Por: Víctor Manuel Grimaldi Céspedes
El siglo XXI ha sido un periodo de aceleración histórica sin precedentes. Las estructuras heredadas de la Guerra Fría —bipolaridad, bloques, equilibrio militar— colapsaron con la caída de la Unión Soviética. Estados Unidos vivió un momento unipolar entre 1991 y 2008, pero la crisis financiera global, el ascenso de China y el reacomodo estratégico de Rusia transformaron el panorama completo. Hoy vivimos un orden multipolar inestable donde la tecnología, los minerales críticos, la energía, la inteligencia artificial y las operaciones híbridas definen la competencia global.
La geopolítica actual es resultado de un proceso largo y profundo. Tras 1945, el planeta quedó dividido entre dos grandes potencias. Estados Unidos organizó el sistema occidental mediante la OTAN, el FMI y el Banco Mundial. La URSS creó su propio bloque en Europa del Este. La Guerra Fría estabilizó el mundo bajo una lógica rígida y peligrosa: dos sistemas, dos ejércitos, dos proyectiles nucleares apuntando uno al otro.
Con el derrumbe soviético en 1991, Estados Unidos quedó como potencia hegemónica indiscutible. Fue la época de la expansión tecnológica, del predominio del dólar y de la globalización económica. Sin embargo, ese período no duró. China aprovechó la apertura comercial para convertirse en la fábrica del mundo y, al mismo tiempo, en un gigante tecnológico. Rusia, tras la crisis de los años noventa, reconstruyó su aparato militar bajo Vladimir Putin. Europa, por su parte, se integró económicamente pero siguió dependiendo militarmente de Washington.
La crisis financiera del 2008 marcó el fin definitivo del predominio absoluto estadounidense. La vulnerabilidad económica del modelo globalizado quedó expuesta. Los países emergentes —en especial China e India— adquirieron mayor peso. La geopolítica entró en una etapa de transición prolongada donde nadie controla todo y todos compiten por algo.
Entonces, el mundo entró en una fase distinta: un escenario sin hegemonía dominante. La unipolaridad de Estados Unidos se desvaneció; la bipolaridad no regresó. En su lugar surgió un sistema multipolar competitivo, con tensiones simultáneas en Europa, Asia, Medio Oriente, África y, ahora, el Caribe. La economía global se volvió profundamente interdependiente, pero esa interdependencia generó vulnerabilidades. La tecnología —chips, IA, datos, telecomunicaciones— se transformó en la nueva geografía del poder. Y los minerales críticos pasaron a ser más importantes que el petróleo del siglo XX.
Es este contexto el que define la política internacional del año 2025. Nada ocurre de manera aislada. El crimen organizado, la diplomacia, el comercio, la energía, los drones, las operaciones militares y los conflictos ideológicos forman parte del mismo proceso histórico.
GEOPOLÍTICA INTERNACIONAL: EL TABLERO DEL SIGLO XXI
Estados Unidos sigue siendo la principal potencia militar del mundo. Sin embargo, enfrenta polarización interna, endeudamiento elevado, presiones sociales y una competencia directa con China en campos decisivos: inteligencia artificial, computación cuántica, biotecnología y semiconductores. Rusia, aunque más débil económicamente, demuestra capacidad para sostener conflictos prolongados en varios frentes, como ocurre en Ucrania. China, entretanto, ambiciona liderar la economía global mediante el control industrial, el dominio de los minerales críticos y la reorganización del comercio mundial.
Europa, atrapada entre Washington y Pekín, intenta avanzar hacia una autonomía estratégica que no termina de materializarse. India, por su parte, emerge lentamente como una potencia con influencia creciente en Asia, África y Oriente Medio. El planeta vive una carrera por la tecnología, la energía, el agua, la seguridad digital y el control de la información.
TODO ES GEOPOLÍTICA: EL FACTOR CARIBE
El acontecimiento más importante de las últimas semanas confirma una realidad largamente anticipada: el Caribe ha entrado en el centro de la disputa global. La operación militar “Lanza del Sur”, anunciada por el Secretario de Defensa de los Estados Unidos, Peter Hegseth, constituye un punto de inflexión histórico. Estados Unidos ha declarado que el hemisferio occidental es una zona estratégica directa y que las organizaciones narcoterroristas que operan desde Venezuela y parte del Caribe representan una amenaza real para la seguridad nacional estadounidense.
