Sin inmutarse el ministro de Educación respondió los miles de reclamos y quejas ciudadanas y de la opinión pública por las masivas cancelaciones de servidores del sistema educativo dominicano.
Son desvinculaciones rutinarias, algo que ocurre en todos los gobiernos, ha dicho el flamante ministro, tratando de restar impacto a lo que la Ley llama desvinculaciones, pero que en los casos denunciados son verdaderos abusos.
Las asociaciones de padres y amigos de la escuela, las centrales sindicales, los partidos políticos, las asociaciones de servidores públicos y las comunidades en general han coincidido en presentar la imprudencia y falta de humanidad de quitar el sustento a miles de vigilantes, secretarias, porteros, empleados de mantenimiento, conserjes, digitadores y otros.
En las redes sociales y medios de comunicación se presentan los casos de empleados separados en trámites de pensión, mujeres en estado de embarazo, enfermos, aislados o ingresados por el virus COVID-19, en fin una lista extensa de casos con limitaciones que el ministerio tilda de “botellas”, término peyorativo que se aplica en nuestro país a quien no trabaja.
En realidad la desvinculación de aproximadamente 22 mil servidores públicos de las escuelas, entre los meses de noviembre y diciembre, es un hecho que atenta contra la supervivencia de miles de familias que hoy no tienen cómo suplir sus necesidades básicas.
Resuena en los oídos de las dominicanas y de los dominicanos el compromiso del ahora jefe de Estado en campaña de que ningún empleado público que cumpliera con su trabajo, sin importar las banderías políticas, iba a ser cancelado. Todo lo contrario ha sucedido en el Ministerio de Educación.
De manera humillante los cesanteados son llamados en grupo para notificarles el despido, acción reprochable e indigna que se pretende justificar con descalificaciones a la persona o esgrimiendo que se trata movimientos rutinarios.
Estos hechos demuestran hacia dónde nos conduce el tan cacareado cambio: al irrespeto, el incumplimiento de los compromisos, a la intranquilidad, y a la desesperanza en momentos en que se vive una tragedia sanitaria y económica mundial.