El sistema político del Perú se sostuvo durante todo el siglo XX sobre cuatro agrupaciones políticas debidamente organizadas: Acción Popular Revolucionaria Americana (APRA) que fue fundado en 1923 por Victor Raúl Haya de la Torre, Acción Popular (AP) organizado desde 1956 por Fernando Belaunde Terry, Partido Popular Cristiano lidereado por Luis Bedoya Reyes y el Partido Comunista que encabezaba una coalición de izquierda.
Estos cuatro sectores políticos, excepto en los períodos dictatoriales, han controlado el congreso, los gobiernos municipales y el poder ejecutivo, aunque hay que anotar que Haya de la Torre, a pesar de encabezar la fuerza política mas antigua y estable, nunca llegó a ocupar la presidencia del Perú, ya que murió antes de las elecciones, y quien ganó ese proceso electoral fue Belaunde Terry quien encabezaba Acción Popular, ya que de alió al PPC de Bedoya Reyes para ganar las elecciones y ser Presidente del Perú en dos ocasiones.
Sin embargo, el APRA tuvo la oportunidad de llegar al poder en 1985, cuando pasó a la segunda vuelta electoral junto con Izquierda Unida, pero el candidato marxista Alfonso Barruntes declinó la posibilidad de competir y fue proclamado Alan García, candidato del APRA, como Presidente de la República para el periodo 1985-1990.
El primer gobierno de Alan García y el APRA se caracterizó por una serie de medidas de corte populista en sus primeros dos años, seguidos de una fuerte crisis económica y descrédito de la clase política al final de su mandato.
El presidente Aprista asumió una política económica expansiva que al principio dio el resultado esperado, sin embargo, al desarrollarse sobre bases frágiles, el crecimiento económico prontamente se revirtió llevando al país a una crisis económica de grandes proporciones.
La falta de confianza de los inversionistas en la capacidad del régimen de mantener la estabilidad, provocó un impacto negativo sobre el clima de inversión, lo que a su vez llevó a un enfrentamiento entre la cúpula empresarial del país y el gobierno.
Perú, a causa de la irresponsabilidad del gobierno de García, llegó a niveles de inflación nunca vistos, más del 3 mil por ciento al año entre 1988 y 1989, lo que provocaría la necesidad de realizar ajustes y firmar un acuerdo con el FMI, que había sido echado del país a principios del gobierno.
A lo económico se le sumó un estado de malestar social con atentados terroristas, escasez de productos de primera necesidad, matanzas por parte de las fuerzas del orden en algunas cárceles del país y una violenta represión de las fuerzas armadas contra los que llamaban los subversivos, hizo que el gobierno terminara con una tasa de aprobación de sólo un 9%.
Es en este estado de cosas donde surge FREDEMO (Frente Democrático), que inaugura la era de las coaliciones que apoyan a independientes sin partido como candidatos a la Presidencia de la República.
Aquí se debe poner énfasis que este tipo de política de coalición se produce ante el descrédito en que cae el principal y más antiguo partido político peruano, el APRA, durante la presidencia de Alan García, quien lleva al país, como vimos, a la más grande y profunda crisis económica de su historia.
FREDEMO postula al escritor Mario Vargas Llosa y une a los partidos Alianza Popular y Popular Cristiano, los más fuertes del Perú para ese momento, y el Movimiento Libertad, que no era un partido político sino un grupo de ciudadanos que rodearon al novelista en la lucha que tuvo contra las medidas populistas tomadas por el gobierno de García.
Meses antes de las elecciones, Vargas Llosa se proyectaba como el ganador de las elecciones, ya que el APRA y su candidato Luis Alva Castro cargaban con el peso de la crisis y el descrédito del gobierno, la izquierda en 1990 se encontraba afectada por la caída del bloque soviético y lo que restaban eran candidatos de fuerzas menores.
Entre los candidatos desconocidos se encontraba Alberto Fujimori, quien se postulaba como candidato de un movimiento llamado Cambio 90, que había inscrito su candidatura a última hora sin, al parecer, posibilidad alguna de competir con los grandes partidos del sistema.
