En el día a día de las y los dominicanos predominan los apagones, el deterioro de los hospitales y el sistema sanitario en general, incluyendo el escándalo del SeNaSa, el colapso de la educación, las fallas en los servicios esenciales, el incremento del costo de la vida y el aumento sostenido de la delincuencia y la criminalidad.
Es la cruda realidad que mortifica a la población, que se siente burlada cada vez que escucha las afirmaciones del Gobierno presentando sus acciones como hechos históricos o que se hace lo nunca visto y hasta pregonar que se construye un nuevo país.
Son todas frases que adornan los discursos en actos públicos o la costosa publicidad en medios masivos de comunicación y redes sociales.
En la semana en curso predominaron los actos oficiales incluyendo los realizados en la ciudad de Santiago en donde pernoctó el ciudadano Presidente de la República, actividades coincidentes con el escándalo de SeNaSa, lo de INABIE y la penosa situación de las precariedades en el programa de medicamentos de alto costo.
Insisten en tratar de proyectar una gestión exitosa, de logros y realizaciones, con una realidad totalmente diferente a lo que se quiere proyectar.
Existe una clara desconexión del discurso del Gobierno con la realidad que sufren los ciudadanos, pero se reitera desde el oficialismo en mantener una narrativa que nadie cree, lo que, según los estudiosos del comportamiento humano, resultaría altamente peligroso.
Cada día se gasta más sin que desde el gobierno se muestre eficiencia o mejoría en los servicios.
Las tres calientes, ya no existen, la salud en entredicho, como se refleja en las estadísticas de las diferentes tasas, los apagones mortificando a la población, con energía cara y desde el gobierno tratando de maravillar a sus habitantes.
El malestar social se hace sentir en los medios en los que se reseñan protestas de distintos profesionales, productores agropecuarios, comunitarios. Se levantan voces de protestas y de indignación con lo que está sucediendo, que nos hacen recordar históricas jornadas de protestas callejeras, para no citar aquella manifestación, que de forma acertada el Profesor Juan Bosch definió como poblada.