Opinión

DOS ENSEÑANZAS DE UN APAGÓN NACIONAL

Con mucha frecuencia, cuando viajo en el Metro, lo que hago varias veces a la semana, me he preguntado ¿cómo serían las calles si a las personas que venimos en estos vagones y en los demás de esta y la otra línea les sumamos las que marchan en este momento por las calles? Igual pregunta me he hecho cuando el recorrido lo realizo por un elevado o túnel.

De la manera menos agradable esas preguntas recibieron respuestas ayer: en la ciudad reinaría el caos, sobre todo en las horas pico, que son la de ir al trabajo y la del regreso a la casa.

Sin el Metro y los elevados y túneles la ciudad de Santo Domingo sería intransitable y peligrosa porque en el tumulto los carteristas, descuidistas y atracadores tienen mejores oportunidades para el ejercicio de sus malas prácticas. Es una simple ecuación matemática.

Esa fue una de las enseñanzas del apagón.

La otra es menos objetiva, pero no menos importante porque nos coloca en posición de enmendar y corregir un peligroso error de cara al futuro inmediato. El apagón sirvió para poner en evidencia la visión de Estado de los gobiernos del PLD y contrastarla con la miopía de los funcionarios del PRM.

Independientemente del relato que los dirigentes del PRM pudieron imponer de manera coyuntural para lograr encaramarse en el espinazo de este pobre pueblo en las elecciones de 2020, el PLD gobernó con una visión de futuro, o sea dando soluciones de largo alcance a problemas puntuales que desde siempre habían traído a los dominicanos y las dominicanas de vuelta y media.

De esos problemas merecen destacarse el del transporte, pues con el Metro y el Teleférico se corrigió de manera significativa el caos en nuestras calles a la vez que se redujo la distancia-tiempo entre lugares tan distantes como Villa Mella y la Feria, Los Mina y el 9 o Los Mina y la Universidad estatal. Y ese logro vino acompañado de una economía significativa para la gente de a pie y una mejoría en su calidad de vida porque llegan en menos tiempo a su destino y menos «estropeados», como diría mi madre.

El apagón de ayer trastornó nuestras vidas, pero como nada es tan malo que no tenga algo bueno, del mismo modo que nada es tan bueno que no tenga algo malo, ha servido para que veamos en la práctica el rostro de la civilización, vale decir de los que apuestan al desarrollo, el progreso, y el de la barbarie, o sea el de la demagogia, el atraso, la retórica vacía y el marketing político.

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