de Napoleon en 1813.
Las triunfantes potencias monárquicas europeas, consideraron que vencido ¨El Usurpador¨, como llamaban al genio militar y posterior Emperador de Francia, estaban en condiciones de restablecer las reglas que había regido en Europa hasta la aparición del corso que desafió y venció la mayoría de las testas coronadas del viejo continente.
Para ello, convocaron el Congreso de Viena, que se celebró entre los años de 1814 y 1815, a los fines de diseñar nuevamente las fronteras europeas y restablecer los derechos monárquicos sucesora y por decisión divina en los países del continente.
Sin embargo, la nueva configuración social, con la existencia de grupos burgueses numerosos y de fuerte poder económico, se iba a manifestar prontamente en todos los lugares donde se intentaba el establecimiento nueva vez de los privilegios de la monarquía.
En América, por ejemplo, se desataron revoluciones libertarias que provocaron la independencia de la mayoría de las colonias dependientes del Imperio de España, las burguesías nacionales se impusieron a los ejércitos coloniales y en poco mas de 20 años, lo que quedaban eran restos de los dominios de ultramar que poseía Fernando VII.
En Europa, la burguesía se rebelaba por todos lados contra el poder de los monarcas, se produjeron revoluciones en España, Italia y Rusia (todas vencidas por los ejércitos de la Santa Alianza), aunque en Grecia se conformó un estado nacional, así como también en Francia y Bélgica.
Hay que hacer notar, que estos movimientos revolucionarios, en el sentido semántico de la palabra revolución, tenían como origen el reclamo de mayor poder de parte de la burguesía nacional, la que, con los cambios económicos que se producían en medio de la primera Revolución Industrial, poseía el poder suficiente para retar al Estado Absolutista.
Ahora, entre toda la confusión de ideas políticas y económicas que se debatían en todo el siglo XIX, surgió en el nacionalismo con su carga de emotividad e identificación de grandes grupos humanos por su base común cultural, étnica y religiosa, que al final sería lo que iba a construir el mapa de la nueva Europa.
El nacionalismo como doctrina
El nacionalismo como concepto e ideologia politica es a una y muchas cosas a la vez, también es la mezcla de una serie de sentimientos y subjetividades, que ha llevado a conflictos permanentes sostenidos por la auto-identificación de los conglomerados humanos con hitos culturales, históricos, étnicos y lingüísticos.
Entonces filosófica y políticamente la expansión del nacionalismo, en su versión mas extrema se enfrentaba al liberalismo cuya concepción se fundamentaba en la libertad absoluta del individuo.
Recordemos que la misma palabra liberalismo, viene de libertad, del derecho del individuo de aspirar a la realización particular de su vida a partir de su esfuerzo con la mínima intervención del Estado nacional, en valores donde las libertades civiles son respetadas y garantizadas y no existe ninguna coerción ni persecución porque alguien sea diferente.
En cambio el concepto del nacionalismo, fue planteado como una doctrina colectivista, donde la pertenencia a la nación y a la etnia son valores absolutos; la glorificación de la unidad nacional y la defensa del territorio como hábitat de una comunidad distinta, homogénea y distinta es el propósito y fin de la union y existencia, ya que se sostienen sobre derechos históricos irrenunciables.
Como veremos en la practica, ante la expansión del capitalismo y la necesidad de crear nuevos mercados de parte de las fabricas creadoras de productos de la primera Revolución Industrial, que pudiera haber significado el triunfo de los países mas avanzados, en términos económicos, del mundo, lo que surge es la desintegración, en unos caos, o la reintegración de reinos separados en otros, para crear los estados nacionales que definirán finalmente el mapa político, aún no terminado, del siglo XX.
El pangermanismo nacionalista
En el centro de Europa desde que Napoleón destruyó el Sacro Imperio Germánico en 1806, la fragmentación fue la divisa que marcó la existencia de múltiples reinos y principados, los que constituyeron la llamada Confederación Germánica en 1815, ya que los príncipes alemanes se negaban a disminuir el poder que tenían sobre sus territorios particulares.