Hegseth fue categórico: “Nuestro deber es proteger a la patria”. La operación será ejecutada por el Comando Sur mediante la Fuerza de Tarea Conjunta Southern Spear. Aunque no se ha revelado el alcance completo, la señal es clara: Washington actuará donde sea necesario sin pedir permiso a otros actores internacionales.
La reacción de Moscú fue inmediata. Dmitri Peskov advirtió que Rusia “espera que Estados Unidos no desestabilice al Caribe ni a Venezuela”. Para Moscú, la región es un espacio donde ha cultivado intereses estratégicos a través de Cuba, Nicaragua y Venezuela. Esa declaración demuestra que Rusia considera al Caribe parte del teatro geopolítico donde disputa influencia con Estados Unidos.
EL MODELO SIRIA–CARIBE
La secuencia estratégica es idéntica. Lo que ocurrió en Siria entre 2013 y 2020 —zonas de exclusión, operaciones quirúrgicas, presencia externa, actores irregulares— era un anticipo de lo que eventualmente se trasladaría al Caribe. Y ha ocurrido. El Caribe es para Estados Unidos lo que Siria fue para Rusia: su frontera estratégica inmediata.
“Lanza del Sur” no es solo una operación antidroga. Es un intento de negar territorio a redes criminales transnacionales que funcionan como plataformas geopolíticas. En Siria, esos espacios los ocupaban grupos extremistas; en el Caribe, los llenan carteles, milicias irregulares, facciones militares y economías ilícitas. El objetivo es evitar que un vacío estatal se convierta en una amenaza hemisférica.
LA RESPUESTA DIPLOMÁTICA
Las declaraciones del Secretario de Estado Marco Rubio completan la estrategia. Rubio afirmó que las organizaciones criminales que operan desde Venezuela, el Caribe y zonas colapsadas constituyen “narcoterrorismo hemisférico”. Ratificó la legitimidad de las operaciones estadounidenses y desestimó las críticas de la Unión Europea: “La Unión Europea no determina cómo Estados Unidos defiende su seguridad nacional”.
Primero se estableció la doctrina. Luego se ejecutó la operación. La secuencia está clara.
CHINA Y LOS MINERALES CRÍTICOS
Mientras esto ocurre en el hemisferio occidental, China fortalece su dominio sobre las tierras raras, controlando entre 60% y 90% del mercado global. Ahora prepara un sistema de validación para decidir quién puede comprarlas. Esto excluirá prácticamente a las empresas vinculadas al sector militar estadounidense. Es la respuesta al bloqueo occidental sobre semiconductores.
El nuevo orden mundial se rige por una ecuación simple:
Estados Unidos controla el silicio avanzado.
China controla los metales críticos.
Europa intenta protegerse, pero pierde competitividad.
EUROPA Y EL NUEVO PROTECCIONISMO
La Unión Europea se ha visto obligada a adelantarse y aplicar una tasa sobre pequeños paquetes importados, fundamentalmente procedentes de China. Es una admisión tácita de su pérdida de competitividad industrial. Europa adopta medidas de protección para frenar la avalancha de productos baratos que alimentan plataformas digitales.
EL FRENTE EUROPEO
Mientras el Caribe se militariza, Rusia intensifica ataques con drones sobre Kiev y regiones clave. La guerra continúa y demuestra que Moscú es capaz de sostener varios frentes de presión simultáneamente. Ninguna potencia ha mostrado tanta resiliencia estratégica en el siglo XXI.
UNA MIRADA AL COSMOS
En medio de estas tensiones, el cosmos ofrece un recordatorio de nuestra pequeñez. Las nuevas imágenes del cometa interestelar 3I/ATLAS muestran una actividad extraordinaria con siete chorros activos y una cola de millones de kilómetros. La astronomía confirma que vivimos en un periodo de anomalías amplias —geopolíticas, tecnológicas y cósmicas— que marcan un tiempo de transición histórica profunda.
CONCLUSIÓN
Todo confirma una verdad esencial: TODO ES GEOPOLÍTICA. Las operaciones militares, los ataques con drones, las medidas comerciales, la diplomacia, la tecnología, los minerales críticos, el crimen trasnacional y hasta los fenómenos astronómicos forman parte de un mismo proceso: la reconfiguración del orden mundial.
El Caribe —y con él la República Dominicana— entra ahora en el centro de ese tablero. La historia se acelera y el mundo avanza hacia un sistema multipolar donde la seguridad hemisférica, la tecnología, los recursos estratégicos y la estabilidad regional determinarán el destino de las naciones.
El tablero ya no espera por nadie.
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