Opinión

He aprendido durante el proceso de mis casi sesenta años de existencia, que no podemos vivir con la carga que otros nos han impuesto, al echar sobre nuestra existencia -en sentido global- su propia visión de lo que somos.

Los seres mediocres envidian la felicidad de los semejantes llegando a confabular en contra del mundo ético de otros individuos, tratando de agredirles en lo moral. Estos seres se envilecen en sus prejuicios, tramando en contra de quienes ellos consideran son mejores y solo tratando de dañarles pueden frenar el éxito de quienes consideran dichosos, pero sobre todo, seres superiores a ellos en cuanto a talentos y virtudes humanas. Este es un sentimiento ruin, propio de reptiles al estilo Caín en las historias bíblicas del inicio de los tiempos.

No me siento bien cuando uno de esos envidiosos se cree capaz de cuestionar la ética que vivimos y trata de dañar la “marca-persona” que hemos construido con sacrificios propios y de los seres que nos acompañan en los procesos de desarrollo. Pero, cuando sucede siento que me dan una nueva oportunidad para reconocerme importante y para probarme ante mi creador, haciéndome de fortalezas espirituales, las que sin esas pruebas no hubiesen aparecido en la historia de mi “yo”.

El individuo humano se ha ido fortaleciendo a través de los procesos de la historia y en ellos su cerebro se ha superado a sí mismo. Esa superación ha sido posible, gracias a las necesidades que ha enfrentados durante miles de años de enfrentamiento con la naturaleza, logrando colocarla al servicio propio de su existir.

Existen promesas dentro del libro sagrado, que me garantizan que las agresiones en contra de los seres de luz no se quedan en el olvido del todopoderoso, haciéndome entonces portador de un factor esencial para un cristiano, pedir compasión para los que me difaman, dilapidan o tratan de dañarme como ente social. Porque lo que dice la santa escritura en 2 Tesalonicenses 3:3, me anima a pedir al todopoderoso compasión por unos adversarios que no he buscado, veamos: “Pero fiel es el Señor, que os afirmará y guardará del mal.” En 1 Pedro 2:9 el señor me dice: “Más vosotros sois linaje escogido, real sacerdocio, nación santa, pueblo adquirido por Dios, para que anunciéis las virtudes de aquel que os llamó de las tinieblas a su luz admirable.” Durante mi trayectoria en la Dirección de Cultos del PLD, he tenido que tomar posiciones apegadas a los principios de mi fe y por ello he sido agredido desde las entrañas del partido al que he servido por cuatro décadas ininterrumpidas.

Las promesas no se quedan ahí, siguen apareciendo para el confort de los que hemos decidido seguir el camino de la fe cristiana, veamos: En libro 2 Samuel 22:3-4 manifiesta afirmando: “Dios mío, fortaleza mía, en él confiaré; Mi escudo, y el fuerte de mi salvación, mi alto refugio; Salvador mío; de violencia me libraste.”

Y continúa diciendo en el versículo 22; 4: “Invocaré a Jehová, quien es digno de ser alabado, y seré salvo de mis enemigos.” En ese mismo orden el Profeta Isaías en el versículo 41:10 afirma: “No temas, porque yo estoy contigo; no desmayes, porque yo soy tu Dios que te esfuerzo, yo te ayudaré, siempre te sustentaré con la diestra de mi justicia.” También el mismo Isaías en el versículo 54:17 cree que: “Ninguna arma forjada contra ti prosperará, y condenarás toda lengua que se levante contra ti en juicio.” Y termina diciendo: “Esta es la herencia de los siervos de Jehová, y su salvación de mí vendrá, dijo Jehová.” Por último, debo regocijarme al leer el Salmo 46:1, pronunciar con mi voz la lectura que dice: “Dios es nuestro amparo y fortaleza, nuestro pronto auxilio en las tribulaciones.”

Me confieso fortalecido en la capacidad de perdonar a quienes me han agredido sin profundizar en lo que no se ve y solo se alegraron de la ocasión de hacer morbo en beneficio de su contexto particular.

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