Lo que verdaderamente ocurría, no era mas que el temor que tenía la realeza alemana a la revolución burguesa, que ya se había producido en las vecinas Inglaterra y Francia, y que significó la sustitución por la fuerza del antiguo régimen monárquico absoluto por una sociedad mas inclusiva.
La crisis no tardó en llegar en forma de protestas violentas, las cuales se manifestaron en la llamada Revolución de 1848, que cedió parte de los derechos ¨divicnos¨reales a un parlamento y posteriormente las guerras de 1861 a 1874 que se conocen históricamente como las guerras de la reunificación de Alemania.
Ya creado por el genio de Bismarck el Imperio Alemán, se impone la decisión de promover la creación de una fuerza nacional alrededor de los pueblos de germano parlantes de todo el centro de Europa.
En ese caso, la tesis nacional tiene como fundamento valores y creencias que unían étnicamente a los alemanes, valores étnicos, que excluían la realidad de habitar en una región multi-étnica, donde convivían germanos, bohemios, bávaros y austríacos, principalmente.
Sin embargo la realidad es que Otto Von Bismarck, al sostener el nuevo Imperio Alemán encabezado por Guillermo I sobre la base de los valores culturales e históricos exclusivos de los habitantes de habla alemana, provocó la apertura de movimientos nacionalistas entre los que componían la mayoría de los integrantes del mismo imperio alemán y de la vecina Austria-Hungría de los Hagsburgo, lo que iba a constituir el germen que desataría los demonios de la guerra en la segunda década del siglo XX.
Il Risorgimiento italiano
El risorgimento (resurgimiento) italiano, es el periodo de la historia de Italia en que se logra la unidad nacional al unirse los reinos en que estaba dividida la península en un solo Estado.
Este es un movimiento intelectual donde se pone de manifiesto la insurrección contra los resultados y división política del Congreso de Viena, que había dividido el territorio en siete estados y ducados, otorgando incluso parte de lo que se consideraba territorio italiano, por lengua y cultura de sus habitantes, al Imperio Austríaco.
Italia quedó dividida al norte por los estados de la Cerdeña y Piamonte, los austríacos dominaban Venecia y Lombardía, en el centro los ducados de Parma, Modena y la Toscana y al sur el Reino de las dos Sicilias.
No es causalidad que el movimiento de reunificación se iniciara en los estados del norte de Cerdeña y Piamonte, ya que estos eran en los que se desarrollaba la industrialización y por lo tanto se construía la burguesía nacional, que sería la clase social que propondría la unificación de todo el territorio de la península en un solo estado nacional.
Desde allí, y bajo las ideas de Mazzini y su partido ¨Joven Italia¨.
El llamado risorgimento se extenderá hacia el sur durante casi todo el siglo XIX, con alianzas como la que entregó a Francia Niza y Saboya, a cambio de ayuda militar para desalojar a los austriacos del norte de la península y el encuentro de los ejércitos del reino de Piamonte con los ´camisas rojas¨de Garibaldi, que había invadido y liberado Nápoles desembarcando desde Sicilia, lo que produjo la liberación definitiva de Italia.
Solo quedaban en manos extranjeras Venecia, que fue reconquistada después de la guerra de Prusia y Austria y Roma, que se negó a reconocer la soberanía de Italia sobre su territorio.
Ya en 1871, se declara el reino de italia, encabezado por el Rey Victor Manuel, con un fuerte espíritu nacionalista.
El nacionalismo para control de las masas
Hasta aquí hemos analizado el fenómeno nacionalista que se produjo en Europa como doctrina política y hemos puesto dos ejemplos que sería paradigmáticos de como el extremismo de lo que se convertiría en una tesis política radical se extendería como creencia por pueblos, al parecer, educados y culturizaros.
El nacionalismo ideologico pronto derivó hacia posiciones extremas de antidemocráticas y antiparlamentarias con un sesgo importante de conducta autoritaria.
