Opinión

La invención del enemigo para justificar la industria armamentística y la guerra es
la práctica más nociva de la élite guerrerista, que ve en el conflicto una simple
oportunidad para acumular riqueza.

La aristocracia europea parece no percibir el brutal estancamiento que la guerra ha
causado en sus economías, aunque esta represente un negocio lucrativo para los
productores y promotores del conflicto. Los organismos financieros internacionales
reportan que la economía de la Unión Europea apenas creció un 0,9%, mientras que la
zona euro alcanzó solo un 0,7% en 2024.

Esta situación se agrava con la caída estrepitosa de la industria alemana, la gran
locomotora de la economía europea, cuyo desempeño fue de -0,2%. Francia, por su
parte, tuvo un crecimiento modesto del 1,1% en ese mismo año.

En este contexto, la economía española muestra un comportamiento prometedor, con
un crecimiento del 3,2% en 2024. Este resultado se debe, en gran medida, a que España
sigue aprovechando los competitivos precios del gas ruso para su industria y consumo.
La Federación de Rusia es el segundo mayor proveedor de gas para España,
representando el 20,5% de sus importaciones, solo por detrás de Argelia y por encima
de Estados Unidos (16,9%).

El Banco Central Europeo (BCE), en sus proyecciones macroeconómicas, estima que
la economía de la zona euro continuará exhibiendo un desempeño pobre en los
próximos años, con un crecimiento del 0,9% en 2025 y del 1,2% en 2026.

Este drama económico está empujando hacia un desmonte de los derechos
fundamentales de los ciudadanos europeos, poniendo en peligro el histórico estado de
bienestar establecido tras la Segunda Guerra Mundial. Todo esto ocurre mientras aún
falta por destinar el 2% del PIB al fortalecimiento de la anacrónica OTAN, un esfuerzo
que tampoco será suficiente para enfrentar al supuesto enemigo inventado: Rusia. Se
estima que Rusia invierte no menos del 8% de su PIB en la industria armamentística, sin
contar con su posición como la primera potencia nuclear del mundo.

El panorama se vuelve aún más complejo con la postura del presidente Trump, quien,
en su intento por alcanzar la paz en Ucrania, ha suspendido la ayuda de inteligencia
militar a este país y planea reducir la presencia militar de Estados Unidos en Europa, lo
que incrementará los costos de seguridad para la región.

El líder estadounidense contempla disminuir en 20.000 soldados el apoyo a la
seguridad europea, de los 80.000 desplegados en la zona euro. Además, se estudia la
posibilidad de entregar la emblemática base aérea de Ramstein al ejército alemán, así
como cerrar la base conjunta de la OTAN en Rumania.

El tema de la paz es serio y altamente sensible, pues la vocación guerrerista de la élite
europea parece estar conduciendo a la humanidad hacia una gran encerrona, al abismo y
a la destrucción total, algo que solo los pueblos en pie de lucha pueden detener.

Finalmente, es motivo de celebración que Hungría y Eslovaquia marquen distancia
con su negativa a financiar la guerra, apostando por una paz total y definitiva. Esta
decisión es una señal de que el fin de la destrucción y la pérdida de vidas se acerca, en
sintonía con la aspiración de todos los pueblos del mundo.

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