Opinión

La Procuraduría General de la República utilizó un moderno rodillo para triturar armas pequeñas y ligeras que han sido decomisadas por las autoridades policiales y militares y puestas a disposición del Ministerio Público como cuerpo de delito.

Las armas pequeñas son aquellas que pueden ser fácilmente transportadas y disparadas por una persona. Estas incluyen revólveres, pistolas, rifles, carabinas, ametralladoras de pequeño calibre, rifles de asalto y ametralladoras ligeras.

Francisco Domínguez Brito generó una fuerte polémica cuando opinó a favor de que el Estado prohíba a la población civil el porte y tenencia de armas de fuego como forma de reducir los preocupantes niveles de criminalidad y violencia que registra la sociedad dominicana. Las respuestas no se hicieron esperar por parte de quienes consideran que la población civil está en el derecho de adquirir armas para defenderse de los delincuentes que anda armados “hasta los dientes”.

Esta polémica evidencia que los elevados índices de criminalidad y delincuencia que se registran en la sociedad criolla son tan preocupantes que ha colocado en el centro del debate nacional el tema de las armas de fuego.

La República Dominicana está entre las naciones latinoamericanas que presentan elevados índice de homicidios y lesionados, en la mayoría de los cuales se utilizan armas de fuego. Como puede verse en el gráfico, hay una relación directa en el incremento de los homicidios y la cantidad de permisos que fueron otorgados a la población civil para usar armas.

La Organización Mundial de la Salud hizo una investigación en 2001 en la que llegó a la conclusión de que el arma de fuego es el instrumento más utilizado para cometer homicidios en todo el mundo. En su informe “Armas pequeñas salud global”, comparó la situación en 52 países y encontró que sobre el total de muertes por armas de fuego ocurridas en la primera mitad de la década del noventa, 69% fueron homicidios. Las armas de fuego estuvieron involucradas en el 63% del total de homicidios y los elementos cortantes tan sólo en un 16%.

Los hechos demuestran que el arma de fuego es la herramienta letal por excelencia. Su uso tiene altísima probabilidad de provocar la muerte, ya sea que se la use para cometer delitos, abordar conflictos interpersonales, intentar quitarse la vida, o simplemente para jugar.

Las estadísticas oficiales demuestran que las posibilidades de que se ocasione la muerte en los robos a mano armada es tres veces mayor que en los robos cometidos con cuchillos y diez veces más fatales que los robos en que se usan otras armas.

Los hombres fabrican las armas como objetos destinados para alcanzar determinados fines. El fin principal es el de matar o lastimar, particularmente a otras personas. La cultura autoritaria dominicana, matizada por el machismo y el sexismo, hace suponer que las armas dotan a quien las porta de determinados atributos, como la virilidad y la valentía.

La proliferación de armas entre las poblaciones civiles del mundo ha aumentado en forma brutal el número de muertos y heridos en hechos que nunca deberían ocasionarlos, afectando mayormente a las poblaciones más y debilitadas del planeta.

En el fondo del debate sobre lo conveniente o no de desarmar a la población civil para reducir la criminalidad y la violencia, se plantean en realidad dos visiones de sociedad: la primera sustenta un modelo de convivencia pacífica (relaciones sustentadas en la solidaridad y el respeto aun en las diferencias) y la segunda defiende un modelo que apuesta por el uso de la fuerza para resolver los conflictos entre las partes (reproducción de la violencia).

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