Opinión

El Proyecto de Ley de Movilidad, Tránsito, Transporte y Seguridad Vial considerado en el Congreso Nacional en sustitución de la Ley 241 y sus Leyes Complementarias podría no ser la panacea.

Sería un error creer que la iniciativa constituirá el remedio a todos los males que por décadas hemos acumulado irresponsablemente en la movilidad de nuestros ciudadanos sin hacer cumplir las leyes y regulaciones establecidas, sobre todo si no logra llenar los requisitos elementales para ser efectiva.

Esta nueva ley debe ser flexible para ajustarse cada vez a los cambios sociales, al influjo de las tecnologías y a las vinculaciones con el Código Penal; características éstas que a otros países les han permitido avanzar y ser paradigmas en la materia.

Alto costo para la familia, la sociedad y el Estado

La nación está pagando a un alto costo en vidas, salud y bienes, el que los ciudadanos no teman a la justicia e irrespeten las formas del desplazamiento civilizado.

Los expertos a nivel mundial afirman que la “seguridad vial es el motor transformador de la sociedad”; por qué no admitirlo, pues sin sus pautas, no podrían lograrse los Objetivos de Desarrollo Sostenible.

La exclusión de políticas de mejoramiento de la seguridad vial de las prioridades de los Objetivos del Milenio y del Protocolo de Kioto, demostró su importancia en el alcance de sus logros.

El mundo está en constante evolución, y con él, también la sociedad humana.

Para muchas personas sería tan solo un cliché sin un significado más que el filosófico; unos porque no lo entienden, otros porque no les interesa.

Lo cierto es que este fenómeno de resquebrajamiento de valores aporta numerosas víctimas de tránsito. La inseguridad en carretera es una realidad, que entenderla y asumirla como tal nos ayuda a interpretar lo que sucede, y hasta evitar la repetición de errores en relación con los procesos históricos.

Una nueva política de Estado

Cuando me hice profesional, me gradué de Ingeniero Electromecánico; el certificado de título dice “Ingeniero Eléctrico y Mecánico”; hoy día la carrera es eléctrica o es mecánica. Ya no existe la combinación de las dos disciplinas.

Los facultativos de la medicina también desarrollan especialidades en un órgano específico del cuerpo o en un aspecto de la salud de manera exclusiva. Igual los dedicados al Derecho.

Todavía en la década de los 70 las necesidades del ser humano respondían a un modelo de sociedad industrializada. En la década del 80 surge con fuerza la “sociedad de la información” y en los diez años posteriores se habla de la “sociedad del conocimiento” que se encamina, según los expertos, a ser reemplazada por la “sociedad red”.

Todo lo que esta aconteciendo responde a una gran dinámica, no son cuestiones vagas. Encierran conceptos que definen un modo de vida, de desenvolvimiento político, social, cultural y económico. Por consiguiente, los planes de desarrollo nacional que no contemplen los temas del TIC y el i+D+I estarían de entrada desfasados.

En la República Dominicana, por ejemplo, veinte años atrás, no se acuñaban los términos “ajustarse a los nuevos tiempos”, “per sé”, “globalización”, “seguridad vial”, “robótica”, “Internet”, “genoma humano”, “movilidad”, “competitividad”, “tramos de concentración de accidentes”, “auditoría de seguridad vial”, “navegar en la red”, “economía solidaria”, “software”, “hardware”, “integración y cohesión social”, “ley de transparencia”, “delito contra la seguridad vial”, “altas cortes”, “células madres”, “clonación”, “veeduría”, “sociedad civil”, en fin, un sinnúmero de términos y expresiones propias de los cambios a que está sometida la sociedad.

Durante la post-guerra, (hablo de antes de la mitad del siglo pasado), se evidenciaron cambios en el comportamiento de la sociedad, de igual manera que lo hicieran las crisis sucesivas del petróleo cerca de 30 años después; la humanidad siempre buscando nuevas alternativas para sobrevivir y sobreponerse.

Recuerdo, precisamente, cuando se iniciaron en nuestro país los primeros trabajos de energía no convencional como fuentes alternas para independizarnos de los carburantes. Fui parte de ese proceso que parecía utópico. En verdad, era difícil de creer que pudieran implementarse las fuentes renovables.