La candidatura de Vargas Llosa fue apoyada por todos los sectores económicos poderosos del Perú, así como los organismos financieros internacionales, los gobiernos de Estados Unidos y gran parte de Europa, que veían en el escritor un seguro ganador, por el impacto de la crisis económica en la población y el descrédito de la clase política tradicional.
Además de esto contaba con el soporte de todos los periódicos, las revistas, los canales de televisión, las emisoras de radio, las empresas de publicidad que emitían su cara permanentemente asesorados por los mejores estrategas en campañas electorales de los Estados Unidos.
La victoria de Vargas Llosa era tan segura, que incluso ya era invitado en gira casi presidencial por las figuras más importantes de la política mundial y a su alrededor sus más cercanos colaboradores se disputaban los ministerios que ocuparían después de la juramentación.
Parecía que el primer experimento de candidatear a un independiente de los partidos tradicionales, pero soportado por la estructura partidaria de dos de ellos, iba a ser exitosa y el famoso escritor de novelas se convertiría en el Presidente del Perú.
Sin embargo, de modo sorpresivo, comenzó un desconocido Alberto Fujimori que no era parte del círculo político tradicional, sin apoyo de un partido conocido, e incluso acusado de ser peruano de primera generación, a subir en todas las encuestas que se realizaban cerca del final de la campaña para la primera vuelta electoral.
La mayoría de la clase política, descalificaba a Fujimori, de quien desconfiaban por ser un desconocido dentro del sistema de partidos, quien realizaba su campaña de manera muy personal subido en un tractor como símbolo del trabajo y la eficiencia que ofrecía al país.
La primera vuelta electoral de las elecciones peruanas de 1990, constituyeron una de las grandes sorpresas electorales que se ha producido en elección alguna en América Latina, a pesar de que Vargas Llosa sacó la primera mayoría de votos, no llegó al mínimo constitucional de la mitad más uno y se tendría que enfrentar al que quedara en segundo lugar.
Y quien quedó en segundo lugar no fue el APRA y su candidato Lucho Alva, sino el descendiente de japonés Alberto Fujimori, quien se iba a convertir en el candidato de toda la oposición a Vargas Llosa.
Es decir, en esa segunda vuelta se enfrentaron dos coaliciones encabezadas por candidatos independientes, pues Fujimori paso a ser el candidato del APRA, enemigo acérrimo del escritor y candidato, la izquierda, quien acusaba a Vargas Llosa de ser instrumento de la derecha y de muchos que desconfiaban en las políticas neoliberales que predicaba el candidato del FREDEMO.
Demás está decir que Fujimori se convirtió en presidente del Perú cuando obtuvo casi el 55% de los votos en la segunda vuelta electoral sobre un Vargas Llosa que demostró no tener madera para ejercer la política, ya que se enclaustró durante la campaña intentado en varias ocasiones evitar presentarse a la fase final de las elecciones.
Así se escribió en Perú, la creación de un sistema electoral alejado de los partidos políticos tradicionales y sustentado en personalidades independientes, por encima de las estructuras partidarias típicas de los sistemas políticos latinoamericanos.
En Perú en el año 1990 se dio inicio a un periodo inédito en cuanto a la teoría política; la existencia de una democracia sin partidos políticos, lo que se mantiene hasta nuestros días, ya que ni el APRA, ni el PPC pudieron reconstruirse como estructuras partidarias fuertes durante los gobiernos de Fujimori.
Más bien, se produjo una disminución del poder de los partidos y alianzas coyunturales que solo se realizaban a nivel local o nacional dependiendo de las personalidades y prioridades de los líderes políticos.
Las articulaciones políticas se producen sólo en periodos electorales, cuando la suma de votos es importante para ganar un cargo de elección popular, estas se rompen en forma inmediata cuando se logra el objetivo lo que convierte a los que asumen los cargos en personajes independientes de cualquier estructura partidaria.
Esto se mantuvo por muchos años como formula de sostén del sistema político peruano, muy especialmente durante todo el gobierno de Fujimori.
Lo cierto es que el viejo sistema de partidos políticos peruanos cayó en la bancarrota después del gobierno de Alan García, y comenzaron a surgir nuevas fuerzas que eran el resultado de alianzas entre grupos que tenían como agente catalizador la oposición a Fujimori.
