En mi artículo “La occidentalización de Ucrania” que publiqué en dos entregas en el Listín Diario y en una y ampliado en el periódico Vanguardia del Pueblo, afirmé que “la jugada de Occidente en Ucrania no resulta simple, como no resultó serlo en el norte de África, porque la interdependencia y multipolaridad complejizan los movimientos políticos”. Y concluí diciendo: “Como se ve, occidentalizar a esa antigua república soviética no resultará fácil, pues a las razones de orden económico se suman las de tipo cultural e históricas; sino, demos seguimiento a lo ocurrido en el parlamento de Crimea y lo que pudiera suceder el próximo 16 de marzo cuando está convocado el referéndum para la adhesión de esta provincia ucraniana a la Federación Rusa.”
Esta semana Bloomberg News sirvió una información bajo el título de “Empresas alemanas temen sanción a Rusia” que afirma que mientras “la Unión Europea refuerza su respuesta a la anexión de Crimea por parte del presidente ruso, las empresas alemanas exhortan a la prudencia por temor a que las sanciones dañen sus vínculos comerciales y la tambaleante recuperación económica de Europa”.
Sobre estos temores advertí en el artículo mencionado que: “Europa, que anda metida en una crisis de la que no se recupera, podría enfrentar el corte en el suministro de gas que Rusia facilita a través de Ucrania. Algunas autoridades europeas dicen que sus países tienen reservas suficientes, pero lo cierto es que a pesar de que el invierno se aleja, muchas cocinas podrían quedar apagadas, y como consecuencia de la incertidumbre, la lenta recuperación económica se vería amenazada”. Es que a las turbulencias económicas europeas que de alguna manera arrastran a Alemania no se le pueden sumar conflictos diplomáticos y políticos que desemboquen en cuestiones de orden económico en razón de que la lenta recuperación podría sufrir un duro golpe.
Resulta que después del colapso de la Unión Soviética, Alemania, que es la economía más grande de Europa y la cuarta del planeta, además de ser el pilar y sostén fundamental del bloque europeo, tiene importantes inversiones en la tierra de Putin; entre ellas, las del símbolo automotriz germano, la Volkswagen AG; las de Siemens AG, de las de HeidelbergCement AG y las de otras empresas importantes, las que, como todas, no arriesgarán sus ganancias por la política, pues la política solo les es útil cuando interviene para garantizar el capital.
El cable señala que un analista internacional de nombre Ulrich Acklermann, vocero de VDMA, una asociación que agrupa a 3,100 fabricantes de maquinas alemanas, dijo: “Esperamos que los políticos piensen verdaderamente en el impacto que tendrán las sanciones”. Y agregó: “Es importante que evalúen cuál será el efecto no sólo en el país que se quiere castigar, sino también en el que está imponiendo las sanciones”. Esta reflexión viene a tener validez, no solo para el caso alemán, pues como afirmé, en un mundo interdependiente y multipolar, la diplomacia está más ligada al mercado que al cañón, y por ello las maniobras geopolíticas requieren de un juego de inteligencia que impida que el que pretende dañar salga más dañado que al que se pretende perjudicar, por ello Putin se ríe y sigue moviendo fichas, consciente de que Rusia debe desempañar un papel de mayor peso en la nueva recomposición global.