Opinión

Presionados por el perfil epidemiológico del momento, caracterizado por los indicadores negativos en muerte materna e infantil y las enfermedades a consecuencia de la desnutrición propia de la pobreza, la OPS/OMS y UNICEF auspician la histórica conferencia que culminó con la famosa declaración de Alma-Ata, “Salud para todos en el año 2000”, en la que se determinó que la “Atención Primaria de Salud” es la estrategia idónea para conseguir elevar los niveles de salud de la población en el mundo.

Aunque mucho se ha logrado, persisten en la actualidad niveles de inequidad e ineficiencia que constituyen una restricción al ejercicio del derecho a la salud a grandes segmentos de la población y un pesado lastre para lograr los niveles de eficiencia, equidad y justicia necesarios para retomar la senda del desarrollo sostenible de los pueblos.

Era evidente la existencia de un vacío que trata de ser llenado con la adopción de la declaración del 2005 de la Organización Mundial de la Salud (OMS), en la que se alienta a los países ricos y pobres a buscar sistemas de financiación sanitaria para que toda la población tenga acceso a servicios integrales de salud cuando lo requiera, sin exponerse a dificultades financieras.

Las orientaciones para la construcción de dichos sistemas son planteadas por la OMS en el Informe de Salud del Mundo 2010. Establece de manera clara que, la Cobertura Universal tiene que ser el objetivo guia de toda reforma del sistema de salud.

La misma, para que sea completa, debe ser integral, o sea tocando toda la población hasta abarcar a todos los individuos de la sociedad; los servicios, ya sean preventivos, promocionales, curativos, paliativos o de rehabilitación y de costos, de manera tal que no le ocasione dificultades financieras al momento de usar dichos servicios.

Para lograrlo, deben coordinarse tres elementos importantes. Uno es el compromiso político con el derecho a la salud de las personas, expresado en un marco jurídico del cual se deriven políticas, planes y estrategias. Asignarle recursos financieros en el presupuesto y un estrecho seguimiento, a través de un sistema de información creado para tales fines.

Otro elemento importante es que sea habilitado a través de un enfoque intersectorial que pueda accionar sobre los determinantes sociales de la salud. Debe haber un permanente dialogo con la participación de la sociedad, con el fortalecimiento de la capacidad regulatoria del Estado y la eficiencia para el manejo de los recursos.

El tercer elemento es el modelo de atención en salud, debe estar centrado en las personas, organizado con base a la estrategia de atención primaria y dotado con recursos humanos preparados y motivados.

Hoy, treinta y seis años después de la declaración de Alma-Ata, frente a un perfil epidemiológico complejo, compuesto por los viejos problemas más las enfermedades emergentes propias de la globalización, las enfermedades crónicas y las propias del patrón de violencia que acompaña el estilo de vida de la sociedad de mercado, la única alternativa para garantizar el derecho fundamental de la salud a las personas es organizar los sistemas de salud teniendo como norte la “Cobertura Universal” de los servicios.

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