En estos días la principal preocupación de la gente, sin duda alguna está relacionada con la incidencia epidémica de la chicungunya, que afecta a un alto porcentaje de la población, ocasionando serias molestias a quienes la padecen, ausentismo laboral, y a la que ahora se suma la periódica explosión del dengue con todas sus consecuencias.
Las autoridades de Salud Pública han estado en extremo ajetreadas, realizando operativos de orientación ciudadana y jornadas para eliminar los criaderos de los vectores que propagan estas enfermedades, como formas de prevención.
Otro factor altamente preocupante a nivel general es la seguridad ciudadana que representa la principal inquietud de los consultados en diversas encuestas, por encima del desempleo, el “costo de la vida o los apagones.
La criminalidad provoca al año entre 22 y 25 muertes por cada 100,000 habitantes; mientras los accidentes de tránsito ocasionan casi el doble sin que se manifieste la misma preocupación social, ni similar atención de los medios de comunicación, mayormente ocupados en otros temas de la cotidianidad política, los deportes o la diversión.
La República Dominicana, de acuerdo a un estudio de la Organización Mundial de la Salud (OMS), ocupa el primer lugar mundial en muertes por accidentes de tránsito (41.7 muertes por cada 100,000 habitantes) superando por mucho a países con características similares, de África, América Latina; el Medio-Oriente o del oriente.
Las estadísticas de la Autoridad Metropolitana de Transporte (Amet), también sitúan los accidentes de tránsito como la primera causa de muerte del país, llevándose la vida de 1,500 ciudadanos al año y dejando lesionados otros tres mil más.
El tema vuelve a cobrar vigencia sólo cuando ocurren tragedias como el triple choque entre un autobús de pasajeros, un camión tanquero de Cemento y una camioneta, ocurrido el 12 de este mes en la zona de «La Curva» de Paya en Baní, provincia Peravia, donde murieron cinco personas y 29 sufrieron heridas.
Desde hace algún tiempo la Autoridad Metropolitana de Transporte –AMET-, entre otras medidas encaminadas a mejorar el desempeño de la gente en las calles, ha establecido la impartición de charlas a las personas que infringen las leyes de tránsito, sobre el correcto proceder en las vías públicas.
En el congreso se discute una nueva regulación, más abarcadora que la ley vigente, sin que al momento se pueda asegurar que no sufrirá la indiferencia o el total irrespeto que se verifica permanentemente en nuestras calles y carreteras.
El anteproyecto de Ley de Movilidad, Transporte Terrestre, Tránsito y Seguridad Vial, vendría a revolucionar el sistema de movilidad al fusionar en una sola todas las entidades existentes y que no han podido resolver el caos prevaleciente.
Por ello es importante que sea discutido a profundidad y que sean debidamente ponderados todos los aspectos necesarios para lograr una legislación actualizada y eficaz.
La iniciativa crea el Instituto Nacional de Movilidad, Transporte Terrestre, Tránsito y Seguridad Vial, Intrant, con una Junta Directiva en la que estarían representados los principales ministerios, entre ellos Obras Públicas, Salud, Educación, Medio Ambiente y Turismo.
Tal como plantea el colaborador de Vanguardia del Pueblo, Mario Holguín, hace falta que todo el país y sus instituciones se involucren y comprometan en la solución del más grave problema de salud pública que tenemos, el del tránsito.
Todos tenemos que hacer conciencia sobre la problemática y educarnos en las escuelas públicas, colegios, universidades, los centros de trabajo y en todos los foros posibles.
Como nación debemos asumir el formal y decidido compromiso de parar la amenaza que significa el desplazamiento de millones de vehículos y la enorme mortandad que revelan las más conservadoras estadísticas, y que proyectan a seguir creciendo.
La seguridad vial es un punto crucial a discutir y sobre el cual se debe lograr cuanto antes el consenso de todos los sectores nacionales, abandonando la indiferencia y la irresponsabilidad de quienes actúan como si no les importara la propia suerte, ni la vida de sus semejantes.