Opinión

Siempre ha estado presente en el debate de las ideas que se da de manera natural en una sociedad la preocupación en torno al hecho de que donde hay dos economistas reunidos brotan por lo menos tres opiniones distintas o encontradas.

Y en el fondo de la inquietud o la preocupación hay latente una pregunta inevitable: ¿A qué se debe esta diversidad de opiniones que expresan una discrepancia en las ideas expuestas? ¿Por qué se da la heterogeneidad en la vida y en la historia de la ciencia, sobre todo y muy especialmente en las ciencias sociales?

Aunque toda ciencia tiene una unidad de cuerpo basada en principios, leyes y generalidades, lo cierto es que ninguna ciencia es homogénea, ni las formales ni las experimentales. Pero es en las ciencias sociales donde la heterogeneidad se da con mucho más fuerza.

La unidad de cuerpo se refiere al hecho de que cada ciencia tiene un objeto de estudio determinado, tiene métodos, tiene principios, teorías y leyes, tiene un aparato conceptual y analítico y tiene una determinada capacidad predictiva.

Y es que quien hace ciencia es el ser humano, y aunque el ser humano sea lo más objetivo posible en cuanto a la observación de la naturaleza de las cosas, “las cosas que existen y las cosas que suceden”, lo verdadero es que el hombre está permeado permanentemente por la subjetividad, la cual está en su mente y en toda su vida psíquica en la que se elaboran los conceptos, las ideas, los razonamientos, el pensamiento y el conocimiento, pero también está perennemente influenciada por las ideologías, por los intereses personales y de clase, por la cultura, la política, las tradiciones, las costumbres, etc., que moldean y configuran su personalidad.

Porque ocurre que la mente humana es muy compleja y cada ser humano es único en el planeta -no hay dos individuos, llámense como se llamen, idénticos en el mundo-, es decir, cada ser humano tiene y construye dinámicamente su propia individualidad haciendo uso de la libertad. No hay, pues, dos cerebros o dos mentes idénticas en el mundo. Ni siquiera en China Continental usted encuentra dos chinos idénticos. ¡Y eso que todos los chinos se parecen, pero nunca hallará ni dos chinos idénticos ni dos mentes idénticas en ese coloso de la humanidad que es China Popular!

Cada cabeza es un mundo de ideas, de opiniones y de pareceres, pero también de intereses, y ese mundo estará presente en cualquier conversación o debate.

Entonces en el debate entre hombres de ciencia o entre dos economistas van a estar presentes estos factores, los cuales explican de entrada o inmediatamente el por qué de la diversidad de criterios.

Ahora bien, el caso amerita una explicación de mayor calado, es decir, de más profundidad. En cualquier ciencia, y muy especialmente en las ciencias sociales, hay una diversidad de escuelas o de corrientes de pensamiento, cada una de las cuales tiene su esquema o perspectiva de análisis, su enfoque, su filosofía y la elección o escogencia de un método para abordar el estudio de la realidad.

La Economía como ciencia social no escapa a la situación que he descrito en el parágrafo anterior. Desde la segunda mitad del siglo XIX hasta nuestros días han sido la escuela marxista, la escuela neoclásica, la escuela keynesiana y la escuela monetarista, pero sobre todo las tres primeras, las que han tenido más fuerza y más vigencia en el pensamiento económico y en las sociedades del mundo.

Esas escuelas dan cuenta de que no hay una sola teoría sobre ningún aspecto de la economía, sino varias en función de las corrientes que existen en la Economía. Así, la escuela marxista tiene una teoría sobre el capital y su formación muy distinta a la de la escuela neoclásica, lo mismo pasa con las teorías sobre el valor, el interés, la distribución, el crecimiento económico, el subdesarrollo, el desarrollo, la política económica, la política monetaria, la política fiscal, la economía internacional y también sobre las funciones del mercado y del Estado en una economía, sea capitalista o socialista.

Cuando la diversidad de ideas se da entre economistas que tienen un amplio dominio de los planteamientos de cada escuela la misma puede explicarse por el hecho de que esos economistas pertenecen a escuelas diferentes. Y naturalmente la disparidad de esas ideas se debe a que cada economista razona en el marco del paradigma de su escuela, asumiendo, por consiguiente, su enfoque, su perspectiva de análisis, su método y sus planteamientos.

Y digo economistas con un gran calado y profundidad en su formación teórica y experiencia acumulada, porque muchos licenciados en Economía no tienen ese dominio conceptual en cuanto a auscultar las profundidades de los contenidos teóricos de cada escuela.

El hecho de que la Economía sea la ciencia que más ha progresado en cuanto a la internalización del instrumental matemático no significa que por eso debe propender a la uniformidad o la homogeneidad, ni de que va a ser más precisa, ni de que va a estar más cerca de la verdad o más preparada para dar con la verdad a nivel del conocimiento.

A principios del siglo XIX, 1803, Jean Baptiste Say escribía en su libro Tratado de Economía Política, con una claridad y una agudeza extraordinaria de pensamiento ya entre fines del siglo XVIII y principios del XIX, que “algunas veces se le (se refería al público) presenta un aparato de cifras y eso le impone, como si los números demostraran algo por sí mismos, ¡como si no todo dependiera de la elección de los datos y de las conclusiones que se pueden sacar de ellos! (Tratado de Economía Política, Pag. 36).

Es decir el solo hecho de usar las matemáticas y la estadística en la Economía no hace brotar per se o automáticamente la verdad del conocimiento. Pero en el supuesto caso de que eso fuera así entonces no sería posible encontrar o dar con la verdad en el caso de aquellos aspectos de la realidad económica y social que no son matematizables o cuantificables. Verbigracia: la utilidad, la calidad, el goce o preferencia, las expectativas, etc. Además, hace bastante tiempo que fue hecho añicos o trizas la proposición de que las matemáticas son ciencias exactas.

Para dar con la verdad hay que auscultar la naturaleza y la esencia de las cosas muy profundamente independientemente de que el conocimiento sea matematizable o no, cuantificable o no.

Las ciencias sociales, y la Economía en particular, están más abiertas, permanentemente abiertas al pluralismo político e ideológico, mucho más en una sociedad democrática. Negar la diversidad, la pluralidad y la heterogeneidad en la ciencia es negar el carácter y el desarrollo social de la condición humana.

La unanimidad y la uniformidad son imposibles en las ciencias sociales, lo que sí es posible, y lo que se da frecuentemente, es la construcción de consensos.

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