Cuando usted observa, por ejemplo, que a su cuerpo de falta vitamina C, o que en su casa no se dispone de los alimentos necesarios para satisfacer los requerimientos del consumo familiar, entonces se puede emplear la palabra déficit para evidenciar que existe un desequilibrio entre los citados componentes de su vida personal.
Entonces es lógico concluir que lo ideal sería vivir con equilibrio y estabilidad. A nadie le gusta vivir con una escasez en los bienes y servicios que demanda para tener una buena calidad de vida. Acumular un déficit no es agradable, pero…
Si llevamos los citados criterios al terreno de la economía en general (macroeconomía) nos encontraremos con interesantes y contradictorios enfoques. En efecto, el Gobierno, en cuanto administrador del Estado, está obligado a solventar diversos compromisos para su debido funcionamiento, tales como efectuar los pagos de una burocracia necesaria para la marcha del aparato estatal, así como las inversiones en obras de infraestructuras y gastos sociales n salad, educación, vivienda, entre otros.
Cuando un Gobierno, al momento de formular un presupuesto, deja constancia de que operaría con un déficit durante su ejecución debido a limitaciones en la captación de ingresos estaría reconociendo que tendrá que acudir a fuentes de financiamiento para reducir o eliminar esos números rojos en sus cuentas oficiales.
De manera gráfica y expresiva el déficit fiscal es la diferencia negativa entre los ingresos y los egresos públicos dentro de un periodo determinado.
Para recaudar los recursos financieros y proceder a la elaboración del presupuesto de ingresos se hace necesario consignar las vías de captación de dinero que por lo general se apoyan en las recaudaciones fiscales, pero también en las exportaciones de bienes y servicios al exterior, así como en la llegada de flujos de inversiones y de remesas.
Pero puede ocurrir que los niveles de ingresos no guarden proporción con los gastos, lo que da paso al surgimiento de un déficit presupuestal, situación que podría abrir las puertas del endeudamiento público para neutralizar la presencia de números rojos en las cuentas oficiales.
El desempeño económico de un país podría verse muy afectado si la presencia del déficit presupuestal del Gobierno se hace recurrente. Pero hay que cuidarse que asumir que la causa de un déficit presupuestal se debe exclusivamente al gasto puro y simple del Gobierno.
Puede ocurrir que en determinada coyuntura económica podrían desatarse fuerzas financieras internas que obliguen al incremento del gasto público para evitar un derrumbe de la demanda interna de bienes y servicios, dando paso al estancamiento de las actividades productivas, comerciales y financieras.
En el marco de las finanzas internacionales se acostumbra a establecer un valor porcentual medido en proporción al Producto Interno Bruto (PIB) como tope máximo exigido de déficit presupuestal; pero ese criterio no deja de ser subjetivo y carente de base cierta, pues podrían surgir acontecimientos no previstos que obliguen a un incremento desbordado del gasto público.
Ahora, en el contexto de la economía global, la preocupación viene dada, no tanto por el incremento del gasto público como en la impostergable necesidad de acudir en exilio del rescate de la salud de la población y el combate al hambre, más allá del crecimiento económico puro y simple en tiempo del Covid-19.