La historia de la mina de oro de Cotuí se remonta al gobierno de Bosch (1963), cuando los estudios confirmaron sus dimensiones y viabilidad.
Bosch no pudo iniciar su desarrollo todos sabemos por qué. Desde entonces, la mina fue pasando de gobierno en gobierno, alargando su vida gracias a las nuevas tecnologías, hasta hoy.
Una idea del drama del oro dominicano la da la afirmación certera que hizo Bosch en los 70: nuestro país vende oro como si se tratara de aguacates o plátano maduro.
¿A qué se refería Bosch?
A que vendemos oro como si hubiera que deshacerse de él con urgencia; sin dejar una onza en el Banco Central como respaldo de nuestra moneda ni agregarle valor desarrollando nuestra orfebrería.
Indignaba la complacencia de Balaguer (1966-1978) y del PRD (1978-1986) con las mineras y la ignorancia con que manejaron el tema.
Dando tumbos y regalando oro a la multinacional del momento, llegamos al contrato que con valor—digámoslo sin mezquindades—denunció Danilo Medina en febrero del 2013 ante el Congreso Nacional.
En aquellas condiciones, advertía el presidente Medina «la empresa minera estaría recuperando su inversión en poco más de dos años». Aquello advirtió Medina, “era inaceptable”. Y advirtió: «Quiero que me escuchen bien: El oro que subyace en el suelo de la patria de Duarte, Sánchez, Mella y Luperón, es del pueblo dominicano, de nadie más».
Y agregó que ese oro «sólo podrá ser extraído, procesado y exportado, si las condiciones de distribución de los ingresos generados por la explotación de este recurso no renovable son justas y favorables para las dominicanas y los dominicanos. Y en los actuales momentos no lo son».
En octubre de 2013 Danilo Medina logró un acuerdo con Barrick que garantizó más de un 50% de los beneficios al Estado dominicano. En aquel momento, el oro no llegaba a los 1,600 dólares la onza. Hoy ronda los 2,700. Barrick se baña literalmente en oro gracias a la crisis del dólar.
Y gracias a Danilo Medina, nuestro país tiene mejores condiciones en el negocio. Pero seguimos, como diría Bosch, vendiendo oro como si fuera aguacates o plátano maduro, mientras Barrick regatea centavos a los campesinos cuyas tierras envenenan.