Opinión

Hace unos 224 años EE.UU. adoptó el dólar como su moneda nacional, tomando como marco de referencia al peso español que circulaba en ese entonces, lo que significa que esa divisa no es originaria de Estados Unidos.

La historia de la cotizada divisa se remonta al siglo 16 cuando durante el vasto imperio Habsburgo (reinado europeo) se descubrieron minas de plata en un valle de Bohemia (República Checa).

La palabra “thal” significa valle, de conformidad con el idioma alemán antiguo. Cuando los alemanes iniciaron la producción de nuevas monedas de plata en el llamado Valle de Joaquín (Joachimsthal) las bautizaron con el nombre de Joachumsthalers, pero popularmente se les conoció como “thalers”.

Los “thalers” o “doleras” de plata llegaron a circular por todo el mundo, incluyendo las posesiones coloniales de América (continente descubierto en 1492 por Cristóbal Colón). Esas monedas eran la expresión del poder imperial de la época: el reinado de los Habsburgo al que pertenecían Alemania y España.

Cuando en 1776 se produce la independencia de EE.UU. el llamado Congreso Continental (que integraban representantes de las antiguas 13 colonias inglesas) decide emitir unos 8 millones de “dólares españoles” para cubrir gastos de guerra, procediéndose a sustituir a la libra esterlina (dinero inglés) como signo monetario.

No fue sino el 2 de abril de 1792 cuando el Congreso de Estados Unidos adopta al dólar como moneda nacional, señalando que su valor será igual al peso fuerte español de plata.

Ha pasado ya más de dos siglos. El mapa mundial ha experimentado profundos cambios. Ya no existe el imperio Habsburgo, que comprendía Alemania y España con todas sus posesiones coloniales en el Nuevo Mundo.

La época del poderío británico quedó atrás, aunque en plano 2016 los partidarios de la salida de Londres de los acuerdos concertados con la Unión Europea –eso que se conoce como Brexit- añoran un relanzamiento de la influencia de la libra esterlina dentro de la economía global.

Estados Unidos sigue siendo la primera potencia mundial. Y el dólar no sólo es la moneda nacional norteamericana, sino que sigue ganado valor dentro del sistema monetario-financiero internacional, a pesar de todos sus achaques.

También la apreciación del dólar se ha tornado en una preocupación en Estados Unidos, pues mientras la economía estadounidense mantiene frenado su política fiscal expansiva, la Unión Europea refuerza nuevos pasos hacia el estímulo de la cantidad de dinero en manos del público.

Pero también un dólar más fuerte también conspira contra la tasa de ganancias de las empresas norteamericanas toda vez que sus bienes ofertarían precios más altos, perdiendo competitividad frente a sus similares del mundo.

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