Desde los inicios del imperio alemán, existía una exaltación de los componentes del grupo étnico que componía la mayoría del Estado, con la consiguiente exclusión y discriminación de los que no pertenecían a la superior raza aria, especialmente dirigida contra los judíos.
Este sería el germen de las atrocidades que se cometieron contra los componentes de grupos étnicos considerados inferiores, realizados en la cara y con el silencio del pueblo alemán cuando el extremismo nazi llegó al poder años después.
En Italia, existia un fuerte sentimiento nacionalista, sobretodo por lo que se consideraba invasión de Austria a los territorios del Veneto, lo que dio lugar a que se crearan las bases del pensamiento nacional que dio origen al fascismo con ideas redentoras de resurrección del antiguo imperio romano en pleno siglo XX.
Lo mismo ocurría en Francia, que tras perder la guerra franco-prusiana de 1870, desarrolló un sentimiento nacional anti-alemán, que llevó a la desestabilización de la III República, la cual se hundió con la invasión alemana en 1940.
En los tres casos, la ideología nacionalista, antes que provocar el desarrollo de la democracia en esos países, sentó las bases para la destrucción de lo que se había logrado con la revolución burguesa, y se construyeron dictaduras de corte derechista que llevaron al desastre de la Primera y Segunda Guerra Mundial.
La expansión del nacionalismo
Pero no solamente se producían acontecimientos de corte nacionalista en estos piñales europeos, a fines del siglo XIX se desató un verdadero furor de cohesión nacional de grupos que habían estado disgregados en los antiguos imperios que habían dominado el mundo.
La otra cara de la idea nacional, que no necesariamente se parecía a lo que estaba ocurriendo en Alemania, Italia y Francia, era la lucha por el derecho de liberación y autodeterminación de pueblos, que hasta ese momento, pertenecían reinos e imperios que nada tenían que ver con la identidad nacional, étnica y cultural que los unían.
Antes que un sistema de opresión, el nacionalismo representaba un sentimiento de identidad y liberación, se planteaba desde la visión ideológica nacionalista una salida libertaria a la opresión que se ejercía desde el poder central.
Los sentimientos nacionales se expandieron al mismo tiempo que disminuía el poder de los grandes imperios, no solamente en Europa, sino en casi todo el mundo.
A fines del siglo XIX y principios del siglo XX lo que se debatía era la división en estados nacionales, unidos por cultura, lengua, religión y raíces, que siguieran el camino que ya habían recorrido Italia y Alemania con la unidad nacional alrededor de valores compartidos por lo que se sentían nacionales de esos países, antiguos reinos y ducados unificados.
Así checos, polacos, hungaros, serbios, eslovenos, croatas y eslovacos; todos parte del Imperio Austro-Hungaro gobernado por la dinastía de los Hagsburgo, comenzaron a desmembrar la administración monárquica cuya duración había sido de varios siglos.
En la Rusia Zarista, también comenzaron a manifestarse movimientos nacionalistas, en Ucrania, Polonia y algunos de los grupos étnicos que eran parte del imperio y vivían a orillas del Báltico.
El imperio otomano se desmembró, primero con la independencia de Grecia y grupos nacionalistas en Bulgaria, Rumania y Serbia, lo que dio lugar a una crisis que se llevó en pleno al gobierno de los sultanes.
Todo este movimiento de reafirmación nacional alcanzó incluso a Japón cuando venció a China en la guerra de 1905, a países africanos como sudáfrica que vivió la guerra de los Bóers o la aparición del sionismo que reclamaba un hogar nacional para los judíos en 1896.
Lo que en su momento parecían movimientos de independencia nacionalista, que reafirmarían el papel de la democracia y el liberalismo como parte de las luchas por la libertad de pueblos distantes, pero empujados por la identificación de raíces comunes que los hacían crear nuevas naciones, se convirtió, en un movimiento que antes que libertad, implantó una dictadura sangrienta.