Editorial

Seamos sinceros y no tratemos de tapar el sol con un dedo: el fantasma de la crisis, del que nos considerábamos libres, ha hecho asomo en nuestro Partido desde el desarrollo mismo de la reunión del Comité Político del 19 de este mes. El detonante han sido las posiciones que se han adoptado en el PLD respecto a la modificación de la Constitución, para que se introduzca la reelección sucesiva por un nuevo período y el nunca jamás, aplicables a partir de los comicios del año próximo. Con la modificación constitucional se procura que el compañero Danilo Medina, muy bien valorado por sus conciudadanos y conciudadanas, pueda postularse en esas elecciones.

Bien visto el asunto, no queda duda de que el Partido se halla ante una situación delicada, de la que, sin embargo, saldrá bien parado si tomamos en cuenta la madurez de nuestro liderazgo, la vocación de poder del PLD y el espíritu de equipo que siempre ha imperado entre los peledeístas.

Por eso se quedarán nuevamente con la cara larga los que esperan que este contratiempo termine de mal manera para el Partido y, consecuentemente, para el proceso de desarrollo vivido por el país en los últimos once años.

En el Partido, en todos los niveles, seguimos apostando a la unidad y al entendimiento de nuestros dirigentes, que tantos beneficios le han dado a la República Dominicana. Ese criterio, precisamente, nos lleva a sostener que más temprano que tarde se disiparán los nubarrones que enturbian el cielo de nuestra organización.

Un buen paso en esa dirección sería hacer conciencia de que el momento es para tender puentes de advenimiento. Los dirigentes del Partido, que ya expresaron su posición argumentando y votando en la reunión de 19, deben conservarse como elementos de mediación y potenciales árbitros entre nuestros principales líderes. En esto puede obrar con provecho el airear lo menos posible nuestras posiciones a través de los medios de comunicación y dedicar las energías en limar asperezas, conscientes de que el todo es mayor que la mayor de cualquier de sus partes.

Sería conveniente también que a tono con nuestra conducta de siempre, no hagamos el trabajo de la oposición atacándonos entre nosotros. Ni en esta ni en ninguna circunstancia debemos patear a Leonel Fernández, presidente de la república por tres ocasiones, con una hoja de servicio encomiable que el país valora y valorará más a medida que transcurra el tiempo; tampoco debe patearse al compañero Danilo Medina, presidente con un prestigio y una aceptación en el pueblo extraordinarios, pese a los pronósticos de que no se mantendría con esos niveles tan altos dos años y medio después de juramentarse en el cargo. Ambos son políticos excepcionales a los que debemos procurar conservar al frente de la causa del Partido, su trinchera natural en esta guerra contra el subdesarrollo y sus efectos que estamos llamados a llevar a feliz término.

En consecuencia, de lo que se trata ahora es de propiciar la reconciliación en el PLD, actuando con flexibilidad y apertura de juicio. De lo que se trata es, en fin, de adoptar fórmulas que nos garanticen ganar ganar en este proceso. Eso es lo que anhelan más de dos millones de inscriptos en el Partido, y otros tantos millones de ciudadanos y ciudadanas que no pertenecen a ninguna organización política, pero que de manera consciente o instintiva saben que en lo que pase en el PLD se juega el destino del pueblo dominicano.

Editorial huésped del periódico impreso Vanguardia del Pueblo.

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