Sin embargo, al pasar los años, tenemos un parque eólico y otros en proyecto, reconociendo en otro orden que existen condiciones para la producción a gran escala de energía solar y biomasa, aplicables incluso a los medios de transporte, al sistema de control y gestión del tráfico, entre otros ámbitos.

Estos progresos han resultado de las políticas energéticas de los gobiernos del Partido de la Liberación Dominicana que recién pasa a ser miembro fundador de la Alianza Internacional de Generación de Energía Solar, promovida por la India en Francia.

Retornando al pasado, la llegada a la Luna no fue un acontecimiento fortuito, sino producto de años de persistencia, además de cuantiosas inversiones económicas y en vidas, rompiendo barreras; que una vez alcanzado el objetivo significó la apertura de nuevos conocimientos para la humanidad. Hoy ya se programan viajes comerciales a tan lejos destinos, existe el turismo espacial y hasta empresas inmobiliarias vendiendo terreno lunar.

Otro escenario fue la crisis generada por los eventos del 11 de septiembre, para remontarnos a tiempos recientes, que trajo cambios significativos en el mundo; no solo modificó la vida a los norteamericanos, trastornó el comportamiento y la visión humana.

Pero, lo que si podemos resaltar sin temor a equivocarnos, es que la sociedad se refuerza ante las crisis, porque se pone a prueba su instinto de supervivencia. Este es un concepto que debo repetir toda vez que sea necesario, porque el ser humano es el elemento fundamental de la sociedad para la cual trabajan los gobernantes, porque ahí está el pueblo que los elige.

En materia de seguridad en el tráfico, en los años 80, Europa empezaba a entender un proceso que afectaría el desarrollo de la sociedad. A la sazón, Francia realiza un estudio que determina el grado porcentual en que intervienen los factores de riesgo en la circulación vehicular de acuerdo al inusitado crecimiento de la industria automovilística, la población y el comercio.

Para entonces, no existía o era muy poco conocido el término “seguridad vial”. Pues, sobretodo, se exigía el fomento del intercambio comercial transfronterizo como una necesidad. Esto quería decir, que preservar la vida de los usuarios de las vías públicas debía ser de primer plano en las políticas europeas.

Se unificaron los Estados luego de un proceso de evaluación y entendimiento entre estas naciones, anunciándole la guerra a la inseguridad en carretera bajo el lema de que los indicadores eran inaceptables y la meta sería “Objetivo Cero”. Concepto que se acuña en esta época.

Todavía se esta lejos de esta meta en el orden regional, sin embargo, tenemos que señalar que en Suecia solo se reportó una víctima mortal en el 2013, un niño de 7 años.

Si nos remontamos a la época de los 80, nueva vez coincidían importantes transformaciones políticas y sociales que precipitadas por la revolución científico-tecnológica que ocupaba la atención mundial, sucedieron la Perestroika y la caída del muro de Berlín, viabilizando un esquema comercial diferente, la aplicación de novedosas políticas globales participativas, y el advenimiento de un Nuevo Orden Internacional.

A principio de los 90 eran escándalo en América Latina las cifras de muertes y lesionados en accidentes de tránsito, en especial en un país como Brasil, cuya población rompe ciertos moldes en número y estilo, con un desarrollo en la industria del automóvil también fuera de serie en la región.

Por vez primera en el mundo subdesarrollado de Occidente se empieza a importantizar la seguridad vial con el Presidente Cardoso; ahora es una actitud contagiosa en los demás países occidentales, a la que aquí vivimos de espaldas en la República Dominicana, expresan con claridad los indicadores, ante los esfuerzos infructuosos para impedir la escalada de los índices de siniestralidad.

Somos una nación pobre, de medianos ingresos, y sin embargo, producimos 83 veces más muertes en las carreteras por cada 10, 000 vehículos que los países ricos en su conjunto. La tendencia es el crecimiento de las víctimas cada año por esta causa.

Cambiar el escenario no quiere decir que tengamos que esperar a ser un país rico. Solo se requiere cambiar la mentalidad; primero de los políticos, y la de los ciudadanos, después.

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