Hablan los hechos

Pasadas las elecciones del 20 de diciembre de 1962, ganadas arrolladoramente por profesor Juan Bosch, candidato del Partido Revolucionario Dominicano (PRD), el poder represivo del Consejo de Estado, lastimado por la derrota sufrida por su favorito Viriato Fiallo, de la Unión Cívica Nacional (UCN), probablemente encontró el momento de hacer un “ajuste de cuentas” pendiente con un movimiento mesiánico que empezó a resurgir en los campos de San Juan de la Maguana tan pronto los vientos de libertad comenzaron a soplar en el país tras la decapitación de la dictadura de Rafael Leónidas Trujillo Molina.

El 28 de diciembre, Día de los Santos Inocentes, se produjo la matanza que aún conmueve la conciencia nacional, en momentos que el Presidente Electo iniciaba un periplo por diferentes países en gestiones propias del gobierno que iniciaría el 27 de Febrero de 1963.

Palma Sola, paraje del municipio de Las Matas de Farfán, fue la meca del movimiento religioso inspirado en las creencias del mesías popular Olivorio Mateo, caído en combate contra las tropas interventoras de los Estados Unidos en el 1922, tras años de persecución en las montañas sanjuaneras.

El credo olivorista, todo un sincretismo que incluía desde ritos mágico religiosos, farmacopea, tradiciones del catolicismo y del protestantismo, patriotismo y nacionalismo hasta las prédicas justicia social, se mantuvo oculto entre los campesinos de la zona por la represión yanqui de la ocupación 1916-1924, continuada por la dictadura trujillista, renaciendo con nuevos líderes después del 30 de mayo de 1961.

Las semillas del olivorismo que durmieron durante cuarenta años en el subsuelo del campesinado sureño volvieron a germinar, provocando el temor de los mismos intereses que acabaron con la vida del inspirador, que no pidieron tiempo en desacreditar el movimiento como paso previo a su aniquilación.

Entre el 1961 y el 1962, el olivorismo renació bajo el nombre de Unión Cristiana Mundial, con himno, escudo y bandera, teniendo como líderes fundamentales a los hermanos Plinio y León Romilio Ventura Rodríguez, conocidos como “Los Mellizos de Palma Sola”, cautivando con sus prédicas a miles de seguidores, lo que provocó la persecución y el genocidio de que fueron víctima.

El ensangrentado vínculo político, social y religioso

Una obra que describe y analiza con criterios científicos el resurgir del movimiento mesiánico es la publicada por la socióloga y filósofa Lucitania Martínez titulada Palma Sola: Opresión y Esperanza, en la que incluso se encuentra una permanente reflexión sobre el estado anímico del campesinado dominicano tras los acontecimientos que siguieron al asesinato del dictador Trujillo.

La investigadora Martínez dice que “aunque la religión liborista fue perseguida tenazmente por los americanos y por Trujillo”, sus seguidores se mantuvieron fieles a lo que entendían la dignidad de sus creencias, “ya que fueron sus antepasados que la practicaron”.

Entiende la autora, que si bien la Iglesia Católica Dominicana no participó de los planes para masacrar a los palmasolistas, tampoco se opuso al acoso que sufrieron sus fieles por parte de las autoridades del Consejo de Estado. “La institución eclesial no podía ver esto con indiferencia, y debido a razones señaladas, aprobó acción estatal posterior aunque sin rubricarla. Desde antes, la Iglesia no se esforzó por comprender y respetar el fenómeno social desarrollado en Palma Sola”.

El terreno para la matanza fue abonado con denuncias sobre prácticas inmorales que se estarían produciendo en Palma Sola, como embarazos de adolescentes, hechicería, sacrificios de animales, embrujos y otras supercherías que atentaban contra las buenas costumbres dominicanas.

“Enterado el país y la población de San Juan de la Maguana de ese “peligroso” movimiento, las instituciones sanjuaneras, los hombres de empresa, comerciantes, industriales, profesionales, las iglesias de todos los credos, en fin, todas las organizaciones públicas y privadas levantaron su voz de “protesta” y presionaron al gobierno nacional y local para que reprimiera ese “foco de superchería” que amenazaba con perturbar la paz del país”, refiere la filósofa y socióloga.

Una versión del periódico La Nación del 2 de diciembre de 1962 señala que los denunciantes pedían que la acción de las autoridades debía ser “rápida y fulminante”, como la amenaza de que si el Estado no actuaba con prontitud, la población iba a buscar la manera de poner fin al movimiento olivorista.