Una coalición de fuerzas de ideas liberales y ecologistas se unió alrededor del tecnocrata Alejandro Toledo, quien convirtió ese movimiento en un partido político nuevo que llamó Perú Posible.
Es decir, antes que volver a los viejos esquemas de los partidos políticos históricos, se produjo una recomposición de las alianzas y en el año 2001, después de una crisis electoral y política en el año 2000, llega a la Presidencia Toledo, sostenido por una coalición de tres partidos políticos y una compleja alianza de movimientos regionales.
La coalición que gana las elecciones en el año 2000 la componían Perú Posible, Acción Popular y Somos Perú, junto con movimientos indigenistas e independientes, que al contarse los votos obtuvieron el 52% del total.
A dos ¨outsiders¨ como Alberto Fujimori y Alejandro Toledo, seguiría como presidente del Perú Alan García del APRA, quien había sido presidente en el año 1985-1990 y dejó al país en una profunda crisis económica.
Lo cierto es que García, quien quedó en segundo lugar en las elecciones del 2006 con solo un 24% de los votos emitidos se benefició de la fragmentación y debilidad del sistema de partidos tradicional en el país y del temor que en los círculos de poder económico despertó el candidato de una coalición de izquierda, Ollanta Humalla, quien planeaba una política de confrontación.
Para la segunda vuelta, el APRA firmó un acuerdo electoral con los demócrata cristianos de Unidad Nacional, los centristas del Frente de Centro y otros partidos de tendencia neoliberal.
Es interesante hacer mención de que Humalla fue presentado como candidato por un pequeño partido denominado Unión por el Perú (UPP) el que era desconocido por la mayoría del electoral, sin embargo, reeditando el rechazo a los partidos tradicionales, alcanzó más del 30% en la primera vuelta electoral y sobre el 47% en la segunda, perdiendo de Alan García por estrecho margen.
En las elecciones del 2011, que son convocadas para sustituir el gobierno de Alan García, de nuevo quedan al margen los partidos políticos tradicionales y encabezan las preferencias las personalidades por encima de cualquier estructura política.
Ollanta Humalla arma una coalición que incluye a su partido Gana Perú y al Partido Comunista, Partido Socialista del Perú, Partido Socialista Revolucionario, Movimiento Político Voz Socialista y el Movimiento Político Lima para Todos.
Lo cierto es que estos partidos no poseen estructura nacional sino que se forman alrededor de nombres y figuras políticas que se destacan en los medios de comunicación y con esta base realizan las campaña electorales obteniendo buenos resultados.
Gana Perú se enfrenta a otra coalición formada por los partidos de derecha Renovación Nacional y Nueva Mayoría, quienes conforma la alianza Fuerza 2011 y presenta a Keiko Fujimori, la hija de Alberto Fujimori, como candidata a la presidencia del país.
En dos vueltas electorales resulta ganador Humalla, actual Presidente de ese país, por un margen de menos del 3% de los votos emitidos.
Lo cierto es que Perú es un caso digno de estudio para las ciencias políticas, ya que con el voto, los peruanos han hecho casi desaparecer al sistema de partidos que dio origen a la democracia de ese país y sustituyó los regímenes militares que se sucedieron durante el periodo de inestabilidad en la década de los 70.
La reforma que marcó como mínimo la obtención del 50% más uno de los votos para ganar la presidencia del país, ha demostrado ser capaz de mantener la estabilidad democrática a pesar de las crisis económicas y políticas protagonizadas por Alan García y Alberto Fujimori en sus respectivos gobiernos.
Lo más curioso del caso peruano es que a partir de 1990 en las elecciones que se han sucedido, se mantiene la tendencia, con una sola excepción (2006), de que ganan las elecciones las personas más que los partidos, ya que la tradicionalidad no ha podido ser sustituida por nuevos partidos con una estructura nacional que les permita estabilidad y crecimiento.
Pareciera como si los peruanos aborrecieran de las siglas que dieron origen al sistema democrático representativo en ese país, y en cada elección surgen nuevos grupos que se alían para la coyuntura electoral y rompen sus alianzas inmediatamente pasan las elecciones para conformar un sistema que se ha denominado ¨Coalición de Independientes¨.