Los recursos naturales, desde el punto de vista de su utilización y permanencia, se dividen en renovables y no renovables. Los primeros, dependiendo de su manejo se renuevan permanentemente y entre ellos están todos los organismos vivos, sean del reino animal o vegetal, los cuales, si las condiciones que les favorecen están presentes, nacen, crecen, se multiplican y mueren, desapareciendo primero los individuos más viejos y los más débiles.
Entre los recursos naturales renovables está también el suelo, que es una mezcla de micro organismos, materia orgánica en descomposición y minerales; el aire, que es una mezcla de gases (nitrógeno, oxígeno, dióxido de carbono e hidrógeno, entre otros); y el agua, compuesta por una mezcla al dos por uno de hidrógeno y oxígeno. El suelo, si su entorno no cambia tiende a mejorar al menos en volumen, mientras que el aire y el agua, si el entorno no cambia tienden a permanecer más o menos estables.
En cambio, los recursos naturales no renovables, como los minerales, si se sacan de donde están, es decir, si se explotan, nunca más volverán a estar allí. Y es por eso que la explotación de estos recursos debe tener siempre un vínculo directo con planes de desarrollo que incrementen el bienestar de la sociedad (educación, infraestructura, industria generadora de empleo, etc.). En tal caso, dichos recursos no desaparecen sino que se transforman en algo más útil.
La introducción anterior es para poder explicar la propuesta del “Pacto por el Ozama”, aunque dure 100 años. El pecado ha sido grande, múltiples gobiernos y numerosas generaciones de dominicanos han permitido el chiquero en que se ha convertido hoy el río Ozama, de manera que no hay que preocuparse de que también muchos gobiernos y varias generaciones tengan que intervenir para restaurarle sus condiciones originales o parecidas a aquella que tenía cuando Colón amarró su carabela en la gigantesca ceiba que encontró en su orilla.
Y tiene que ser así porque no hay manera de que un solo gobierno y una sola generación de dominicanos puedan echarse encima la carga del enorme costo que involucra sanear el Ozama. En un caso que conozco, el gobierno y los habitantes de Boston-Massachusett, Estados Unidos, llevan ya 60 años trabajando en el saneamiento del “Charles River”, un río que también era un chiquero y han avanzado tanto que hoy en día lo único que todavía no hacen es beberse el agua directamente del río. El gobierno local y toda la sociedad se unieron en un pacto que ha dado sus resultados, no importa el tiempo que se haya tomado.
En la República dominicana están ocurriendo hechos concretos indicadores de que ha llegado el momento de iniciar el reto de salvar el Ozama y entregarlo a las futuras generaciones como debe ser, una fuente de riqueza y de belleza generadora de empleo y bienestar. El primer indicador es el proyecto de “La Barquita” del Presidente Medina, así como su Decreto 260-14 que declara de alta prioridad la preservación, de los ríos Ozama e Isabela, así como el desarrollo integral de los asentamientos humanos circundantes, creando al efecto una Comisión Presidencial que debe encargarse de coordinar las acciones.
El segundo indicador es el interés despertado en los gobiernos locales de la Mancomunidad del Gran Santo Domingo, la sociedad civil y el liderazgo comunitario y empresarial, especialmente el relacionado con el sector turístico, que comprende y acepta su responsabilidad ante la historia de salvar este macro recurso considerado un ícono de la capital de la República Dominicana, el cual, renovado y bien manejado generaría más riqueza que el oro de Cotuí, el ferroníquel de Bonao y La Vega y todos los minerales juntos que han sido extraídos y que todavía se esconden en el subsuelo dominicano.
El proyecto político para la reelección del Presidente Danilo que aparece ya como irreversible y su oferta de un gobierno de unidad nacional, podría ser la “piedra de toque” para el “Pacto por el Ozama” y otros que la sociedad espera con anhelo como es el pacto por el agua cuya primera implicación es la reforestación y cuidado de todas las cuencas hidrográficas del país.
El rescate del Ozama puede durar cien años o más, sin embargo, ese no debe ser el problema. La Iglesia de la Sagrada Familia en Barcelona hace 133 años que se construye y todavía no se termina. Su continuación en parte ha sido posible con los ingresos que desde hace décadas genera la visitación de miles de turistas que diariamente hacen cola para ver las áreas presentables. El horizonte es lo de menos, lo importante es que sea un proyecto bien concebido y respaldado por todos los sectores nacionales.
En el caso del rio Ozama le pido al Presidente Medina que ponga su rescate como uno de los puntos del acuerdo de gobierno de unidad nacional, señalando su presupuesto para el 2016 y el compromiso de continuarlo para que cada año quede adecentado y liberado un pedazo del río y su ribera, ¡aunque su ejecución dure 100 años!.