La investigadora Martínez asegura que “dieron un plazo perentorio al gobierno que vencía el 12 de diciembre, para que pusiera coto al estado de intranquilidad pública. En el ultimátum no sólo se expresaba el apoyo a “cualquier” medida que se tomara para solucionar el problema, sino que, más aún, se responsabilizaba al Consejo de Estado de lo que pudiera suceder si el “pueblo” (nótese la manipulación del vocablo pueblo”), se hacía justicia por sus propias manos”.

El periodista Santiago Estrella Veloz, quien estuvo en la zona como reportero de La Nación, recuerda que las autoridades civiles y militares optaron por aplicar tácticas dilatorias, tomando en cuenta que se encontraban en la víspera de las elecciones del 20 de diciembre, y que cualquier medida drástica podría empañar un proceso que era seguido por todo el mundo.

“Se cerraron los caminos que llevaban al centro de Palma Sola y las demás ramificaciones del culto. Se prohibió portar armas blancas, debido a los rumores de que los “oliboristas” las usaban frecuentemente”, refiere Martínez.

Se había publicado la versión de que los fieles de Olivorio Mateo habían repartido puñales ente sus gentes y que estaban transportando centenares de campesinos en camiones rumbo a Palma Sola entonando un estribillo que decía: “No mandará Viriato ni Juan Bosch/ mandará Plinio Ventura por obra de Dios”.

En una entrevista con este reportero mientras trabajaba para el programa de investigación El Informe con Alicia Ortega, el mesías sobreviviente Don León Romilio Ventura Rodríguez, negó la versión de que tuvieran proclamas políticas, de que armaran a sus feligreses y de que fueran partidarios de Trujillo, como también se les acusó.

Don León Romilio (El Mellizo), como le conoce el pueblo, dijo no explicarse cómo pudieron acusar el movimiento de trujillista, si precisamente fueron víctima de la dictadura, que le mató sus ascendientes y dispersó la familia, hasta el punto de que la noche del magnicidio fue motivo de celebración.

El 21 de diciembre, día después de las elecciones, las autoridades de San Juan de la Maguana deciden asumir “el problema de Palma Sola” tras la denuncia de que 500 hombres armados habían intentado asaltar la ciudad de Las Matas de Farfán, hiriendo a machetazos, palos y pedradas a cuatro rasos de la Policía Nacional.

Las presiones siguieron aumentando contra las autoridades, lo que obligó al procurador de la Corte de Apelación en San Juan de la Maguana, doctor Tomás Susaña, a visitar Palma Sola y percatarse de cuál era la situación reinante en la comarca.

La autora del libro Palma Sola: Opresión y Esperanza, dice que “es evidente que el Estado percibía ya al grupo palmasolista como una amenaza real contra el orden y la paz burgueses”.

Entrevistado en el 2006 en el paraje Media Luna, de Las Matas de Farfán, donde aún reside a los 90 años, El Mellizo refirió que después de ser apresado, un día antes de la matanza, el 27 de diciembre de 1962, sobrevoló Palma Sola en un helicóptero junto al general Rafael Guillermo Guzmán Acosta y el coronel Francisco Alberto Caamaño Deñó, quienes le conminaron para que exhortara a los palmasolistas que desistieran del culto.

Dijo que cumplió el mandato que se le hizo con un altoparlante, pero que los olivoristas no le escucharon. Después se dijo en la zona que el “Mellizo” Plinio al escuchar la exhortación, instó a los creyentes a desoírla, con la proclama de que si les disparaban las balas se convertirían en copos de algodón.

General Rodríguez Reyes, muerto; Camaño, herido

El general Miguel Francisco Rodríguez Reyes fue enviado por el Consejo de Estado a disolver el movimiento que operaba en Palma Sola con matices religiosos y de reivindicaciones populares. Eran las 12 del mediodía de aquel 28 de diciembre cuando el alto oficial hizo su entrada al campamento olivorista. Le acompañaban el magistrado Tomás Susaña y el doctor Antonio García Vásquez, procurador general de la República, junto a un guardia raso pariente de “los mellizos”.

Según las versiones más socorridas, se acercaba a un acuerdo amigable para poner fin a las tensiones provocadas por el movimiento. Rodríguez Reyes, por sus cualidades de recto militar alejado de los intereses partidarios de aquellos días, era mencionado como seguro ministro de las Fuerzas Armadas en el gobierno del presidente Juan Bosch.

“Por el mismo lugar, el este (Las Matas de Farfán), en el que entra Rodríguez Reyes a Palma Sola, se avecina, dicen que para sorpresa del general, el capitán de la Policía Nacional y comandante de los Cascos Blancos (Cuerpo Antimotines), Francisco Alberto Caamaño Deñó, al que le siguen tres camiones con 200 cascos blancos cada uno”, apunta Martínez.

El Mellizo viviente sostiene que en el lugar que se conocía como El Corral Santo, Caamaño trató de ocuparle un puñal al palmasolista Avelino Bautista, y éste se resiste a entregar el arma, propiedad del mesías Plinio Ventura.

Añade que su hermano Plinio acudió en defensa de Bautista y se enfrenta a Caamaño, quien llega a forcejear con el líder religioso para protegerse y defender su ametralladora. El líder religioso logra lanzar un golpe a la cabeza del oficial con la culata de la ametralladora, disparándose ésta accidentalmente, alcanzando al “Mellizo” en el pecho. Caamaño cae herido y es rescatado por miembros de su contingente policial.

Otro hermano de los “mellizos”, Onilio, había sido herido mortalmente al salir en defensa de Avelino Bautista. “Todo lo que siguió fue la muerte de Rodríguez Reyes en la esquina de la iglesia, la balacera, las bombas lacrimógenas desde el este hasta el corral, y posteriormente campesinos en el medio, desde la dirección de los guardias, apostados por la entrada de Bánica”, describe la autora citada más arriba.

Producto de la confusión y el nerviosismo, según las fuentes, las tropas del Ejército y la Policía se enfrentaron a tiros, con los centenares de campesinos palmasolistas sometidos al fuego cruzado de las ametralladoras.

Indican que en el lugar de la masacre había más de mil personas, dicen unos, tres mil, según otros. Los muertos fueron enterrados en una fosa común en lo que hoy se conoce como la Sabana de Componte, en honor a uno de los líderes religiosos cuya función era componer en la tierra lo que se desataba en el cielo.

Sin embargo, la prensa de la época habla de unos 40 muertos, mientras cifras extraoficiales lo estimaban en más de mil, y otros datos conservadores lo calculaban en ochocientos. Todavía hoy, 52 años después, la realidad de lo ocurrido en Palma Sola permanece como uno de los secretos mejor guardados de la Historia Dominicana.

Dudas y rumores por muerte del General

El reconocido político, jurista y escritor Víctor Gómez Bergés se encuentra entre las voces autorizadas que entienden que la muerte del general Rodríguez Reyes fue parte de una trama para impedir el ascenso al poder del Presidente Bosch.

En su voluminoso libro “Balaguer y yo”, Gómez Bergés afirma: “los grupos cívicos y sus aliados, que no pudieron vencer a Balaguer en 1961 con la huelga general y que fueron derrotados nueva vez por Bosch en elecciones calificadas de intachables por los observadores internacionales que vinieron a darle seguimiento a ese certamen electoral, urdieron al parecer, la trama, que allí se incubaba un movimiento político-religioso peligroso para la democracia, que podría incluso estar infiltrado por fuerzas de izquierdas, creando toda una fábula para matar dos palomas con un tiro, como dice el pueblo llano”.

El autor, hoy retirado del quehacer partidario, hace constar el hecho conocido local e internacionalmente, que “según un extendido rumor popular, estaba dirigido a impedir el ascenso al poder de Juan Bosch por parte de dirigentes políticos que tenían fuerte influencia en el gobierno del Consejo de Estado”.

El cadáver del general Rodríguez Reyes fue entregado al coronel Joaquín Méndez Lara, comandante del Ejército Nacional en San Juan de la Maguana, quien lo recibió en presencia del teniente Leonidas Mateo de los Santos y el entonces Carlos M. Vidal.

Caamaño, quien luego se convirtiera en el líder militar que enfrentó la segunda ocupación armada de los Estados Unidos a la República Dominicana, fue curado en el hospital público de San Juan de la Maguana y retornado a la capital para su recuperación.

“Igualmente se dijo con insistencia que la muerte del general Rodríguez Reyes buscaba eliminar un potencial aliado militar del próximo presidente”, concluye el autor de “Balaguer y yo”.

La sangre derramada en Palma Sola, más de cinco décadas después, queda entre los crímenes de lesa patria sin juicio ni castigo en la convulsa vida dominicana del siglo XX. Los seguidores póstumos de Olivorio Mateo, a cuarenta años de su ejecución por tropas yanquis en 1922, fueron tratados con la misma saña que aplastó al mesías, como si sus verdugos intentaran borrar por siempre su memoria de la faz de la tierra.

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